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La nada

Es difícil recordar pleno tan vacío como el Debate sobre el Estado de la Ciudad que se desarrolló ayer en el Ayuntamiento de Alicante: ningún proyecto nuevo, ninguna crítica nueva

El alcalde, Luis Barcala, ayer, en el Debate sobre el Estado de la Ciudad de Alicante.

La cuenta atrás con la que comenzaba el alcalde de Alicante, Luis Barcala, el Debate sobre el Estado de la Ciudad: «¡Cinco, cuatro, tres, dos, uno, adelante!», presagiaba el despegue de un pleno de altura cual Apolo-XI buscando la Luna. Apenas transcurridos cinco minutos, los pocos -seis mal contados- que allí estábamos para escuchar las intervenciones de los siete regidores que físicamente se encontraban en el Salón del Plenos -el resto estaba telemáticamente- tomamos conciencia de que lo que se avecinaba era un Challenger, un desastre.

El pleno del que los alicantinos hubieran podido esperar un rayo de esperanza en la negrura de estos tiempos que vivimos por la pandemia del covid; la sesión que el equipo de gobierno, PP y Ciudadanos, debiera haber usado para pergeñar proyectos de futuro con los que generar ilusión en Alicante; el debate que debería haber aprovechado la oposición (PSOE, Unidas Podemos y Compromís) para demostrar que pueden ser una alternativa seria; no solo acabó en nada, sino que fue la nada.

Es difícil recordar pleno tan vacío como el que ayer se desarrolló en el Salón de Plenos de Alicante, sentimiento agravado quizá por el hecho de que en tiempos aciagos se espera que quien detenta el poder sea un faro de ideas innovadoras. Ningún proyecto nuevo por parte del equipo de gobierno, ninguna crítica ni propuesta nueva por parte de la oposición. Solo tópicos, malos eslóganes políticos, frases hechas, dichos redichos, medias verdades, mentiras, manipulación a la máxima potencia, autoalabanzas y las mismas críticas de siempre que se han vertido por unos y otros ya cientos de veces. Otra oportunidad de avanzar perdida.

Desde el minuto uno de cada intervención quedó claro que los concejales no se tomaron en serio el Debate de la Ciudad de este año, que querían acabar cuanto antes y por ello la mayoría ni siquiera consumió todo el tiempo que tenían para las intervenciones. Al portavoz socialista, Francesc Sanguino, le sobraron 50 segundos en la primera intervención (de un total de quince minutos) y un minuto y 19 segundos en su segunda intervención (de un total de diez minutos). A la portavoz popular, María Carmen de España, le sobró un minuto. Tampoco agotó su tiempo Mario Ortolá (Vox). El portavoz de Compromís, Natxo Bellido, se ajustó a la milésima en sus dos intervenciones, cosa poco habitual. Lo mismo hizo la portavoz de Cs y vicealcaldesa, María Carmen Sánchez. Solo el portavoz de Unidas Podemos, Xavier López, se pasó cuatro minutos en la primera intervención y un minuto y 14 segundos en la segunda, pero la lengua irónica, certera y afilada del edil no estuvo ayer en uno de sus mejores días.

«No he asistido a un debate más flojo ni de menor nivel, salgo sumamente decepcionado», amonestó el regidor popular Luis Barcala haciendo gala de su proverbial inteligencia política para tratar de aprovechar el fiasco y traspasar la responsabilidad a la oposición, olvidándose convenientemente del protagonismo que en el fracaso colectivo tuvieron las dos representantes de su equipo de gobierno, así como él mismo.

El primer edil de Alicante, que comenzó la sesión pidiendo «huir de escaramuzas mediocres para poner el acento en lo que importa», pronto se deslizó por la pendiente del partidismo y en el Debate de la Ciudad puso encima de la mesa críticas al Gobierno de Pedro Sánchez por la pretensión de subir los impuestos, por renegar del español para Cataluña en la Ley de Educación, por tratar de quedarse con los ahorros de los ayuntamientos y por atacar la enseñanza concertada.

El encendido discurso nacional de Barcala llevó a que Bellido -el que mejor estuvo de la oposición en el día de ayer- apuntara con ironía que «no tenemos alcalde, pero nos estamos perdiendo un gran diputado en las Cortes Valencianas o en el Congreso». Al portavoz de Compromís le encanta inventar calificativos y se esmera en ellos. Ayer habló del «bipartito de las 3D: desilusión, desidia y decepción». La réplica le vino por parte de la vicealcaldesa de Ciudadanos: «Las 3D del tripartito fueron dejación de funciones, duelos y desafíos, y desastre», le espetó Sánchez. «Somos una ciudad aislada, no pintamos nada en Madrid y nuestra voz se escucha poco en València», reprochó Bellido.

Fue probablemente el único momento digno de mención en un debate en el que los ediles optaron por leer lo que escribieron, o les escribieron según el caso, quedando en evidencia con frases extemporáneas que tenían en sus «chuletas» que en algunos momentos no venían ni al caso. Así, se escuchó a María Carmen Sánchez afirmar que «no hay modernidad sin libertad» al tiempo que explicaba de su gestión que «ninguna ciudad de Europa tendrá tantos refugios visitables como Alicante».

Y la portavoz del PP, María Carmen de España, dejó boquiabierta a la audiencia al asegurar que el equipo de gobierno ha dado un giro de 360 grados a la gestión del tripartito en el Ayuntamiento. «Ese giro es quedarse en el mismo sitio. Querría usted decir de 180 grados», se le corrigió desde la oposición. La popular, además, se equivocó también al querer expresar lo mucho que ellos trabajan: «Los únicos que nos hemos arremangado los pantalones somos nosotros», sustituyendo las tradicionales «mangas» por unos «pantalones».

Pero la nota la dio Francesc Sanguino (PSOE). Convencido erróneamente de que las musas le han dotado con una vis cómica dijo que iba a usar la tradicional socarronería alicantina para poner en evidencia los puntos flacos de la gestión de Barcala. Ignoro si alguna de las 48 personas -la mayoría seguro asesores- que configuraban la audiencia del pleno en You Tube en esos momentos se rió, pero lo que hizo Sanguino era más fácilmente enmarcable en la digna tradición del esperpento de Valle Inclán que en la comedia de Enrique Jardiel Poncela.

Si alguien le dijo a Sanguino que tan irreproducible disertación le iba a dejar bien, el socialista debería incluirle de inmediato en su círculo de enemigos. Las malas lenguas de su partido afirman que está solo en la agrupación y está en minoría en el grupo municipal. Explican con retintín que presume de la confianza y amistad del también socialista Alejandro Soler, diputado en el Congreso y miembro de la ejecutiva federal del PSOE, como si esta fuera la causa de los cambios que se puedan observar en su proceder.

Pese a rasgarse las vestiduras por tan lamentable debate, el alcalde y la portavoz municipal del PP parece que quieren más y tuvieron a bien despedirnos emplazándonos para 2021. El desengaño descomunal que dijo sufrir Barcala parece que no le lleva a plantearse que algo semejante como lo vivido ayer quizás no merezca la pena repetirlo. El alcalde debería tener presente lo que dijo Tolstoi: «Lo incorrecto no deja de estar mal porque la mayoría participe de ello».

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