Cuando se decretó el estado de alarma apenas había mascarillas. Empresas y particulares se volcaron en facilitar material de protección a toda la sociedad mientras algunos colectivos colaboraban desinteresadamente en la desinfección de pueblos y ciudades. 

A los agricultores del Vinalopó, el confinamiento les pilló al final de la poda. Como productores que son pudieron seguir trabajando en el campo y preparando el embolsado de la uva pero no dudaron en organizarse para compaginar esta tarea con la desinfección contra el virus de las calles de Novelda, Aspe, Monforte del Cid y Pinoso sacando sus propios tractores a la calle. La idea de colaborar fue algo espontáneo, a los pocos días de decretarse el estado de alarma, «pero andábamos un poco perdidos y consultamos con los ayuntamientos y la empresa de limpieza cuáles eran los protocolos y los productos indicados», recuerda Pedro Rubira, presidente de la asociación Asaja en Novelda, y uno de los impulsores de la iniciativa.

«Las cosas que se hacen de forma espontánea ayudan mucho a la autoestima»

Dieciséis agricultores con sus tractores y atomizadores con agua y lejía mojaron fachadas, aceras, polígonos industriales y otras «zonas calientes» de propagación del virus como mercados de abastos y áreas próximas a supermercados, farmacias y estancos. Así estuvieron todo el confinamiento. Mantuvieron las fumigaciones semanalmente hasta que la recolección de la uva les obligó a interrumpirlas. El día 17 de enero volverán a su tarea voluntaria cuando la curva de contagios de la tercera ola sube: ya están organizando los turnos para llegar a más sitios. La logística recomienda asimismo avisar a los ciudadanos mediante redes sociales y otros medios acerca de los horarios, porque «aunque es agua con lejía y no vamos a intoxicar a nadie, no da gusto ir por la calle con el perrito y que se puedan mojar».

Rubira recuerda momentos especiales como la Semana Santa cuando subieron imaginería a los tractores y hacían sonar marchas procesionales a la vez que fumigaban las calles. «Es difícil que un agricultor diga que no a colaborar, tenemos a uno al que acaban de operar y ya se ha apuntado. Estas cosas que se hacen de forma altruista ayudan mucho a la autoestima de uno». También se sumaron los agricultores de Villena (Alto Vinalopó) y de Los Montesinos y Jacarilla ( Vega Baja).

Un agricultor fumiga las calles de Aspe durante el confinamiento. ÁXEL ÁLVAREZ

Esta actuación solidaria merece el reconocimiento de INFORMACIÓN, que les concede un «Importante» en representación de los miles de voluntarios que a lo largo y ancho de la provincia, y en todas las facetas, contribuyeron a mejorar la vida de sus conciudadanos. Como los colectivos de la Zona Norte de Alicante, fundamentalmente las asociaciones de vecinos que llegaron donde no alcanzaba el Ayuntamiento, con el apoyo de parroquias e incluso de colegios. Un barrio en el que la emergencia social se desbordó, con un millar de familias que sobrevivieron a la crisis del coronavirus gracias a la ayuda de ONG como Cáritas pero también de vecinos y de voluntarios. O como Despensa Solidaria, entidad que atendió hasta diciembre a 7.000 beneficiarios con la entrega de 90.000 kilos de alimentos y que se encarga de tramitar ayudas a los necesitados como el ingreso mínimo vital.

En el confinamiento nacieron redes que daban soporte a los más vulnerables con grupos de voluntarios que afloraron por toda la provincia para apoyar a ancianos y sanitarios, y hacer mascarillas y batas. Pionero fue el de Voluntarios de San Blas, en Alicante, que más tarde se extendió a otros barrios y se integró en el Banco de Cuidados. Muchos empresarios ofrecieron sus instalaciones para fabricar equipos de protección, como una firma de la Marina Baixa que se volcó en hacer pantallas para el rostro. En Bigastro, 14 costureras de la localidad confeccionaron más de 4.000 mascarillas que se repartieron por la localidad, y los Bomberos fabricaron una pieza para evitar fugas de las mascarillas de los contagiados a petición del Hospital General de Alicante.