Más de 2.000 personas han fallecido durante la pandemia en los centros de mayores de la Comunidad, de ahí la importancia de la vacunación para salvaguardar al colectivo más castigado por la enfermedad y a los profesionales que les cuidan sin descanso.

Josefina Verdú, «Fina», como le gusta que le llamen, es una superviviente. Con 86 años cumplidos en enero, venció al covid-19 pese a que tiene que dormir con oxígeno pues sufre de una enfermedad pulmonar (Epoc), que de por sí causa dificultad para respirar. Fina se contagió en la tercera ola del coronavirus, la más devastadora en la provincia de Alicante, y luchó contra el SARS-CoV-2 atendida sin descanso hasta que logró vencerlo en la residencia Vistasol 5 de Alicante. Ella puede contarlo pero muchos otros ancianos han sucumbido a una enfermedad que se ha cebado especialmente con las personas de la tercera edad y con los geriátricos, donde vivía uno de cada cuatro fallecidos debido al nuevo coronavirus. Exactamente el 27%, según la patronal de los centros de mayores. 

«Me dio miedo por si me atacaba a los pulmones porque duermo con oxígeno, pero tuve suerte»

Más de 2.000 personas han muerto desde marzo de 2020, cuando empezó la pandemia, en residencias de ancianos de la Comunidad Valenciana, muchos de ellos en la provincia, que cuenta con más de un centenar de geriátricos y 7.500 usuarios, según los datos facilitados por Sanidad y por la Asociación Empresarial de Residencias y Servicios a Personas Dependientes de la Comunidad. La vacunación ha mejorado la situación del colectivo de mayores, que se están llevando la peor parte de este virus. No solo los que viven en residencias, también los que tuvieron que enfrentarse en sus casas a un obligado aislamiento de sus familiares. El covid agravó la soledad de más de 83.000 personas por encima de los 65 años en la provincia. Su vulnerabilidad es la razón de que hayan sido los primeros en recibir la vacuna, lo que ha mejorado su calidad de vida. Los protocolos que aplica la Generalitat han cambiado desde que se inició el proceso de inmunización y los usuarios de los geriátricos incluso pueden pernoctar con sus familias.

Hasta hace un mes, los residentes de Vistasol 5, como sucedía en el resto de centros de mayores, no podían recibir visitas: ahora sí es posible, en una carpa habilitada con ventilación. Esta residencia estuvo libre de virus hasta la tercera ola. Los primeros positivos se detectaron a finales de enero, una vez inoculadas las primeras dosis de la vacuna de Pfizer el día 9. El primer caso fue el de un anciano que dio positivo en el Hospital de Sant Joan, lo que obligó a aplicar el protocolo al geriátrico y a hacer la prueba al resto de usuarios y a los trabajadores: el 70% se había contagiado, aunque ocho de cada diez eran asintomáticos. Los residentes fueron aislados en sus habitaciones y la plantilla se quedó bajo mínimos, con un tercio de los empleados habituales para hacer tres turnos y el resto en cuarentena en sus casas. Entre los que enfermaron y que lograron vencer al covid pese a su avanzada edad está Fina Verdú, una luchadora que recuerda el mes de encierro en su habitación con abatimiento y tristeza. «Me asusté muchísimo cuando lo supe. Me dio miedo y empecé a llorar por si me atacaba a los pulmones porque duermo con oxígeno, pero he tenido mucha suerte». Feliz de haberlo superado, ya ha podido ver a su sobrina y a otros familiares, y sueña con el día en que acabe la pandemia. «Parece mentira que ocurra esto. Ojalá se pase pronto». Mientras tanto, sueña con reencontrarse con su hermana de 96 años, que vive en Madrid. José Llorca, director general del grupo Vistasol 5, quiere reconocer el trabajo de los auxiliares y resto de personal asistencial, «los gladiadores del covid», señala sobre la plantilla de un centro con 90 plazas, de las que ahora están ocupadas en torno a 60. María Cortés, trabajadora social, afirma que ahora los ánimos están «muchísimo mejor» gracias a la vacunación. Nada que ver con los momentos duros, en los que fue muy importante, destaca, el apoyo psicológico y los minutos de alegría que los mayores tenían por las videollamadas con sus familiares.