No se habían recuperado del tsunami de primavera cuando se han visto engullidos por la segunda ola de la pandemia de coronavirus. El personal de las UCI de la provincia vuelve a ponerse en primera línea de la trinchera en la lucha contra el virus. Lo hacen cansados y muchos de ellos enfadados. «Sigue habiendo mucha gente que cree que esto es como una gripe y llevan una vida normal. Aquí dentro ves cosas terribles y te das cuenta de que el virus es como una lotería de la que nadie está exento». Quien así habla es una enfermera de la UCI del Hospital General de Elche que prefiere mantener el anonimato y para quien apenas ha habido respiro desde que el pasado mes de marzo empezó la pesadilla. «Dimos de alta al último enfermo de covid de la primera ola a finales de julio y el 4 de agosto ya nos llegaba el primero de la segunda ola». Para esta profesional, hay una gran diferencia a lo vivido la pasada primavera. «Entonces se paró todo el país, lo que hizo que tuviéramos un pico muy elevado, pero que bajó muy rápido. Ahora hay que alternar la asistencia al covid con la actividad normal del hospital, por lo que esto es un goteo al que no le vemos fin».

Para Dori Alcalá, responsable de la UCI en el Hospital General de Elche, nueve meses de pandemia han ayudado «a que al menos ya no haya la incertidumbre y el miedo que teníamos al principio. Ahora al menos sabemos lo que tenemos entre manos y eso hace que se vean las cosas de otra manera, lo que no resta para que estemos muy cansados porque el tiempo sin pacientes ha sido muy breve entre las dos olas».

En los boxes de estas unidades, preparadas para cuidar de los enfermos en situación crítica, los epis vuelven a formar parte de la rutina diaria de trabajo. «Sólo el que ha trabajado en estas circunstancias sabe lo que es. Estás incómoda para hacer las técnicas, el traje no te deja transpirar, sudas, las gafas se te empañan, notas las gotas de sudor cómo te van cayendo... y así durante al menos una hora y media», explica H. E., enfermera en el Hospital de Torrevieja. Para esta profesional esta segunda ola «nos está dejando ko, hay días que te vas a casa llorando porque psicológicamente te sientes al límite».

Protección antes de entrar a uno de los boxes donde están los enfermos. antonio amorós

La falta de personal especialmente preparado para trabajar con enfermos al borde de la muerte es algo que preocupa a la enfermera de la UCI de Elche. «Se habla mucho de los respiradores y de las camas y poco del personal. No todo el mundo puede pasar por aquí. Hay veces que mandan a compañeros que han estado en otros servicios y cuando entran ponen los ojos como platos de lo que se encuentran dentro. Por eso es importante que quienes se forman en este servicio, después no los muevan».

La ausencia de un tratamiento efectivo contra la enfermedad es lo más descorazonador para José María Núñez, vocal en la provincia de Alicante de la Sociedad Valenciana de Medicina Intensiva. «Sabemos qué tratamientos no son efectivos, pero no hay un fármaco que sea claramente bueno y que cambie el pronóstico de la enfermedad».

Y pese a que en estas unidades están acostumbrados a ver morir a sus enfermos, esta pandemia está dejando historias que nunca olvidarán. Para Núñez fue especialmente duro el caso de una mujer de 43 años que se contagió a raíz de un brote social y falleció. «Dos semanas antes estaba haciendo una vida normal». O el de un chico que pegó la enfermedad a su padre y perdió la vida, «algo con lo que tendrá que vivir siempre». Para Dori Alcalá fue especialmente duro atender a un compañero contagiado o ver a chicos jóvenes al borde de la muerte a causa del covid.

Estos casos hacen que la «nueva normalidad» no exista para quienes trabajan dentro de las UCI. «Desde que estalló la pandemia hablamos con nuestros padres por videollamadas, es así, no queda otra», sostiene José María Núñez. «No nos cansamos de repetir a nuestra familia y a los amigos, desde que estalló la pandemia, que se cuiden», señala Dori Alcalá. Para esta profesional el coste emocional para los sanitarios está siendo muy grande. «Nos separamos de nuestras familias. Conozco casos de parejas que los dos eran sanitarios y cuando estalló la pandemia dejaron a los niños con sus abuelos y no los vieron en tiempo, eso es muy duro».