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Morir de hambre o de covid

Las ONG alicantinas se centran en proyectos de emergencia en países en desarrollo tras suspenderse por la pandemia los viajes de atención sanitaria y los eventos para recaudar fondos. Ruegan que no cese el espíritu solidario de la provincia

Proyecto de emergencia alimetaria en la población india de Bihar, apoyada desde Alicante por voluntarios de Manos Unidas.

En 2007, Don Joaquín ya estrechaba su mano usando solo tres dedos. Había sido misionero en Perú y ese gesto le había salvado la vida. La explicación es sencilla: dejaba libres pulgar e índice para poder utilizarlos como cubiertos sin temor al contagio... Hoy, en plena pandemia, ya no es extraña la actitud del sacerdote, pero las distancias entre primer y tercer mundo siguen siendo enormes. «Ellos tienen dos opciones: morirse de hambre por no salir a la calle a buscar alimento o de coronavirus. ¿Cuál escogerías tú?», apunta Charo Martínez, presidenta de Manos Unidas Alicante.

Sin querer infravalorar los efectos de la crisis sanitaria en España, ni de sus consecuencias sobre la economía, quizás «vale la pena detenerse un momento a pensar en los que verdaderamente no tienen nada que echarse a la boca; ni antes, ni ahora. Y ahora mucho menos», expone José Abad, responsable de proyectos de la ONG ilicitana Tushirikiane.

África y Sudamérica, también India, centran la atención de numerosas y pequeñas ONG surgidas en la provincia de Alicante en las últimas décadas para ayudar a miles de personas que «no entienden tanto de coronavirus porque su existencia ha sido una continua lucha contra epidemias mortales y contra la peor de todas, el hambre», apunta Charo Martínez.

Los países en vías de desarrollo en los que trabajan organizaciones como las dos ya citadas, Rafiki (Alicante), Visión Solidaria y Toobabs Team (Elche), Chambáa y ACCI-Asociación Contra la Ceguera Internacional (Elda), están viviendo una situación «crítica», según coinciden los portavoces de estas entidades solidarias.

Proyecto para obtener agua potable en África. | INFORMACIÓN

La pandemia mundial ha suspendido viajes de cooperantes con proyectos sanitarios, de ingeniería, alimentación y de construcción de colegios, hospitales... Por ejemplo, el presidente de la ACCI eldense, Pablo Vélez, recuerda cómo «en marzo teníamos a punto de salir a una expedición con dos oftalmólogos, un médico generalista, tres enfermeros, dos ópticos y un anestesista rumbo a Burkina Fasso. Tres días antes del viaje, las autoridades nos suspendieron todos los permisos de vacaciones y nos tuvimos que quedar». Unas 100 personas no han podido ser operadas de cataratas y no se han podido pasar otras 250 o 300 revisiones completas.

En Senegal continúan en marcha los proyectos de alimentación y atención sanitaria -un centro de salud que atendió a mil pacientes en octubre- de la ONG Toobabs Team, «pero los voluntarios no han podido viajar para seguir impulsándolos», explica la presidenta, Carmina Miralles, quien pide que «no nos olvidemos de los que no solo ahora, sino siempre, lo están pasando mal». Esta entidad cuenta con un proyecto, con la Fundación Salud Infantil, que ha tenido que clausurarse por el covid. Allí, un fisioterapeuta y una trabajadora social ofrecían apoyo a familias con niños con problemas de desarrollo físico o cognitivo.

Desde Elche también se anularon los viajes a Guinea Bissau y Haití. «En febrero sí contamos con voluntarios iniciando un proyecto de salubridad de agua en el país africano», recuerda la presidenta de la ONG Visión Solidaria, María Andreu. Esta entidad trabaja en programas para divulgar la defensa de los Derechos Humanos y los Derechos del Niño. «Esperábamos poder volver a Guinea en noviembre para acabar el estudio de los pozos. No ha podido ser. Y queríamos ir con voluntarios a Haití a un campamento infantil, pero nada. Lo único que hemos hecho es enviar el dinero para que se pudiera desarrollar y para mantener a los becados de estudios que tenemos», dice Andreu.

Tushirikiane, por ejemplo, no ha podido aceptar nuevos ingresos en su centro de nutrición infantil en Kenia y lamenta que una plaga de langostas como nadie conocía ha empeorado la situación en el citado país y en Etiopía y Tanzania.

La responsable de Comunicación de Rafiki Alicante, María Rosa Mirasierras, expone las dificultades para mantener la atención a 400 niños escolarizados en Uganda y para sus acciones sanitarias y agrícolas. «Nuestros voluntarios -médicos, oftalmólogos, ópticos, dentistas...- han tenido que suspender los viajes. Un ingeniero agrónomo iba a acudir para formar a los técnicos de allí en optimización de las cosechas y mejoras en el riego. Tampoco ha podido ir».

Y conseguir financiación también está siendo muy complicado. «Con muy poco allí se hace muchísimo. Por ejemplo, un colegio se puede construir con 40.000 euros. Pero no hemos tenido oportunidad de lograr fondos porque no hemos podido realizar acciones como nuestra fiesta en Benidorm, con la que conseguimos el año pasado unos 8.000 euros», explica Mirasierras.

Centro de nutrición de Tushirikiane en Kenia. | INFORMACIÓN

Rafiki también ha sentido la crisis económica que sufre la industria alicantina. «Es comprensible. Muchas empresas que todos los años contribuían con una importante aportación para el colegio lo están pasando muy mal. Hay personas que no pueden apadrinar a un niño por 18 euros al mes porque están en el paro», apunta Mirasierras.

María José López, de Manos Unidas Benidorm, también lamenta que «no pudimos hacer la comida solidaria de abril, una actividad esencial para nosotros». José Abad, de Tushirikiane, comprende que «algunos recibos mensuales de socios llegan devueltos» y lamenta no haber podido realizar acciones como la marcha solidaria al Pantano, «con las que recaudábamos fondos para Kenia, Uganda y Etiopía. Tampoco estamos vendiendo lotería de Navidad porque la mayoría de los voluntarios son personas mayores y no vemos adecuado ponerles en riesgo». Para mantener la actividad «hemos reducido gastos. Volvemos a nuestros orígenes, en casa. Hemos dejado nuestra sede, por tanto ni alquiler, ni luz, ni agua, ni internet... Con el ahorro nos dotamos de fondos para los proyectos del año que viene. Los de este año ya estaban financiados en enero», asegura Abad.

Desde la ONG Toobabs Team «tampoco hemos podido realizar eventos para recaudar», señala Miralles, quien resalta «la suerte que tenemos de seguir sintiendo el apoyo de los empresarios. Nos consta que están realizando un esfuerzo extraordinario para estos proyectos, que son esenciales para las personas más necesitadas a las que no debemos olvidar nunca». A su vez, Miralles agradece «el sobreesfuerzo de los trabajadores del centro de salud de Senegal y el impulso que nos da a todos la hermana Sor Regina Casado, nuestra contraparte allí, que sigue luchando como una jabata para que los proyectos salgan adelante. Es el motor de nuestra ONG para trabajar contra la malnutrición de cientos de niños y familias».

Suspendidos eventos de recaudación y viajes de voluntarios, reducidas las posibilidades económicas de las ONG, que tienen parados sus proyectos. ¿Qué están haciendo estas organizaciones?

En general, las acciones solidarias alicantinas se están centrando en planes de emergencia para enviar dinero, alimentos y materiales, así como en intentar mantener todo lo que estaba en marcha. «El 90% del tiempo lo dedicamos a emergencias», expone la presidenta de Manos Unidas, entidad con proyectos en África y Sudamérica, donde, según concluye Martínez, «necesitan de inmediato alimentos, agua, jabón, mascarillas... Están tapándose la boca y la nariz con cartones para no contagiarse».

La incidencia del virus parece baja pero es difícil medirla

En general, las ONG alicantinas coinciden en remarcar que la incidencia en los poblados con los que cooperan ha sido baja, mucho menor que en España, «pero claro, no tienen test, es imposible medirlo», remarca Rafael Madrid, de Chanbáa. Esta entidad, con actividad en Togo y Burkina Fasso, atiende sanitariamente a poblaciones que «viven separadas unas de otras», por lo que el contagio es menos probable. «Y tienen pocos espacios interiores para compartir, viven en la calle», apunta. Además, las ONG coinciden en destacar que «ellos están más acostumbrados a luchar contra las pandemias».

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