Como si de un enorme tsunami se tratara el coronavirus vuelve a engullir todos los recursos de hospitales y centros de salud. Operaciones aplazadas, pruebas suspendidas y médicos dedicados en cuerpo y alma a la pandemia.

La situación vuelve a ser un calco a lo que sucedió en marzo y los profesionales ya advierten que se traducirá en un mayor retraso en el diagnóstico de enfermedades como el cáncer, un aumento de las listas de espera y en un agravamiento de las patologías crónicas. En definitiva seguirá aumentando la lista de víctimas indirectas de la pandemia. En el año 2020 fallecieron en la provincia 2.196 personas más que el año anterior, según los cálculos del INE. De este exceso de muertes, 1.034 son atribuibles al coronavirus, según el cómputo de la Conselleria de Sanidad. Hay otras 1.162 personas que han muerto de otras causas diferentes al virus.

«Posiblemente el año que viene ya empezaremos a ver un incremento de la mortalidad y una menor supervivencia en algunos tumores, como el de pulmón o el de colon», advierte Álvaro Rodríguez-Lescure, presidente de la Sociedad Española de Oncología Médica (SEOM) y jefe de Oncología del Hospital General de Elche. En este año de pandemia los casos de cáncer diagnosticados han caído un 20%. Sin embargo, más allá de los pacientes que ya están diagnosticados de su enfermedad y en tratamiento, lo que más preocupa a los especialistas es el limbo en el que están cientos de enfermos, que comienzan a notar síntomas sospechosos y no pueden acceder al sistema sanitario. «Generalmente la puerta de acceso es el médico de familia, que después te deriva al médico especialista. En condiciones normales el circuito suele ser rápido y por ejemplo ante un cáncer de mama en un mes la paciente tiene hecho el estudio del tumor, con todas las pruebas radiológicas y los médicos ya han decidido qué tratamiento se le aplica». En estos momentos todo son obstáculos, «y los plazos de diagnóstico se multiplican y llegan incluso a los seis meses». También en esta ecuación hay otro factor que juega en contra y es el miedo, lamenta Lescure. «Muchos pacientes se quedan en casa aguantando carros y carretas por no molestar, cuando en otro momento no dudarían en acudir a su médico».

En la primera ola de la pandemia se suspendió el programa para la detección del cáncer de colon y aunque de momento se sigue manteniendo, los hospitales están dejando de hacer muchas colonoscopias. «Estamos sólo con las pruebas prioritarias y las 40 ó 50 colonoscopias y gastroscopias que hacíamos por las tardes con el programa de autoconcierto se han quedado paradas», explicaba días atrás un especialista en Digestivo de la provincia, que prefiere omitir su nombre. Este médico no duda de que este parón traerá un retraso de meses en el diagnóstico de cánceres.

Al retraso en los diagnósticos se suma también la suspensión de operaciones. Más de 23.600 pacientes estaban en lista de espera para una intervención en la provincia de Alicante. Todo ha sido cancelado y sólo se opera lo urgente. «Hay operaciones, como las de columna, que se van a ir a los dos años de espera, el doble de tiempo que antes de la pandemia», explica un traumatólogo de la provincia que también prefiere omitir su nombre. Demoras que a la larga se van a traducir en más incapacidades. «Hay pacientes con problemas de cadera o de rodilla que apenas pueden caminar y a los que este parón les va a causar una enorme incapacidad».

Y aunque las intervenciones oncológicas son prioritarias, también se están viendo afectadas por la falta de camas de UCI o respiradores. «Hay tumores como el de mama en los que la intervención quirúrgica se puede retrasar y suplir con tratamientos, pero otros como el de colon o en determinados tumores de pulmón no», advierte Rodríguez-Lescure. Aplazar el quirófano en estos enfermos «es ir restando supervivencia».

Este nuevo parón, sumado a los efectos que aún se arrastraban de marzo, también va a provocar que las demoras se dupliquen en intervenciones como las de cataratas, un problema que no es grave «pero que es muy incapacitante, sobre todo para el paciente que las tiene en los dos ojos», explicaba esta semana un oftalmólogo de un hospital público de la provincia. En su centro sanitario aún se estaban manteniendo algunas de estas intervenciones, pero apenas funcionaban dos quirófanos de los 16 que habitualmente tenían en su servicio. «Antes de la pandemia lográbamos tener una lista de espera de 4-5 meses, ahora se nos va a ir al año con total seguridad».

La cardiología tampoco escapa al parón que se impone en esta tercera ola. «Se están suspendiendo procedimientos a pacientes que están en casa, como son los implantes de válvulas o las ablaciones de arritmias cuando es razonablemente demorable, porque algunas intervenciones necesitan de cama en la UCI y no hay. Estamos como en una situación de guerra», señalan fuentes de un servicio de cardiología de la provincia. Algunas de estas intervenciones, aunque no son de riesgo vital, si se mantienen paradas a largo plazo «pueden acarrear un aumento de la mortalidad». Aunque los casos más urgentes como los infartos no se están dejando de atender gracias a que las salas de hemodinámica se mantienen abiertas, los profesionales ya empiezan a notar, como ocurrió en la primera ola, que la gente se está esperando más de lo aconsejado para acudir ante los primeros síntomas de alarma.

La pandemia de coronavirus también ha destrozado la Atención Primaria. Cuando los centros de salud aún no habían levantado cabeza de los envites de la primera y segunda ola, la tercera vuelve a relegar la atención presencial e impone el teléfono como el medio para que los afortunados pacientes que logran cita puedan comunicarse con su centro de salud. «La salud de los pacientes crónicos se va a resentir», advierte María Ángeles Medina, presidenta de la Sociedad Valenciana de Medicina Familiar y Comunitaria. Personas mayores con muchas enfermedades crónicas, como hipertensión, diabetes o sobrepeso «sobre los que no vamos a poder estar tan encima y que van a descuidar la dieta y van a hacer menos ejercicio». Medina habla también de cierto «fracaso con este perfil de enfermos. «Son pacientes muy sanitariodependientes, o estamos encima o el control se va al carajo, no hemos logrado en este sentido fomentar la autonomía del enfermo».

El covid provoca un aumento de la mortalidad hospitalaria por infarto

El covid ha tenido un tremendo impacto sobre la mortalidad aguda por infarto entre los pacientes ingresados en los hospitales. En concreto, la mortalidad hospitalaria por esta causa prácticamente se ha doblado durante la primera ola de la pandemia frente al periodo previo. Esta es una de las principales conclusiones de un estudio en el que han participado 75 hospitales de toda España, entre ellos el Hospital de Sant Joan, el General de Alicante, el General de Elche y los hospitales de Torrevieja y Vinalopó. «En el registro que elaboramos vimos también que había habido un descenso en el número de infartos atendidos y diagnosticados», explica Araceli Frutos, cardióloga del Hospital de Sant Joan. En los primeros meses del coronavirus, los especialistas detectaron cómo muchos pacientes, ante síntomas claros de un infarto, retrasaban el acudir al hospital por miedo a contagiarse. El estudio también pone de manifiesto cómo aumentaron los minutos que transcurren desde que se inician los síntomas hasta la primera asistencia médica. Antes del covid ese tiempo era de 200 minutos y durante la pandemia alcanzó los 233. La doctora Frutos recuerda la importancia que el tiempo juega en la asistencia a un paciente infartado. «En 90 minutos el enfermo debe estar en la mesa de hemodinámica» para evitar mayor mortalidad y complicaciones. Con todo, al 98% de los pacientes atendidos por infarto en los meses en los que se llevó a cabo el estudio se les pudo hacer una angioplastia, el tratamiento recomendado en caso de fallo cardiaco. Todo a pesar de las dificultades con las que los sanitarios tuvieron que trabajar en la primera ola de la pandemia de coronavirus. Por último, estudio naciona también ha puesto de manifiesto «que en los pacientes con covid no se ha producido un aumento de infartos», explica Frutos.

«Iré a la privada, no puedo dejar a mi padre meses esperando una prueba»

El padre de José, nombre ficticio, tiene alzhéimer, todo un rosario de enfermedades crónicas y un cáncer de próstata. Él es una de las víctimas indirectas que está dejando esta pandemia que arrasa con todos los recursos sanitarios. La primera ola de la pandemia ya fue demoledora para este anciano de 79 años. «De un plumazo cerraron el centro de día de la Asociación de Alzhéimer al que iba a diario y que para él era su vida. Ahora está otra vez abierto y mi padre acude semana sí, semana no para mantener el grupo burbuja». Su salud en estos meses se ha resentido a pasos agigantados. «Cada vez que no va al centro de día su rutina se rompe y es muy difícil sacarle de la inercia de ir de la cama al sofá y del sofá a la cama. Todas sus enfermedades se han agravado y las piernas le duelen cada vez que camina». Días atrás José acudió a Urgencias con su padre por estos dolores. «Allí nos dijeron que podría ser debido a la mala circulación y nos pautaron una prueba sencilla, que se hace en los centros de salud, que se llama índice tobillo-brazo y que sirve para ver si hay estrechamiento de las arterias». Cuál fue la sorpresa de José al acudir a su centro de salud en la ciudad de Alicante y escuchar que las agendas están cerradas. «Me dijeron que fuera a casa, que ya me llamarían». Ante la imposibilidad de que a su padre le hagan esta prueba en la sanidad pública «me estoy buscando la vida en la privada, porque estoy convencido de que cuando abran las agendas la lista de espera será enorme, la prueba no la van a hacer de inmediato y no puedo dejar a mi padre meses así». A la preocupación por el retraso en la prueba de su padre se suma el enfado por el cierre parcial del centro de día. «Si los políticos supieran el daño que hace a estos pacientes dejarlos sin este recurso, se lo pensarían dos veces. Para mi padre es como ir al colegio y cuando lo cierran entran en un bucle de depresión». Además de pruebas diagnósticas, el covid está aparcando las citas con los especialistas que deben valorar si el paciente tiene que pasar por quirófano. Es el caso de C. R., a quien le han retrasado tres semanas la visita al otorrino para valorar si a su hijo le tienen que operar de vegetaciones.