No lo llame «prostitución opcional», diga «sugar dating». Un anglicismo y una plataforma digital es todo lo que necesitan algunos fenómenos sociales, antiguos como el mundo, para presentarse como algo fresco y distinto. En este caso, el intercambio de compañía y sexo por dinero en metálico o en especie se presenta como una opción más de ligue del materialismo digital. «Sugar dating» es el nombre que reciben las citas entre personas de mediana edad con altos ingresos -normalmente hombres- y jóvenes atractivos -normalmente chicas-, en las que cada parte aporta sus recursos para negociar algún tipo de relación personal. Aunque el intercambio sexual no siempre se produce, es habitual que sea el motivo último de los encuentros y está implícito en toda la cultura «SD», como abrevian los participantes la figura central de este modelo de contactos, el llamado sugar daddy o «papi de azúcar».

En los últimos meses han proliferado plataformas y aplicaciones especializadas en "sugar dates" en poner en contacto a personas con estos perfiles y alguna de ellas ha visto crecer su número de usuarios un 50% durante la pandemia, como es el caso de Sugar Daters. Esta plataforma, que en una nota de prensa dice que «encontrar un buen marido ha sido, desde tiempos inmemoriales, la ambición por excelencia», asegura que hay una relación de cuatro chicas por cada hombre dentro de su plataforma en la provincia de Alicante.

Funcionamiento

Otra de estas aplicaciones, Glambu, se anuncia en Instagram con la foto de un sexagenario que sirve una copa de champán a una veinteañera en minifalda en el interior de una limusina bajo el texto «la app de citas para empresarios». Una vez registrado, la app asigna el rol de «dama» si la foto es de una chica y de «caballero» si se trata de un hombre, como ha podido comprobar este diario. A las jóvenes se les anima a incluir en la breve descripción de su perfil qué tipo de regalos les gusta recibir. Muchas usuarios especifican un iPhone, viajes, joyas, moda e incluso un grado en Derecho.

La interfaz es similar a Tinder u otras aplicaciones de contactos para ellos, ya que pueden elegir a quien escribir para quedar entre un «catálogo» de fotos, pero para ellas es un simple buzón: no pueden ver ni interactuar con nadie si no son contactadas primero. Si han interesado a algún «caballero», la app les notifica que tienen una «oferta» y eligen si hablar con él o no. Si acepta, la app facilita el móvil de la chica.

El modelo de negocio de esta plataforma se basa en el cobro por uso de la app a los hombres. Son ellos los que deben pagar una cantidad -12 euros por una semana de uso, alrededor de 240 todo un año- para acceder al listado de jóvenes y hacerles llegar sus propuestas.

La mecánica varía en cada plataforma, pero todas tienen en común la división de los usuarios por el tipo de capital -económico o erótico- que están dispuestos a intercambiar. En Sugar Daters se puede ser dos tipos de persona: una con «éxito y generosidad» que busca «a quién mimar» o bien un usuario con «belleza y encanto» que busca «a alguien que me mime».

La socióloga Esther Torrado, de la Red Académica de Estudios de Pornografía y Prostitución, entiende que el planteamiento de las apps es una «mercantilización de las mujeres» y promotor de «de una desigualdad absoluta», ya que, en el caso de Glambu, «los hombres eligen según las características físicas de ellas y las mujeres no pueden elegir».

¿Delito?

El fiscal de Extranjería Joaquín Alarcón se toma un momento tras conocer cómo funciona esta app. «Yo creo que hay prostitución. Muy encubierta. Pero no parece que haya delito. Para que haya proxenetismo alguien debería lucrarse y haber vulnerabilidad o explotación», explica, señalando con el dedo el artículo 187 del Código Penal. Legalmente, el lucro que obtienen con esta actividad que facilita la prostitución «no parece muy perseguible» penalmente.

En efecto, la alegalidad de la prostitución en España sólo deja espacio para castigar la explotación sexual si concurren estas condiciones , una práctica que, de momento no parecen estar usando estas plataformas para captar clientes a costa de los jóvenes. La Policía Nacional no tiene constancia de denuncias en la provincia relacionadas con aplicaciones de «sugar dating».

«Me invitaban a cenar y me pedían fotos desnuda»

Vicky es una joven de 28 años de Venezuela que vive en la provincia desde hace un año. Trabaja de interna en una casa y ha estado durante una semana en Glambu. «Me metí porque me lo recomendó una amiga, para conocer gente. Estoy bastante sola aquí», cuenta. Vicky ha sido una «sugar baby» accidental: no sabía en qué consistía la app. Al contrario que otras chicas del «catálogo», sus fotos eran discretas y no especificaba ningún regalo. Dejaba claro que no buscaba hombres de más de 40 años. Pero el «sugar dating» no funciona así.

«Me escribieron dos señores en todo este tiempo, uno de 62 y otro de 50. Me preguntaban cómo estaba, me decían que eran empresarios y que si quería salir a cenar. Al principio eran muy amables, pero después fueron irrespetuosos», explica la joven por mensaje, todavía asombrada al descubrir dónde había estado buscando «una relación de amistad o algo normal». «Yo les hablaba porque pensaba “pobrecitos, están solos”».

Su percepción de estos «viejitos» y de la app cambió pronto. «Uno de ellos me dijo al día siguiente que me invitaba a cenar donde yo quisiera y empezó a pedirme fotos personales. Quería que me desnudara y ver mi cuerpo, decía. El otro me dijo que estaba en la ducha y que quería hacer una videollamada, que tenía una sorpresa para mí», recuerda Vicky, quien cortó la comunicación tras decirles que ella «no buscaba eso». «La culpa es mía por no saber dónde me metía». Sí sabe qué es «sugar dating»: «Eso es vender tu cuerpo y no respetarte». Al contrario de lo que intentan normalizar estas apps, ella cree que «es imposible que una chica joven se sienta atraída por alguien tan mayor». «Si hay sexo es sólo por dinero», afirma. Ya ha borrado su cuenta.

Carmen Delgado, catedrática de Psicología de la Universidad de Salamanca, cree que detrás de estas aplicaciones «por supuesto que hay una propuesta de la opción prostitucional para las chicas: sé protagonista del mito de ‘Pretty Woman’; lleva la ficción a tu vida: puedes encontrar el príncipe azul que se enamore de ti cuando descubra tus encantos sexuales. Nefasto», concluye la psicóloga.