El Ejército y la UME, con la desinfección de ciudades completas; la Guardia Civil, en el control del estado de alarma, y las distintas Policías, colaborando hasta en el reparto de mascarillas, los garantes del orden en tiempos de covid y más servidores que nunca de la sociedad.

José del Castillo, de 62 años, jefe de la Unidad de Seguridad Privada de la Policía Nacional de Alicante y enlace policial para prevenir las agresiones a los sanitarios, cree que se contagió del virus en Madrid mientras asistía a una convención de inspectores relacionada con esta función el 10 y 11 de marzo, poco antes del estado de alarma. Se suspendió en la segunda jornada pero había viajado en tren y taxi en momentos en que casi nadie llevaba mascarilla ni se guardaba distancia social. Cuando volvió a Alicante y estallaron las noticias de la contaminación por el virus en la capital, decidió aislarse para no contagiar a otros agentes. Empezó con dolores en la cintura, al día siguiente tenía 38,5º de fiebre, de ahí entró a la UCI y se despertó del coma en mayo. Pasó 75 días ingresado, 50 en Cuidados Intensivos, donde estuvo al borde de la muerte. Salió con solo 58 kilos de peso, una insuficiencia respiratoria de la que aún no se ha recuperado, y daño renal del que casi ha sanado, «pero tengo secuelas de carácter neurológico en pies y manos, estoy anticoagulado y sigo con lesiones nerviosas, aunque he mejorado bastante. Tengo algunas limitaciones pero estoy en la gloria. Me conformo con poder andar, porque el virus me dejó el aparato locomotor destrozado tras 42 días sedado».

«Nuestro deber es mediar en todos los escenarios aunque nos la juguemos»

El policía, que sigue con atención neurológica y neumológica, aún está de baja pero se fuerza a caminar casi 10 kilómetros diarios y a correr varios cada cuatro días. La actitud de superación de este servidor público que se presentó hace unos días en la UCI del Hospital General de Alicante para agradecer a los sanitarios «el duro trabajo que nadie ve» por salvar vidas, entre ellas la suya, representa el sacrificio vocacional de miles de compañeros de los cuerpos de seguridad y emergencias que desempeñan sus distintas tareas más cerca que nunca de la sociedad pese a jugarse cada día la salud y la integridad, y el natural temor por su constante exposición al virus. Desde el Ejército y la Unidad Militar de Emergencias, que fumigaron durante la primera y la segunda ola del SARS-CoV-2 residencias de ancianos, zonas calientes de posible concentración del virus como hospitales y mercados, plazas y otros espacios públicos; a la Guardia Civil, garante del cumplimiento de las restricciones del estado de alarma; a las policías, Nacional, Autonómica y Local, que colaboraron en los repartos de alimentos y de mascarillas, controlando también el respeto a las medidas, la pandemia ha acercado más si cabe a los cuerpos de seguridad y emergencias a la calle en cumplimiento de su tarea de servidores públicos. Además, son garantes del orden en momento complicados de recorte de libertades en los que garantizar la seguridad ciudadana es esencial para el funcionamiento de la sociedad. Como señala Del Castillo, «estamos para mediar y colaborar en todos los escenarios. Indudablemente esto nos acerca al peligro y jugamos con él, pero es nuestra obligación, el deber inexcusable porque nos la jugamos, aunque nos paguen por ello». Un riesgo doble al alargarse tanto la situación extraordinaria de la pandemia.

INFORMACIÓN quiere reconocer con un «Importante» el coraje de todos los garantes de la ley y de los servidores públicos que arriesgan su vida, no solo por su alta exposición al virus, sino para evitar que la restricción de derechos en un tiempo tan prolongado derive en estallidos que pongan en peligro la paz social y la estabilidad . Y lo hace en la persona del inspector que contrajo la enfermedad prestando servicio y logró vencerlo.