El martes 9 de mayo de 1933 la CNT convocó una huelga general para protestar por la política del Gobierno de Azaña. En Alicante, tanto los huelguistas como las autoridades y la ciudadanía en general esperaban que la jornada se desarrollara con relativa tranquilidad, a semejanza de lo ocurrido en otras huelgas generales anteriores que, al final, se convertían en parciales y apenas si registraban unos pocos incidentes sin víctimas mortales. Pero no fue así.

La noche anterior, durante la conferencia que dio en Alicante Basilio Álvarez Rodríguez, sacerdote y diputado por Orense del Partido Republicano Radical, significados sindicalistas repartieron folletos en los que se llamaba a la huelga. «Hablamos con diversos destacados elementos de varios ramos del trabajo que, no obstante, no parecían dar importancia al movimiento que se organizaba», informó Diario de Alicante en la edición del día 10. Pero aquella noche del lunes 8 en que se celebró la conferencia de Basilio Álvarez, ya se sabía que, en la noche anterior, cinco individuos habían atracado al guardia que custodiaba el almacén de obras del alcantarillado del Portazgo, robándole 50 cartuchos de dinamita.

Madrugada

Ya en la madrugada del día de la huelga, un camión con las luces apagadas y ocupado por cuatro individuos recorrió algunas calles de la ciudad a gran velocidad.

A las 4:30 se interrumpió la circulación de trenes en la línea férrea de Madrid a Alicante al explotar tres bombas colocadas en un paso a nivel instalado en el kilómetro 422, entre las estaciones de San Vicente y Agost. La vía se reabrió a las 7 horas.

También de madrugada, los carabineros José Peral y Evaristo Armengol, destinados en el punto de Santa Ana, dieron el alto en la Cantera a dos sospechosos que merodeaban por la línea férrea de la Marina. Uno huyó, pero el otro fue detenido después de que colocaran tres explosivos en la vía del trenet, encima del acantilado más escarpado. Los carabineros lograron apagar las mechas antes de que detonaran.

El joven detenido, de 19 años, antes de ingresar en la cárcel confesó que guardaba más explosivos en su casa, dio los nombres y domicilios de cinco de sus colaboradores y contó que los atentados contra las líneas férreas se habían planeado la noche del lunes 8 en una reunión clandestina celebrada en el parque del Doctor Rico. La dinamita al parecer había sido robada unos días antes en la cantera de Monóvar.

Varios petardos levantaron las vías del tranvía en el Altozano, en la aguja de avenida de Maisonnave, en la de la calle de Joaquín Costa y en otros lugares de la ciudad. El que explosionó en la aguja de Joaquín Costa arrancó un trozo de hierro que fue despedido hasta el tercer piso de una casa que se hallaba a más de cincuenta metros de distancia, la del número 55 de dicha calle. Agujereó el techo y cayó en la habitación donde dormían los dueños de la casa, sin causarles daños graves.

A punto estuvo de quedarse Alicante sin abastecimiento de agua porque otra bomba explotó en un puente de conducción en el barranco conocido como el Pozo de Morant, entre Novelda y Petrer. Colocada al pie de uno de los pilares (de dos metros de ancho por uno de largo y cinco de alto), la explosión no lo derribó del todo al quedar sujeto a la bóveda por una pequeña parte. Inmediatamente partió desde Alicante un grupo de técnicos para repararlo, encabezado por el ingeniero Tindón y el capataz Llaneras.

Piquetes

Al amanecer muchos comercios abrieron sus puertas para iniciar su actividad con normalidad: mercado, bares, imprentas… Los periódicos comenzaron a venderse en los quioscos.

También al amanecer varias comisiones de obreros recorrieron la ciudad incitando a la huelga. El puerto y la fábrica de tabacos fueron los principales objetivos de estos grupos de presión, ya que era bien sabido que estos centros de trabajo eran los más estratégicos de Alicante. Si en ellos paraban los trabajadores, el éxito de la huelga estaba garantizado. En ambos sitios se había empezado a trabajar, pero las cigarreras pararon y salieron a la calle a las 11 de la mañana, en cuanto se enteraron de lo que había sucedido en el puerto y sus proximidades.

Tiroteo

En el puerto, un grupo de policías desalojó al piquete de huelguistas. Los que más protestaron fueron escoltados hasta el paseo de los Mártires. Entre los agentes de Vigilancia estaban Aracil, Cortés y Giner; entre los sindicalistas más significados estaban los anarquistas Sáez, Cano Ruiz, Martínez Castellanos y García Linares.

Cuando llegaron a la calle del Triunfo, los agentes de Vigilancia cachearon a los huelguistas. Entonces Martínez Castellanos, más conocido por el apodo de «el Artista», disparó la pistola que llevaba en el bolsillo de su americana contra el agente Juan Aracil, que cayó gravemente herido. Los compañeros de este dispararon sus armas, hiriendo a Cano Ruiz. El Artista logró darse a la fuga.

El Artista huyó por el pasaje Amérigo y las calles Mayor y Muñoz, perseguido por los agentes Cortés, Giner y otros policías que acudieron de inmediato al oír los disparos. En el cruce de estas dos calles se entabló un intenso tiroteo que duró quince minutos, hasta que cayó herido el Artista.

En la Casa de Socorro

El policía y los dos sindicalistas heridos fueron trasladados a la casa de Socorro, a la que llegaron cadáveres el Artista y el agente de Vigilancia.

El herido, Tomás Cano Ruiz, tenía 32 años de edad, había nacido en La Unión (Murcia), era de filiación anarquista y vivía en la plaza de Chapí, 3, 3º. «Presentaba una herida con orificio de entrada en la cara anterior tercio medio de la pierna izquierda y fractura de la tibia y del peroné, y otra herida por arma de fuego, en el tercio superior del brazo derecho, pronóstico gravísimo». La prensa alicantina contraria al anarquismo informó al día siguiente del suceso, calificando al policía muerto de héroe y de pistoleros a los sindicalistas: «Este individuo (Cano) está fichado como pistolero de acción, que actuó en Valencia en las últimas revueltas. El Tomás, fue uno de los que intentaron soliviantar a las masas anarcosindicalistas en el mitin dado en nuestro círculo por don Basilio Álvarez. Fue uno de los deportados a Villa Cisneros cuando los sucesos del Llobregat» (Diario de Alicante).

El Artista

Manuel Martínez Castellanos era natural de Elche y tenía 29 años de edad. Vivía en la calle Velázquez 4, 4º.

Había residido algunos años en Barcelona, donde fue procesado dos veces, una de ellas por atentar contra un comisario de policía. Fue liberado gracias a los indultos que se decretaron tras la proclamación de la República.

Ya de vuelta en la provincia de Alicante, trabajó como vigilante nocturno en el Ayuntamiento de Santa Pola hasta que fue acusado de robar lo recaudado en un día. Quedó en libertad provisional y vino a la capital, donde encontró trabajo en el consistorio municipal, hasta que sufrió cuatro meses de prisión preventiva por un suceso turbio que acaeció durante una compra que realizó en una armería.

Según Diario de Alicante, era apacible en apariencia: «No era difícil ver a cualquier hora sentado a la puerta de una cervecería de la Rambla a este peligroso hombre de acción, dando a esta frase el sentido que las modernas luchas políticas le asignan».

Al caer abatido por los policías, portaba una pistola Star del calibre 7’65, con el cargador para 8 balas vacío. En los bolsillos de su americana fueron encontrados otros dos cargadores llenos.

Cuando su compañera llegó nerviosa a la Casa de Socorro y vio su cuerpo inerte, lo abrazó entre lágrimas silenciosas. Según los médicos, el cadáver «presentaba una herida con orificio de entrada en la región mamaria derecha y con orificio de salida región escapular izquierda, y otra con orificio de entrada en el epigastrio».

El agente Aracil

Juan Aracil tenía 26 años.

Había servido en Sevilla durante unos años en la brigada nocturna y social, a las órdenes del comisario de Policía que ahora estaba también destinado en Alicante, Alfonso Soto. En la capital hispalense, Aracil había sido herido en una pierna durante un enfrentamiento con sindicalistas.

Varios familiares se presentaron en la Casa de Socorro, donde los médicos informaron a su padre, Juan Bautista Aracil, de que el cadáver de su hijo Juanito «presentaba una herida por arma de fuego con orificio de entrada a nivel de la tetilla, que le atravesó el corazón». El padre sufrió un fuerte ataque de ansiedad y hubo de ser asistido.

Noche

Los cines no abrieron sus puertas porque los operadores se sumaron a la huelga.

A las 21 horas, dos bombas explotaron en las cercanías de la carretera de Villafranqueza, sin causar daños.

El gobernador civil pidió al Ministerio de la Gobernación que enviara una sección de guardias de Asalto desde Murcia y ordenó que el alumbrado público permaneciera encendido toda la noche en Alicante.

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