La mortalidad en la provincia continúa en niveles históricos y subiendo, y se está cebando de manera especial con las personas más mayores, tal y como reflejan los datos que cada semana publica el Instituto Nacional de Estadística (INE) desde que comenzó la crisis sanitaria del covid-19. El número de fallecimientos en la demarcación desde el inicio desde el inicio del año hasta la semana 39, correspondiente al 21 de septiembre, asciende a 13.150, un 9,78% más que en el mismo periodo de 2019, y la diferencia con el ejercicio anterior se va agrandando más cada semana. Pero ese incremento es mayor en las franjas de más edad de la población.

Aunque han aumentado las muertes a partir de los 55 años, la diferencia con el año pasado es especialmente llamativa si se miran los decesos de personas con más de 75 años. En ese grupo de edad, la mortalidad se ha incrementado un 11,04% en lo que va de año. Desde el 1 de enero hasta el 21 de septiembre han fallecido 9.131 personas por encima de esa edad, cuando a estas alturas de 2019 la cifra era de 8.223. Pero entre las personas con más de 90 años la subida ha sido aún más elevado, con prácticamente un 14% más de óbitos que en el mismo periodo del año pasado. En cifras absolutas, los fallecimientos han sido 2.830, frente a los 2.483 que se contabilizaban en la semana 39 del ejercicio anterior.

La mortalidad no ha dejado de aumentar desde principios de julio, tal y como publicó este periódico a mediados del mes siguiente. Hasta entonces, y desde mayo, los fallecimientos en la provincia se habían mantenido en niveles similares a los de años anteriores, después del gran incremento que se produjo en marzo y abril como la consecuencia más trágica de la pandemia de coronavirus. Sin embargo, julio volvió a marcar otro punto de inflexión. En estos meses, la mortalidad ha repuntado hasta alcanzar los valores de récord. Desde mediados de julio, cada semana se ha ido registrando el mayor número de fallecimientos de, al menos, los últimos 20 años. No ha vuelto a alcanzarse la cifra de 374 decesos semanales de finales de julio, pero siempre batiendo el máximo. El dato más reciente es el de 296 óbitos entre el 15 y el 21 de septiembre.

Con estas cifras, y en vista del panorama que hay ahora mismo en cuanto a la evolución de la pandemia, no es nada aventurado presagiar que 2020 terminará con un registro histórico de defunciones. Y es obvio que el coronavirus será la causa fundamental de ello. La pandemia fue la responsable de buena parte de los decesos ocurridos durante los meses de marzo y abril, y aunque ahora no ocurre así y el covid-19 sólo es la causa directa de un número limitado de muertes -al menos por el momento-, es evidente tiene una repercusión mucho mayor.

Cabe pensar, en este sentido, en el riesgo de que personas mayores que noten algún problema de salud ajeno al coronavirus no acudan a los servicios sanitarios, o no lo hagan a su debido tiempo, por miedo a contagiarse de covid-19, o por la dificultad que les pueda suponer el hecho de que en las circunstancias actuales se prioricen las consultas telefónicas, que les lleve igualmente a comunicar demasiado tarde ese problema de salud. Hay que tener en cuenta que la celeridad a la hora de aplicar un tratamiento puede ser decisiva en casos como el de las enfermedades del sistema circulatorio, como los infartos, las insuficiencias cardiacas o las patologías de tipo hipertensivo, que en 2018 supusieron más de uno de cada cuatro fallecimientos en la provincia. La incidencia de estas dolencias, además, va en constante incremento por el progresivo envejecimiento de la población.