Obra pública, Presupuestos Generales del Estado y dinero de Europa para luchar contra la crisis económica del covid en la provincia. Esta semana se han cumplido noventa y un años del «crack» de la Bolsa de Nueva York. Aquel octubre negro, que arrancó en Estados Unidos, pero se extendió por todo el mundo hasta provocar una recesión económica que duraría diez años y cuya recuperación acabaría, de golpe, con la Segunda Guerra Mundial. Casi nada. Un aniversario que estos días coincide con uno de los peores momentos en todo el mundo, provocado por la segunda ola de la pandemia del covid. Ese maldito virus que ha generado, en menos de un año, un drama social y económico, con miles de familias destrozadas por la pérdida de familiares o amigos a los que se ha llevado el covid, y por la destrucción de empleo.

Salvo la muerte no hay nada irremediable. El presidente Pedro Sánchez tampoco es Roosvelt –mandatario estadounidense que pilotó la salida de la crisis-, pero dando estos días una vuelta por la historia se pueden repasar y aprender de algunas de las fórmulas que el Congreso de los Estados Unidos puso en marcha en los años 30 del siglo XX. En España y en la provincia no podemos esperar tres años, como sucedió entre 1929 y 1933 en EEUU, para aplicarlas en nuestro sistema productivo. Porque, como ha recordado en muchas ocasiones desde marzo el empresario dianense, Adolfo Utor, presidente de Balearia y del Consejo Social la Universidad de Alicante, tan grave como morirse del covid es morirse hambre, y en la provincia, en algunos sectores más que en otros, el drama puede tener consecuencias, que ni siquiera hoy se puedan calcular.

Bajo la presidencia de Roosvelt se aprobaron varias leyes en el Congreso de EE UU como fondos asistenciales para parados, precios de apoyo para los agricultores (olvidados en la pandemia), servicio de trabajo voluntario para desempleados menores de 25 años, reorganización de la industria, financiación de hipotecas, seguros para los depósitos bancarios, y reglamentación de las transacciones de valores. ¿Algo les suena no? El New Deal (nuevo trato en castellano) había sido elaborado durante la carrera presidencial por un grupo de intelectuales, que Roosevelt reunió para afrontar la recesión. El problema más importante era la quiebra casi total del sistema bancario –afortunadamente, los bancos hoy no son el problema, sino que forman parte de la solución, de momento-, hasta tal punto que era imposible cobrar un cheque.

La creación de empleo era el mejor antibiótico, y en esta cruzada se metieron los americanos. Se crearon campamentos de trabajo donde los parados realizaban tareas de conservación de parques naturales y otros espacios verdes –¿quién no ha pensado nunca en la labor que podría hace una parte de la gente sin empleo en la prevención de los incendios forestales en Alicante o como temporeros agrícolas?-. Y la segunda, y ahí vamos, fue un ambicioso plan de obra pública (incluida la promoción inmobiliaria). Plan que chocaría también con la frágil situación financiera del gobierno estadounidense, algo análogo a lo que sucede hoy con el Gobierno y la Generalitat, pero en un escenario diferente.

En 2020 contamos con un gobierno de naciones llamado Comisión Europea, dispuesto a transferir, o eso nos han contado hasta ahora, 140.000 millones de euros (a fondo perdido y en préstamos, donde está ahora el obstáculo), para ayudar a España a salir del pozo económico. Y, en lo que se refiere a la provincia, cobra importancia el balance, a la vez que denuncia, que, con datos en la mano, revelaba hace una semana en estas mismas páginas Javier Verdú, presidente de la Federación de Obra Pública de Alicante (Fopa), recordando que en la provincia, el covid y -esto lo añado yo-, el abandono de la Administración en Alicante, mantiene paralizados 17 proyectos de infraestructuras que, a bote pronto, supondrían una inyección de 4.000 millones de euros y el mantenimiento de 80.000 empleos durante varios años. Los que se tardarían, por ejemplo, en remodelar las autovías hacia Murcia y Villena.

La obra pública se ha demostrado como un motor de empleo, y cuantas más personas estemos trabajando menos presión tendrá el necesitado sistema de atención social. Por eso, debe aprovecharse esa bolsa de miles de millones de euros, que, bien utilizados, aliviarían la tragedia económica en la que el covid ha sumido a muchas familias alicantinas, no sólo a las relacionadas con la hostelería y el turismo en general. Los ERTE no pueden durar toda la vida y, en estos momentos, hay serias dudas de que, incluso, se prolonguen más allá del 1 de enero de 2021. ¿Menos subvención y más trabajo? No conozco a nadie que quiera vivir del subsidio del paro, por lo que la crisis se combate con trabajo, y ahí están los cálculos de los gurús económicos. Por cada millón de euros en obra pública se mantienen 25 puestos empleos.  

Dado el clásico ninguneo que sufre la provincia por Madrid a la hora de proyectar infraestructuras, desde la llegada del AVE en 2013 no se ha vuelto a proyectar ninguna obra importante. El presidente Ximo Puig tiene una lista completa de asignaturas pendientes que remitir al ministro José Luis Ábalos, y parece que el valenciano ya la tiene sobre la mesa de despacho. Autovías con Vïllena y Murcia, Tren de la Costa, y conexión del puerto de Alicante con el Corredor Mediterráneo. Solo con esos cuatro proyectos en marcha, la crisis económica que ha provocado el covid se afrontaría de otra forma. Pero no solo la Administración central debe colaborar. La Diputación –poco se ha puesto en marcha de ese plan para crear 5.000 empleos anunciado en marzo- , y los ayuntamientos también deben echar una mano, si no quieren que esta provincia acabe yéndose a pique, dado que al turismo, como motor de empleo, le quedarán un par de años para volver a las cifras de 2019. Es la hora de pensar bien los proyectos y, sobre todo de ejecutarlos.

Urgen soluciones rápidas y aunque a alguno le suene a «vintage», construir carreteras, embalses, colegios, líneas de ferrocarril… tira del empleo. Hay riñón en Bruselas y también iniciativa privada dispuesta a colaborar. Que no se pierda la oportunidad.