Sentado en una silla frente a la destrozada fachada del hotel Nadal, Vicente Pérez Devesa, entrañable alcalde de Benidorm, seguía con la mirada los pasos de aquel ingeniero inquieto que se movía entre los escombros. Había requerido urgentemente su presencia para que maniobrara a su leal saber y entender con tal de apuntalar aquel edificio de catorce plantas y evitar que se viniera abajo tras quedar dañado seriamente por los efectos de una bomba que unas horas antes había hecho estallar un comando de ETA, culminando un atentado más en la campaña de terror iniciada por la banda terrorista contra el turismo. Entre el polvo, el calor del verano y el miedo en el cuerpo que generaba abrirse paso entre la dañada estructura, Florentino Regalado escuchó una voz reclamando su presencia para dar parte de los daños al ministro de Interior, Ángel Acebes, que acababa de llegar al lugar para conocer in situ la nueva huella etarra.

-¿Sabe usted lo que lleva entre manos?, preguntó Acebes.

-Sí, señor ministro, y también sabemos que el edificio se puede caer, pero si tiene alguna duda y quiere ser usted el que dirija todo esto…

Acebes intuyó al instante que el ingeniero que tenía enfrente no estaba muy dispuesto a dar cuerda al diálogo ni a resolver dudas estériles, así que dio un paso atrás en actitud de disculpa.

-No se ponga usted así y siga trabajando, que cuenta con nuestro apoyo.

Las pautas marcadas por Regalado tras evaluar los daños sirvieron para apuntalar una estructura que hoy sigue en pie, cumpliendo así el deseo de Pérez Devesa que, nada más cederle todo el poder de decisión sobre el edificio, deslizó su preferencia de salvarlo «para no dar a esos cabrones de ETA la satisfacción de tener que demolerlo».

Florentino Regalado Tesoro nació en Cáceres en 1950, en el seno de una humilde familia vinculada a unas tierras de la Marquesa de Camarena, cerca de Trujillo. Si su abuelo se ganó la vida como guardia jurado -protagonizó un episodio que, durante un tiroteo y en defensa propia, desencadenó la muerte de un par de ladrones- su padre se centró en la agricultura y la ganadería por cuenta ajena hasta que se decidió a pedir un crédito para comprar y explotar una pequeña finca en Rozas.

Por esa época nació Florentino, el menor de tres hermanos, a los que el padre encaminó por la vía del estudio.

Así, Argeme, la hermana mayor, dirigió sus pasos hacia el magisterio; Ricardo, a la topografía, mientras que Florentino, catorce años más joven la hermana mayor, tuvo claro desde niño, sin saber por qué razón, que su futuro quedaría ligado a la ingeniería de puentes y caminos.

El menor de los Regalado estudió el bachillerato en los Jesuitas de Villafranca de los Barros (Badajoz). La elección de tan selecto centro nace por una discusión entre su padre y un marqués de la zona, a raíz de un conflicto laboral. Aquella disputa subida de tono con el noble quedó zanjada con una sentencia que el agricultor prometió cumplir para hacer honor a su palabra pese a estar al límite de sus posibilidades económicas: «Mi hijo estudiará en el mismo colegio que el suyo».

Dicho y hecho. Florentino ingresa interno entre la élite del costoso colegio de los Jesuitas, cumpliendo de manera brillante con el bachiller, la reválida y el preuniversitario, que supera en Sevilla, antes de encaminar sus pasos a la Escuela de Ingenieros de Caminos de Santander.

Durante su etapa en la facultad conoce a Menchu , una joven cántabra que ejerce como ATS y con la que decide casarse mientras cursa cuarto de carrera.

Con el título enmarcado, se abren dos caminos para iniciar su carrera profesional: El primero, vinculado a una presa en Lleida; el segundo, en Alicante, como ingeniero de una empresa de estructuras centrada en el cálculo. Finalmente se inclina por la segunda opción para estar cerca de su hermano Ricardo, topógrafo de Obras Públicas, destinado en ese momento a la capital alicantina.

Ya en Alicante se estrena en el mercado laboral como empleado del pequeño consulting Centro de Cálculo SL, en una oficina de la calle Ab-El-Hamet. Sin embargo, ese primer trabajo dura poco y decide crear, junto a un par de socios, su propia empresa, CYPE Ingenieros, un estudio dedicado al cálculo y patología de estructuras, que nace con una firme apuesta por unir su función con la informática más avanzada. En ese campo invierte en la compra de un ordenador, a finales de los años setenta, valorado en cuatro millones de pesetas (equivalente a dos pisos de la época). Una joya del momento. Los pagos comprometidos para cubrir tal desembolso le obligan a trabajar cada día tantas horas como resistiera el cuerpo, pero la necesidad de ser competitivo en un tiempo en que las casas de forjado regalaban los cálculos a los arquitectos no permite otra alternativa.

Por aquel tiempo llega una travesía por el desierto con apuros económicos severos que atenúa gracias a José Rico Pérez, el presidente del Hércules, que a comienzos del 80 acomete una ampliación del estadio de fútbol para acoger partidos del Mundial 82. Mezclando atrevimiento y necesidad, Florentino se presenta a pecho descubierto ante don José días después de haber estudiado en profundidad los planos de la ampliación del estadio. Y una vez estuvo ante el presidente herculano no se anduvo por las ramas:

-Si usted me deja que replantee el proyecto le ahorro 20 millones de pesetas en materiales.

Tras el primer golpe de incredulidad, a Rico Pérez le picó la curiosidad. Siguió interrogando al atrevido joven que acababa de presentarse ante él y, minutos después, le pidió que se pusiera manos a la obra.

Superada la difícil etapa inicial, CYPE encuentra en la incursión de la informática en el campo de la ingeniería una nueva vía de negocio. Con aquellos programas inicia una intensa actividad calculando estructuras, especialmente en el campo de la edificación, resueltas con forjados reticulares. Ese camino le lleva a otro, dirigido al software, y comienza a comercializar programas de cálculo que inicialmente estaban previstos para uso interno.

Corría 1985 y la sociedad se convierte en líder de los programas empleados en el campo de la edificación en España y Portugal hasta el punto de engordar la plantilla con un centenar de empleados.

Pese al indudable éxito del proyecto en el terreno informático, el extremeño se inclina por centrarse en la ingeniería estructural, su gran pasión, y un poco más tarde, al verificar que sus tres hijos encaminan su profesión hacia la ingeniería y la arquitectura, decide desvincularse de CYPE y fundar dos nuevas sociedades para seguir ahondando, en exclusividad, en el campo de la construcción. Por esa vía, además de extenderse por toda la península, da el salto a Argelia, puente que le sirve como desahogo de la aguda crisis que sacude al país.

A día de hoy, la huella del ingeniero se extiende por toda la provincia de Alicante y, en especial, en su capital y en Benidorm. Durante los últimas 40 años , Florentino Regalado ha dirigido y coordinado casi cinco mil proyectos de todo tipo, relacionados fundamentalmente con las estructuras, y, especialmente, en los edificios de gran altura, etapa en la que forjó una gran amistad con el empresario Manolo Peláez, fundador de Ecisa.

Difícilmente se puede recorrer Alicante de punta a punta sin reparar a cada poco en alguna construcción con la firma de Regalado, cuya huella se extiende a centros comerciales, aparcamientos, hospitales, puentes, pasarelas, iglesias, capillas, juzgados, instalaciones deportivas, auditorio… además de su participación en el análisis y cálculo de la mayor parte de las obras de emergencia de la ciudad.

Tras toda una vida en torno a la ingeniería, almacena en su cerebro los datos y una visión urbanística de Alicante que le señalan como un referente del sector. Toda la ciudad está en su cabeza, en el disco duro de un profesional que siempre supo lo que se traía entre manos.