Este 2020 también ha frenado la tendencia de comer rápido, bien y cerca del trabajo que venía consolidándose desde la salida de la anterior crisis. Carteles de medio menú por 7 euros; de primero, segundo, postre y café por 12; combos de sándwiches y bebida o locales de comida para llevar por menos de 5 florecían en lugares estratégicos para captar la atención de ajetreados oficinistas, siempre obsesionados con la optimización de recursos. Pero lo que funcionaba en la vieja normalidad se ha roto por la mitad: los hosteleros asociados a Alroa calculan que en los últimos tres meses se están vendiendo entre un 30 y un 45% menos de menús del día. ¿La causa? El teletrabajo, y en menor medida, los ERTE y la desaparición del turismo.Sin clientes

El teletrabajo está pensado para garantizar la seguridad y la conciliación familiar, por lo que alguien que teletrabaja se queda en casa y ya no es un cliente», explica Fernando Tomás, secretario de la Asociación de Locales de Restauración y Ocio de Alicante (Alroa). Su organización estima que en la capital se ha perdido en los meses de julio, agosto y septiembre «entre un 33 y un 45% en la facturación por menús del día». Cree que el porcentaje es aplicable a «cualquier zona céntrica de municipios de la provincia», que es donde se concentran los restaurantes que ofrecen este tipo de comidas.

Con precios de entre 10 y 15 euros, «están pensados para que haya mucha rotación, comensales que están sentados menos de 45 minutos y se gastan entre 10 y 15 euros en comida casera». Las jornadas reducidas, que mandan a los empleados a casa a la hora de comer, y el trabajo en remoto han vaciado estos restaurantes ayer bulliciosos. «Hoy han comido tres personas, el otro día ocho.

El año pasado por estas fechas teníamos entre 15 y 22 cada día», cuenta Kike Risas, propietario del restaurante Vinos y Risas de la calle San Fernando. Los oficinistas de esta zona llena de asesorías, bufetes, bancos y sedes de organismos públicos son, junto con algún visitante extranjero, el grueso de su clientela de lunes a viernes. «Trabajamos siempre con menús. El diario es de 11,9, muy económico para el centro de Alicante, y funciona. Pero la gente está trabajando desde su casa y come allí, y quien tiene la jornada reducida a la hora de comer ya ha salido», afirma el hostelero. Junto a la falta de turistas que apuntalan la caja entre semana y la desaparición del ocio nocturno, que sostenía sus menús de grupo los fines de semana, asegura que su facturación ha caído un 80% este año.

«Estamos calculando la caída global, pero va a ser mínimo del 70%», adelanta por su parte Tomás. «De dos a seis de la tarde esto está muerto. Los menús han bajado un 90%», zanja Toni Vilella, propietario de la cafetería Piscolabis, un pequeño local estratégicamente colocado en la avenida Maisonnave de Alicante que ofrece, además de café y bollería, combos de bocadillo y bebida por entre 4 y 6 euros.

Su objetivo es el personal de las tiendas y los abogados, asesores y demás empleados que trabajan en los edificios. «Tenemos mucho cliente fijo, mucha gente de las oficinas que bajaba a comprar algo para comer o que paraban en el cambio de turno. Pero ahora hay mucha gente trabajando desde casa y además han cerrado varias tiendas», sostiene el hostelero. Si su facturación ha caído «sólo» un 45% es por el goteo agregado de compradores y trabajadores que sigue yendo por gran calle comercial de la provincia.

«Esto es ya un drama, y sin un horizonte final. El sector está sin ningún tipo de ayudas, y cobrándoles hasta el último céntimo de tasas, impuestos y gastos de alquiler», lamenta el secretario de Alroa.