Tarde de miércoles. Noviembre. Era un día más en la rutinaria vida de Carlos Zamorano, un riojano afincado en Alicante desde niño. Estaba pidiendo en la céntrica avenida Maisonnave, mientras leía uno de los libros que siempre le acompañan. En un momento, dejó sus exiguas pertenencias resguardadas entre dos salidas de aire del parking subterráneo para ir a un supermercado cercano. Se desplazó apenas una treintena de metros. Cuando volvió, de repente, se había quedado sin lo poco material que tiene.

Las dos bolsas en las que guarda sus escasos bienes personales (un par de mantas, algo de ropa y alguna botella de agua) ya no estaban donde las había dejado. «Un hombre que conozco me advirtió de que la policía había tirado todo a un contenedor cercano», explica Carlos, mientras giraba la mirada hacia su espalda, al recipiente gris del que tuvo que rescatar sus cosas. Aunque no todas: «Tenía una bolsa con algo de comida y eso se quedó en el contenedor. No pude rescartarlo...».

Él no fue testigo de la actuación policial, que parece que se propició porque otro sintecho miccionó en la avenida. Carlos se enteró por Gabi, un alicantino que le relató la escena. «Ante el asombro de todos los que pasábamos por la calle, la Policía tiró a la basura los enseres de ambos [de quien miccionó y de la otra persona]. Imaginad su cabreo [el de Carlos]. Si no le aviso no hubiera sabido qué había pasado con sus cosas», afirma Gabi, quien asegura que no dudó en preguntar a los agentes el porqué de su actuación: «¿Motivo? Ninguno. Soy testigo. Simplemente tenía las dos bolsas con todo lo que tiene. Al preguntarle a la policía, tampoco me dieron ninguna explicación, sólo me dijeron que otro sintecho había orinado en la calle». Para Gabi, testigo de los hechos, lo que sucedió no es motivo para que dejaran al mendigo sin sus escasas pertenencias.

Para Carlos, tampoco. «Cuando me dijeron qué había pasado, me tocó volver al supermercado a comprar un palo de escoba para sacar las bolsas del contenedor. Alguien me dijo que me metiera dentro, pero... ¡ni de coña!», prosigue el sintecho originario de La Rioja, que llegó a Alicante cuando era un niño. Fuentes municipales consultadas por este diario aseguran que no tienen constancia de esa intervención policial, aunque también admiten que no se deja por escrito todo lo que sucede durante un turno.

Dos días después, Carlos estuvo a punto de revivir la misma escena. «Esta mañana [por ayer], estaba tomándome una café en Maisonnave. Había dejado las cosas enfrente. Entonces, he visto que un coche había aparcado al lado, llevaba un luminoso y el logo del Ayuntamiento. Una persona [que no era policía] ha empezado a mirar mis bolsas y me he acercado. Me ha dicho que iba a llevarse las cosas», relata el sintecho, quien sin perder el sentido del humor celebra que al menos esta vez no iban a acabar entre la basura: «Vamos mejorando, no lo iba a tirar al contenedor...».

Ante los dos episodios tan cercanos en el tiempo, Carlos admite que tiene miedo a «levantarse» y dejar sus cosas solas. «No parece casualidad», o eso estima. «Yo me hago cargo de que estoy en Maisonnave, pero no molesto, no grito, no hago nada improcedente ni me pongo en medio de la calle. Intento esconder mis cosas y pedir algo de dinero mientras leo», prosigue Carlos.

Mientras, el bipartito sigue adelante con la tramitación de la polémica Ordenanza contra la Mendicidad y la Prostitución, que incluye multas de hasta 3.000 euros.