Alumnado de prácticas en el restaurante César Anca de Alicante, esta semana. | HÉCTOR FUENTES

Las prácticas obligatorias para el alumnado de Formación Profesional se adelantan por primera vez este curso hasta ocho meses.

La novedad la ha aprobado el Ministerio de Educación a consecuencia de la pandemia de coronavirus, porque en el último trimestre del curso anterior el alumnado en general se quedó sin practicas por culpa del confinamiento, y se sustituyeron por trabajos que, como sucede con la enseñanza en general, nunca podrán sustituir a la práctica en la empresa.

Compartir la enseñanza en el aula con el trabajo práctico en la empresa desde el primer trimestre del curso, convierte este año toda la enseñanza en FP dual, al combinar clases y formación empresarial desde un principio, aunque sigan siendo prácticas en las que el alumno no cobra.

En el Instituto Canastell de San Vicente han decidido aprovechar esta oportunidad desde el inicio de curso, y más de una veintena de alumnos están compartiendo ya clases y formación en la empresa para recuperar las perdidas por el coronavirus.

«Son de las que me gustan, de soldador de estructuras metálicas», explica Alejandro Sánchez García. Ya conocía la empresa de cerrajería y carpintería metálica Nemar, les veía pasar con la furgoneta por el barrio y ahora está con ellos codo con codo. «Son muy buenos. Estoy muy a gusto y veo una salida laboral».

Es uno de tantos alumnos a quienes estudiar Secundaria se les hizo muy cuesta arriba, y para quienes la FP Básica ha llegado como una tabla de salvación a todos los niveles. «Ahora tengo 17 años y quiero seguir formándome hasta los 18 o 19. Ni Matemáticas ni la Lengua Castellana se me daban bien, pero las herramientas siempre me han gustado».

Se ve incluso trabajando como herrero. «Ventanas de hierro, puertas metálicas, rejas, barandillas y chimeneas, de lo que más se pide», señala. Está recuperando las prácticas del curso pasado y en los últimos compases de este hará las de segundo también.

Su patrón, Jesús García, ve futuro al negocio a pesar de las actuales circunstancias, porque «el trabajo manual siempre va a hacer falta mientras la fabricación en serie sube y baja», opina. Y lo tiene claro: «Si veo a alguien con clase no se me escapa, porque luego es muy difícil hacerte con alguien que trabaje bien y con ilusión. Aquí se hace de todo, cortar, ajustar, montar, repasar con radial, no se trabaja una especialidad única».

Realidad

También César Anca, jefe de cocina y dueño del restaurante que lleva su nombre, además de especialista instructor, considera que «estamos necesitados de buenos profesionales. En la hostelería hay que estar reciclándose continuamente y aquí abrimos las puertas para esa formación».

Intentan que las prácticas sean lo más reales posible «porque una cosa es la escuela, como refugio, y otra muy distinta la empresa, trabajando el día a día». Así que para alumnos como Gonzalo Ruiz y Sol Benega, hacer las practicas de FP de su mano es como «debutar en el mundo de los mayores».

«Me gusta moverme en la cocina. Mi abuela cocinaba siempre y mi tío era camarero. Yo quiero ser pinche de cocina y luego ya veremos. Me han dicho que si trabajo bien y soy bueno podré quedarme». Ahora solo tiene en mente la cocina, pese a que no quería seguir estudiando.

Sol se apuntó en FP para trabajar en algo. «La gente siempre tiene que comer, hay salidas», dice. Y quiere seguir estudiando el grado medio para no tener que depender de sus padres.