Una noche eufórica. Bailes hasta las tantas de la madrugada y muchas ganas de pasarlo bien. La discoteca cierra y el hambre apremia. Es la hora de comprar una hamburguesa en el puesto de la esquina, «el que nunca echa la persiana», o mejor un «snack», mejor un «creppe», en aquel otro local para reponer fuerzas. Esta sería la secuencia de la madrugada de un sábado cualquiera para consumidores del ocio nocturno antes de que la pandemia del covid-19 cambiase todos los esquemas y nos confinase a partir de la medianoche.

Con el toque de queda decenas de establecimientos de alimentación que abrían 24 horas han bajado casi a la mitad la facturación por no poder hacer caja por la noche. Ahora sólo se aferran a los beneficios del día a pesar de que este tipo de locales sacaban pecho en los horarios nocturnos, cuando tenían un gran nicho de mercado especialmente por todos aquellos jóvenes que salían de fiesta y antes de llegar a casa, o mientras esperaban un taxi, consumían en estos negocios.

Este tipo de establecimientos no están obligados a cerrar por el estado de alarma ya que ofrecen productos de primera necesidad como la alimentación, pero muchos están optando por echar el cierre antes del toque de queda porque los gastos de luz y de personal son más altos que los ingresos. Los «valientes» que deciden abrir han notado una bajada de las ventas de más de un 90% en estas franjas porque, ¿quién puede consumir en ellos cuando dan las doce de la noche? Prácticamente nadie, solo aquellos usuarios que estén autorizados a estar en la vía pública por cuestiones laborales y otros supuestos contemplados en la normativa sanitaria.

No vale la excusa de bajar a la tienda del barrio de madrugada para llevarte un litro de leche o una barra de pan, si no que se lo digan al grupo de alicantinos multados hace unos días por deambular a las tres de la madrugada para comprar pipas en uno de estos establecimientos. Estos casos son residuales, por lo que con esta restricción nocturna la clientela habitual para los 24 horas que sí abren ahora está formada por agentes de policía, bomberos, algún que otro sanitario o personal de limpieza, que tienen justificada su salida.

Un establecimiento 24 horas en El Raval de Elche que ha decidido cerrar a la misma hora que los bares porque no les sale rentable abrir de madrugada. | ANTONIO AMORÓS

La mayoría de empresarios han determinado el cierre a la misma hora que bares y restaurantes. Podría ser el caso de Mara Ruiz Álvarez. Autónoma. Ha decidido reducir muchas horas de servicio en Luna 24 horas, su establecimiento de El Raval en Elche. Desde que las discotecas quedaron restringidas ya no tiene ese filón, que para ella suponía casi el 40% de la facturación. «Detrás de mi tienda había pubs y salían y se retiraban a las 3 o a las 4 y se llevaban un cruasán o algo. He notado que si por la noche hacía 300-400 euros de caja por patatas fritas, pan pizza o bollería, ya no me los hago y si dejo abierto es más gasto de luz y trabajadores, me sale caro abrir para llevarme cuánto, ¿30 euros?», señala esta ilicitana, que ha tenido que prescindir del chico que trabajaba en el turno de noche. «Todo esto un desbarajuste».

Rosa Cano, encargada de la tienda Deshoras de la avenida de Orihuela de Alicante, reseña que es la única de las cinco tiendas de la franquicia en la ciudad que ha optado por abrir ya que el resto se han visto muy agraviadas al cortarse el ocio nocturno como el local del Postiguet. La facturación en la noche ha caído más del 95%. De igual forma, tampoco detectan que haya aumentado el número de jóvenes que compran alcohol antes de la medianoche para juntarse en casas, donde la policía no puede seguir la pista.

Medianoche y ruina para los 24h