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Residentes de los geriátricos se quejan de las restricciones de los grupos burbuja

Las unidades de convivencia evitan la propagación del virus pero los mayores tienen prohibidas las salidas al exterior y el contacto con el resto de usuarios

La prevención del coronavirus obliga a limitar las visitas de los familiares en los geriátricos.

«Esto ya no es lo que era». Es lo que muchos mayores de las residencias de la provincia comentan a sus familiares y cuidadores ante las restricciones que conlleva la vida diaria en los grupos burbuja. Estas unidades de convivencia se han convertido en un eficaz método para evitar que, tal y como ocurrió en la primera oleada de la pandemia, el coronavirus se propague por los geriátricos. Una gran ventaja en la lucha contra la pandemia que, sin embargo, no está exenta de inconvenientes para los usuarios.

La falta de libertad que sufren los mayores, de aquellos que mantienen su autonomía física y mental, al tener prohibido salir del centro para pasear por las calles o visitar a sus familiares, por ejemplo, es una de las quejas más recurrentes. La otra tiene que ver con la relación interna que los residentes y los usuarios de los Centros de Día que hay en muchos geriátricos mantienen entre ellos. Cabe recordar que los grupos burbuja suelen estar compuestos por quince mayores que viven en el mismo edificio pero se mantienen completamente aislados del resto. Una circunstancia que les impide interactuar con sus «amigos o amigas de toda la vida» si no pertenecen a la misma unidad de convivencia.

La edad media de los residentes de los geriátricos en la provincia se sitúa en torno a los 87 años y el 80% padece pérdidas de memoria y deterioro cognitivo en diferentes grados. Para muchos de ellos es complicado comprender la necesidad de mantenerlos aislados frente al virus y la imposibilidad de que puedan conversar, pasear por los jardines o pasillos del centro o realizar actividades conjuntas con miembros de otros grupos burbuja. De ahí que muchos de ellos se quejen a los profesionales y a sus familiares, advirtiéndoles cuando van a visitarlos o hablan con ellos por teléfono de que: «Esto ya no es lo que era». También los usuarios de los Centros de Día protestan por esta situación. Antes del covid podían recorrer todas las instalaciones con plena libertad a excepción de la zona de las habitaciones. Pero ahora se encuentran con las puertas cerradas. «Al final son tan insistentes que tenemos que acceder a que se vean. Pero los ponemos a una distancia de cinco metros y vigilándolos continuamente para evitar que se acerquen, se besen o se abracen», coinciden en indicar profesionales consultados en varios geriátricos de la provincia situados en Alicante, Petrer, Elda y Onil.

«Tristeza y apatía»

Los mecanismos mentales con los que los mayores residentes están afrontado la nueva normalidad del covid-19 han sido analizados por la presidenta de la Federación de Residencias Lares en la Comunidad Valenciana. «En contra de lo que algunos pueden pensar, las personas mayores no le tienen miedo a la muerte. No hay que olvidarse de que la muerte es algo habitual en los geriátricos. Ellos le pueden tener miedo a una enfermedad larga o a una muerte con sufrimiento pero al coronavirus no le temen. Le tienen más miedo los usuarios más jóvenes, los de setenta años, pero lo que sí hemos detectado en los meses más duros del confinamiento es la tristeza de tener que estar en un espacio sin poder salir al exterior, sin recibir las visitas de sus familiares y amigos y sin poder interactuar con el resto», explica Julia Rico.

Al menos con los grupos burbuja se les ha podido garantizar relaciones sociales -aunque sea a pequeña escala- y la capacidad de reacción, en caso de contagio, es muy rápida. En apenas hora y media se puede aislar, en el edificio, a todas las personas que hayan tenido un contacto estrecho con el residente o profesional que haya dado positivo en covid-19.

En la provincia de Alicante las dieciséis residencias de mayores de la Asociación Lares ya han implantado este modelo. No son las únicas, también hay geriátricos representados por la patronal Aerte que lo han hecho. Pero los más antiguos se enfrentan al problema de la falta de espacio para mantener a los diferentes grupos separados. Además, esta iniciativa también ha suscitado el interés de la Conselleria de Igualdad. De hecho, en tres geriátricos públicos de la Comunidad Valenciana -uno por provincia- se está introduciendo el sistema siguiendo las directrices de la Asociación Lares.

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