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Contracrónica

Una ligera cachetada

Por 15 votos frente a 14, Barcala entró en el club de los primeros ediles alicantinos reprobados. No fue un tirón de orejas en toda regla ni siquiera un pellizco. Nada que ver con lo que vivieron Castedo y Echávarri

El alcalde de Alicante, Luis Barcala, ayer, en su despacho. |

Pese a que «la puntualidad es deber de caballeros, cortesía de reyes, hábito de gente de valor y costumbre de personas educadas» (Luis XIV de Francia, «Rey Sol»), en el pleno telemático del Ayuntamiento de Alicante era palpable que el equipo de gobierno, PP y Cs, quería cuanto más tarde mejor el debate del punto en el que el PSOE y Unidas Podemos planteaban reprobar al alcalde, Luis Barcala (PP).

Con la ayuda de asuntos de tal enjundia en la esfera municipal como posicionarse sobre la nueva ley de Educación de Celaá y pedir al Gobierno que retire la reforma de la Ley Orgánica del Poder Judicial, el bipartito fue quemando minutos y logró que el suculento asunto del que todos estaban pendientes se atacara a las 14:51 horas, tras cinco horas de soporíferas y cuestionables opiniones. Teniendo en cuenta que hay 29 concejales y en torno a 40 asesores cuya atención es más que recomendable, la ridícula cifra de solo 31 espectadores siguiendo la sesión plenaria en ese momento no se puede calificar más que de un éxito para el primer edil que buscaba pasar lo más desapercibido posible.

Por 15 votos (PSOE, Unidas Podemos, Compromís y Vox) frente 14 (PP y Cs) Barcala pasó su Bar Mitzvá particular y entró en el club de los primeros ediles alicantinos reprobados. No fue un tirón de orejas en toda regla ni siquiera un pellizco retorcido, más bien una cachetada rápida y ligera. Nada que ver con las dos de su antecesor en el cargo, el socialista Gabriel Echávarri, o los dos intentos que sufrió la popular Sonia Castedo.

El ritmo de reprobaciones en el Ayuntamiento de Alicante empieza a ser digno de una tesis doctoral. Por el momento, las hay frustradas, como las dos contra Sonia Castedo (en 2012 y 2014) por el caso Brugal, que no prosperaron por la apabullante mayoría absoluta de los populares de entonces en el Ayuntamiento.

Las hay de guillotina, como las dos «mortíferas» que en apenas un mes, en 2017, aniquilaron al socialista Gabriel Echávarri por fraccionar contratos y por represaliar a una funcionaria, cuñada de Barcala. El exacalde gobernaba en minoría y sus reprobaciones fueron la antesala de su dimisión tras ser doblemente imputado por la Justicia.

Y está la de Barcala. Correcta y light. Se le acusa de algo muy feo, pero muy habitual para un político: presionar y coaccionar a hosteleros para que no se reunieran con el PSOE. Pero todo en plan «presuntamente», y eso que el portavoz municipal socialista, Frances Sanguino, aseguró, incluso, haber presenciado una de las «supuestas» y «presuntas» coacciones telefónicas del alcalde a la hostelería. Sanguino dijo de Barcala que es «un digno representante de su partido» para a continuación llamarle poco más o menos que embustero patológico, enumerando los escándalos nacionales que han protagonizado los populares.

Quizá asustado porque se le pudiera ir el verbo con el alcalde alicantino, el socialista aclaró que «usted no es un corrupto pero representa como nadie la prepotencia», subrayó que en su intervención había usado aliteraciones, quizá por si nos pasaban desapercibidas, que nos pasaron; y concluyó echando mano de Oscar Wilde para hablar del retrato que colgará de Barcala en el Salón Azul junto con los alcaldes alicantinos cuando deje el cargo: «Será un retrato ajado de Dorian Grey», quizá intentando una metáfora entre el popular y Mefistófeles, aunque quién sabe.

Xavier López, portavoz de Unidas Podemos, puso encima de la mesa «la mentira de la concejala», Lidia López quien comunicó a los hosteleros que iban a cerrar los negocios para negarlo más tarde como si de un bulo se tratara y acabar en una parodia poco edificante reconociendo que ella era la que había lanzado el bulo. «Debe darnos explicaciones sobre este barcalabulo», dijo el edil.

Vox votó a favor de afear la «presunta» poco ética conducta del alcalde, pero sin estridencias, que está pendiente el presupuesto municipal y no se quieren muchos líos; y Natxo Bellido (Compromís) hizo al primer edil preguntas que estaba seguro iban a quedar sin respuesta: «¿Sabía que la edil era la responsable de difundir el bulo a la hostelería?».

De Ciudadanos, el alcalde del PP recibió lo que esperaba de «un socio leal», como se autocalificó el portavoz de Cs, Antonio Manresa: un apoyo escueto, oficial, sin adornos, no vaya a creerse Barcala que se lo dan de verdad y se crezca. Y a la portavoz popular, María Carmen de España, se le escuchó lo que le hubiera gustado decir al alcalde y no dijo. Estuvo desconocida, hasta la voz parecía que no era la suya. Incluso hizo una broma con gracia. «Este es el pleno de la cortina de humo, una maniobra de distracción de las cocinas del Botànic. Es la película de ‘Señor y señora Smith’, con Ximo Pitt (por Puig) y Mónica Jolie (por Oltra) como protagonistas».

Cerrabas los ojos y podías imaginar que eran palabras de Barcala. Pero no, el alcalde optó por seguir la estela de Echávarri y no se dio importancia, no dijo ni mu, como si la cosa no fuera con él. Quizá, le quita importancia al hecho porque su reprobación es la cuarta en este mandato, tras las de los concejales Rafa Mas (Compromís), Mario Ortolá (Vox) y la vicepresidenta del Consell, Mónica Oltra. Deben llevar cuidado los ediles alicantinos con no abusar, hasta a Rocío Jurado se le rompió el amor de tanto usarlo.

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