La crisis sanitaria originada por el coronavirus ha acabado forzando las frágiles costuras de la Sanidad con mayúsculas, llevando al sistema en general, y a los profesionales sanitarios en particular, a una sobresaturación a la que no ven salida, ante la sucesiva progresión de una ola tras otra de contagios.

La punta del iceberg de esta crítica situación se plasma en un clima de crispación que incrementa las agresiones a facultativos y enfermeros, más de 400 en la Comunidad este año y una de cada siete físicas, según datos de la conselleria. Proceden de pacientes que se sienten desatendidos porque casi todo lo ocupa el covid.

Los intentos de los responsables sanitarios por potenciar y dotar de nuevas centralitas telefónicas a los centros de salud sigue sin paliar la demanda de los usuarios, y un día sí y otro también, los profesionales se ven obligados a recurrir a agentes policiales para conminar a quienes insisten en ser atendidos sin cita, aduciendo que llevan días sin que les cojan el teléfono. Lo siguen denunciado usuarios de los centros de salud en Alicante, y en la Vega Baja incluso han optado por instalar cámaras y contratar agentes de seguridad para controlar la desazón de los pacientes.

Similar precariedad se traslada a los centros hospitalarios, en los que las listas de espera se han visto engrosadas con una media de 2.000 pacientes más que sufren demoras de hasta medio año para ser operados. En el conjunto de la provincia unas 20.000 personas están afectadas. Amén de esta demora en el quirófano, los propios profesionales médicos, entre ellos oncólogos, muestran su inquietud porque pacientes mayoritariamente mayores y crónicos, hayan aparcado el necesario control médico ante las dificultades de contactar con el profesional y también por temor al covid. A medio plazo auguran un aumento en la gravedad de los males e incluso situaciones que pueden resultar irreversibles por la ausencia de un seguimiento preventivo adecuado para evitarlo.

Entre las especialidades con mayor demora figuran Traumatología y Pediatría, que superan el medio año de espera en las intervenciones.

Pacientes en cola para acceder a un centro de salud de Alicante. HÉCTOR FUENTES

Esta sobrecarga de trabajo agrava más, si cabe, la fragilidad de un sistema sanitario que el covid ha convertido en una olla a presión, desbordada por los dos frentes citados: pacientes desatendidos y profesionales sobresaturados a quienes no se da tregua ni siquiera en vacaciones.

La conselleria ha vuelto a prorrogar esta misma semana las medidas excepcionales para todo el personal del sector que, en función de la evolución de la pandemia, deberá estar a disposición y olvidarse de cualquier tipo de permisos, si hiciera falta, e incluso pasar a reforzar los servicios que lo requieran en un momento dado «mientras el virus siga entre nosotros», como recalca la propia consellera, Ana Barceló.

A las puertas, por tanto, de un nuevo puente vacacional, y de las fechas por excelencia para las reuniones sociales y familiares por Navidad y Reyes, las consecuencias de la pandemia evidencian que en el departamento de Sanidad se sigue salvando la situación puntualmente, a costa de recursos principalmente humanos para los que históricamente se viene reclamando una mayor dotación.

El representante autonómico de los aproximadamente 10.000 profesionales de Enfermería en la provincia, Juan José Tirado, urge 2.200 enfermeras para llegar a la media del país que es de 560 por cada 100.000 habitantes, frente a las 512 de la Comunidad. Este verano advertía de que se funciona «a golpe de urgencia», y la situación se ha tensionado hasta el punto de que los esfuerzos y dotaciones extra realizados por la titular de Sanidad siguen resultando insuficientes.

No es poca cosa aumentar la plantilla de sanitarios de la provincia con 2.000 nuevos contratos para combatir el covid, un 12,5% más, pero los representantes del sector lo consideran un «parche» obligado por la excepcional situación, que ni de lejos solventa el déficit de sanitarios que sitúan entre un 25% y un 30%, según cifran el CESM y CC OO para una plantilla que ronda las 16.000 personas en la decena de hospitales de la provincia y el conjunto de los centros de salud. La falta de sanitarios superaría según estas estimaciones los 4.000 efectivos en la provincia.

La presidenta de la Sociedad Valenciana de Medicina Familiar y Comunitaria, Mari Ángeles Medina, abunda que en las consultas arrastran tanto la falta de plantillas como de medios tecnológicos, así como un exceso de burocracia «cuando lo que queremos es ser médicos», puntualiza.

Pero tampoco las oposiciones previstas, que debían estabilizar y mejorar la situación laboral de más de 13.000 sanitarios en la Comunidad, van al ritmo que reclama el sector. Esta misma semana se han engrosado la oferta con 1.500 plazas más, pero se calcula que las convocatorias se dilatarán años y de momento solo se han lanzado especialidades con pocas plazas y a cuenta gotas. Esta es una de las causas que lleva a médicos recién formados a preferir otros países y autonomías donde son mejor pagados -en Murcia sin ir más lejos-, y obtienen de entrada la estabilidad laboral que aquí se les hurta, como destaca el decano de Medicina en la Universidad Miguel Hernández, Antonio Compañ. «Ante tanta inseguridad, y formados también en idiomas, no dudan en salir, Europa ya no es el extranjero para ellos», sentencia.

Los últimos datos recabados por la Organización Médica Colegial apuntan a que más de 300 de estos profesionales salen de la Comunidad al año, con menos de 35 años en su gran mayoría y cuyos destinos preferentes son el Reino Unido, Francia, Irlanda, Italia y Alemania.

La presidenta del colectivo médico en la provincia, Isabel Moya, coincide con el presidente de Enfermería Comunitaria, José Ramón Martínez Riera, en que la desinversión sanitaria que arrastra la Comunidad se ha puesto especialmente en evidencia con la pandemia. «Nos ha cogido en pañales por la precariedad laboral y la obsolescencia de medios, además de poner de relieve la politizada gestión sanitaria, que hay que profesionalizar», subraya Moya. Martínez Riera añade que el covid ha dejado patente que la Salud Pública no cumple las funciones que debe y ha hecho añicos el sector de Enfermería por la progresiva degeneración de la atención primaria hacia la medicalización. «La pandemia lo ha dejado todo al descubierto de forma descarnada y la coordinación y humanización se han visto resentidas. Se ha demostrado que el sistema está caduco», concluye.