Vivir en un pueblo es hacerlo a otro ritmo. Tanto que, cuando la pandemia azota sin descanso, algunos de ellos están viviendo en un «oasis» en el que el coronavirus no ha conseguido entrar desde marzo. En la provincia, cerca de una treintena de localidades no han registrado ningún positivo por covid-19 en estos meses, todos ellos en la Marina Baixa, la Marina Alta, l’Alcoià y el Comtat; con solo una excepción, el Camp de Mirra, en Alto Vinalopó.

Y, ¿cuál es la razón de que el virus aún no haya entrado en ellos? Pues algunas fuentes lo tienen claro: la poca movilidad y la responsabilidad personal y colectiva, unido a una limpieza y desinfección constante y las mascarillas.

En la Marina Baixa, son seis los municipios en los que no se han detectado ni un positivo desde marzo, según las cifras oficiales que publica la Conselleria de Sanidad. Tàrbena, Bolulla, Beniardà, el Castell de Guadalest, Confrides y Benifato han mantenido a raya al virus con cero positivos. Todos ellos municipios de menos de 700 habitantes y situados en el interior de la comarca. En la Marina Alta, l’Alcoià y el Comtat el patrón se repite: pueblos cuya población no supera los 600 vecinos como Agres, Millena, Benillup, Tollos, Senija o Vall de Gallinera, entre otros.

Pero también tienen otra característica en común: una población envejecida que se sitúa en la zona de riesgo a la que un brote les afectaría especialmente. Ellos, los más mayores, parece que lo tienen claro y han entendido que con una pandemia, cumplir con las medidas sanitarias es lo más importante. A llevar la mascarilla para todo se une que cumplen con la distancia de seguridad y que esos paseos que antes acababan en una reunión entre los mayores del pueblo en un banco «arreglando el mundo» o la partida en el bar u otro lado ha desaparecido de sus vidas.

«La gente más mayor se queda en casa o van a comprar pero intentan no juntarse con nadie, y menos con turistas», aseguró el alcalde de Bolulla, Adrián Martínez. Este pequeño municipio lleva desde marzo intensificando la limpieza y desinfección de todas las zonas más concurridas pero, además, sigue repartiendo mascarillas entre sus vecinos como ya hiciera hace ocho meses. «Cada dos o tres semanas repartimos por los domicilios pero también en el supermercado o en el bar», indicó el primer edil. Y tanta es la concienciación de los vecinos, jóvenes y mayores, que «a veces nos llaman para avisarnos que han venido turistas y no van con la mascarilla». En Benifato, su alcalde David Blanes indicó que «la gente mayor se lo ha tomado muy en serio» y «además siempre hemos ido por delante del Consell o el Ministerio dando información o precintando zonas como parques». A ello se sumó que los jóvenes ayudaban a los mayores a comprar para que no salieran de casa. Todo para que el virus no entrara en el pueblo ni en la primera ni en la segunda ola.

Como ellos, en el resto de pequeños municipios la tarea que están realizando los ayuntamientos es similar. Con los medios económicos y materiales que tienen ellos mismos proceden cada semana a desinfectar el pueblo e instalaciones. En Confrides, las tareas se centran en el colegio desde que abrieron y en esas zonas comunes. Su alcalde Rubén Picó explicó que «tenemos población muy mayor» pero que «llevan todos mascarilla y cumplen con las restricciones a rajatabla». En Benifato «no hemos dejado de fumigar y limpiar desde marzo».

Poca movilidad

Si hay algo en lo que coinciden la mayoría de alcaldes y también fuentes sanitarias es que la poca movilidad, tanto de los de dentro hacia fuera del pueblo como al revés, es clave para mantener controlados los brotes. Aún así indican que «no hay que relajarse porque el trabajo bien hecho se puede estropear en un día si alguien tiene un desmán». Algo que los más mayores y los municipios más pequeños parece que tienen claro para mantener lejos el virus de sus pueblos.