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MIGUEL HERRERO

El juez al que no le gustaban las corbatas

El magistrado Miguel Herrero se ha jubilado a los 70 años, tras llevar más de treinta al frente del juzgado de lo Penal dos de Alicante. | INFORMACIÓN

Fue uno de los primeros jueces de lo Penal de Alicante y el más veterano del Palacio de Justicia. Miguel Herrero ha colgado la toga al llegarle la hora de la jubilación. Se fue en silencio, sin homenajes. Como había dicho a sus compañeros de la judicatura que haría cuando llegara el momento. Los tiempos del covid desaconsejan esas comidas multitudinarias con las que los miembros de la Administración de Justicia suelen despedir a los que se van. Pero a él tampoco le gustaban ese tipo de eventos. Solo ha aceptado una pluma que le compraron sus compañeros del juzgado de lo Penal para despedirle.

Tampoco quiso marcharse a la Audiencia Provincial, cuando se le planteó la posibilidad de ascender. Solo quería seguir volcado en su juzgado, al que ha dedicado más de treinta años de carrera, hasta el punto de hacer muchos sacrificios en su vida personal. Era el primero en llegar al Palacio de Justicia y prolongaba la jornada por la tarde. Hasta los sábados. No se le caían los anillos por arremangarse y empezar a organizar las carpetillas de los procedimientos como si fuera un funcionario más. Ha dejado un honda huella en su juzgado. De entrada, su sala era una de las pocas en las que no se exigía la corbata a los profesionales. Una prenda que tampoco él usaba, aunque iba impecablemente vestido en la sala de vistas, donde lo importante era el servicio público.

Nacido en la provincia de Zamora hace setenta años, Miguel Herrero ejerció de abogado laboralista en Madrid antes de entrar en la carrera judicial. Su primer destino en la provincia fue un juzgado de Instrucción de Dénia, pero pronto vino a Alicante cuando se crearon en España los juzgados de lo Penal en 1989. Desde la puesta en marcha del juzgado de lo Penal, ése ha sido su destino hasta que le ha llegado el momento del retiro. De tendencia progresista y perteneciente a la asociación Jueces para la Democracia, sus compañeros destacan de él que sus ideas nunca le han impedido actuar con imparcialidad. Estaba comprometido con el servicio público.

La cara humana de la Justicia

Si hay un término con el que lo definen quienes lo conocen es el de «garantista». Siempre estaba preocupado por el escrupuloso respeto a los derechos de los acusados. De hecho, fue uno de los primeros jueces en permitir que éstos se sentaran en el estrado junto a sus abogados. Pero eso no quiere decir que no le temblara el pulso a la hora de imponer una condena.

A lo largo de estas tres décadas, desde su juzgado se han dictado miles de resoluciones de todos los colores. Fue uno de los primeros jueces en sancionar a acusados de violencia de género en el caso en que las víctimas se negaban a declarar contra ellos. Antes, esa situaciones eran carne de cañón para absolución por falta de pruebas. También tuvo repercusión otra resolución en la que absolvía a un inmigrante sin papeles por usar la identidad de un compatriota para trabajar, al valorar que se tenía que analizar la realidad social y que estas personas habían venido a Europa para sobrevivir. Le preocupaban tanto los derechos de los acusados como los de las víctimas del delito. Especial sensibilidad tenía para los asuntos de seguridad vial y delitos al volante.

Su juzgado participó en una iniciativa del Consejo General del Poder Judicial para poner en marcha un programa piloto de mediación penal, con el que se pretendía que los delincuentes pidieran perdón a sus víctimas y las indemnizaran. El trabajo de Miguel Herrero fue clave para la implantación de los juicios rápidos en Alicante. El sistema de reparto establecido en las agendas garantizaba que en dos semanas se pudiera celebrar la vista.

Al día y sin retrasos

Su juzgado era uno de los pocos que en el Palacio de Justicia iba al día y sin retrasos, donde en el resto hay largas listas de espera y sentencias que se demoran durante meses. No podía soportar el que una resolución se demorara más de lo debido. Como media, todo asunto que pasara por su sala de vistas estaba resuelto en una semana. Cuando dictaba alguna libertad, era habitual que esa misma tarde se pasara por el juzgado de guardia para confirmar que la medida se había llevado a cabo.

Sus sentencias no eran largas ni farragosas. En muy pocas líneas sintetizaba la cuestión jurídica que se abordaba y hasta insertaba enlaces de las sentencias que apoyaban su resolución para quienes quisieran consultar la jurisprudencia. Dicen sus amigos que el magistrado contaba con un inmenso archivo de sentencias, ordenada por delitos y temas donde estaba al día en los últimos criterios del Supremo en cualquier asunto

Entre sus aficiones, la fotografía y las motos. Cuando era más joven, era habitual que durante sus vacaciones se marchara con la suya acompañado de su esposa a recorrer algún país. En los últimos años, su estado de salud se había complicado. Hasta el punto de que la pandemia del covid le había convertido en persona de riesgo. La situación sanitaria ha provocado que cogiera la jubilación forzosa al cumplir los setenta años. En situación de normalidad, hubiera seguido en su juzgado varios años más. Tras más de treinta años, ya está designado su sustituto. El magistrado Joaquín Coromina es desde ahora quien tomará las riendas de este juzgado.

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