Expertos en neurología alertan de que los niños con menos de 2 años no deben usar las nuevas tecnologías, ni siquiera exponerse a sobreestímulos de la televisión, porque afectan de forma negativa a su desarrollo cerebral.

El abuso de las pantallas puede derivar en dificultades de atención y de concentración durante el posterior periodo de aprendizaje, e incluso en un exceso de impulsividad, como señalan los especialistas en neurología y medicina interna, doctores Gloria González en el Hospital de San Vicente y Josep Vicente Mas en el de la Pedrera de Dénia.

Invitados por el colectivo Infancias, de profesionales para el desarrollo de la infancia, ambos especialistas participaron en la última sesión por videoconferencia en la que se preguntaban si las nuevas tecnologías son una oportunidad o un motivo de involución. «Los primeros años son perjudiciales. Hasta los 2 años deberían evitarse completamente. El periodo más crítico es de los 18 a los 24 meses y hasta los 6 años de edad siguen teniendo un efecto perjudicial pero como el cerebro es más maduro puede modular n alguna forma el efecto», puntualiza el doctor.

Entre los 2 y los 5 años de edad apenas se admite entre los especialistas la exposición máxima a las pantallas de una hora diaria, porque su abuso genera problemas, entre ellos un posible retraso en el lenguaje hasta el punto de que, al contrario, cuando se han detectado trastornos de autismo en un niño, la retirada de las pantallas favorece no solo una mejoría sino incluso la desaparición del cuadro clínico, tal y como subrayaron psiquiatras clínicas participantes en la sesión.

Josep Vicente Mas explica que en los primeros años, el cerebro desarrolla las conexiones y vías que constituyen la base del desarrollo posterior, aquellas que tienen que ver con el lenguaje, la escritura y las más básicas visuales y auditivas sobe las que se construyen otras más complejas «y si se altera esta construcción, la escalera cojea». De modo que déficits a esa edad se muestran como problemas en cascada en la adolescencia posterior.

También la sobreestimulación derivada de programas fantásticos en la televisión genera efectos negativos en los pequeños porque su cerebro, en pleno desarrollo, no comprende la conexión con la vida real. «Entre los 18 y los 24 meses el niño es muy susceptible a la experiencias del entorno, incluido el abuso de las pantallas y el ruido de fondo de la tele», abunda la doctora González.

Las consecuencias más inmediatas de esta sobreexposición son las distracciones en el juego y en la interacción con la familia «tan necesarios para el adecuado desarrollo de las herramientas de la atención, la emoción y de la relación social».

Los especialistas concluyen que no se debe descuidar la formación humanística desde la infancia, así como respetar el tiempo de las comidas como tiempo de conversación en familia, y que el uso de la pantalla sea compartido con un adulto.