Cuentan que durante los ocho años que fue alcaldesa de Sax, cargo que le lanzó al estrellato entre los socialistas alicantinos, Ana Barceló tenía cierta obsesión con aquella información que no había controlado y decidido si debía o no ver la luz porque, como le pasa a las personas inseguras, le gusta fiscalizar todo. Por ello, eso que tanto gusta a los periodistas, que no es otra cosa que darle el desayuno a un político, con ella nunca ha valido. Daba lo mismo que el asunto fuera mayor o menor, que le afectara de forma directa o de refilón. Eso no era lo importante, lo importante es que fluyera algo que ella no había autorizado. Y le costó, pero logró ir cambiando la política informativa de su pueblo y, para algunos asuntos, de media comarca. Aquello terminó siendo fácil porque aprendió cómo hacerlo: a través de sus cargos intermedios y con una simple llamada que sembraba el desasosiego: «¿Has visto/leído eso, de dónde habrá salido?». Mientras, el interlocutor, al otro lado del móvil, y daba lo mismo si era culpable o inocente, se echaba a temblar y entendía el mensaje. Así consiguió que le diera lo mismo desayunar un cruasán que media tostada y perdió el miedo a un dolor de estómago matutino por un periodista.

Viene esto a cuento de un modelo de gestión informativa que ha conseguido imponer en estos diez largos meses en la conselleria más importante que puede existir en una pandemia mundial sanitaria. Modelo que sin duda es del agrado del president Puig porque de otro modo le habría instado a dar un giro o, simplemente, cesado. A nadie le habría extrañado. Su nombre, incluso entre políticos de su partido, figuró durante meses en un puesto preeminente entre los candidatos a enfilar la puerta de salida y no sólo por cómo ha gestionado la crisis, sino por cómo se ha gestado la política informativa. Pero ella ha salido airosa, incluso después de haber llegado a culpar a los sanitarios de haberse contagiado -cuando trabajaban sin medios- y pese a haber sido blanco de las críticas de foros, colectivos y colegios profesionales porque, dicen estos, la exalcaldesa toma decisiones sin contar con los que están en primer línea de batalla.

Barceló desde marzo ha conseguido demostrar que el modelo de Pavlov, ese en el que utilizaba perros en sus experimentos y que habla del estímulo-respuesta o aprendizaje por asociaciones, conocido como condicionamiento clásico (se puede dar una respuesta a un estímulo independientemente de que el fin se produzca), es válido con periodistas. Así, en una profesión ávida de datos y de información, acostumbró a estos a seguir un modelo de preguntas escritas, tasadas y limitadas y dentro de los horarios que parecían más convenientes a la consellera que a estos. Ahora, todo el mundo sabe qué días sí y qué días no se van a actualizar los datos... y salivan.

Dicen dentro de su círculo próximo que a Barceló no le gustan los medios, que no es una persona cercana y que aquellas comparecencias al comienzo de la crisis sanitaria -que prácticamente para ella eran como sentarse en una silla eléctrica- se las preparaba de forma tan concienzuda que dedicaba un tiempo excesivo. Todo, dicen, se achaca a un miedo a ser objeto de críticas; otros aseguran que es por un exceso de soberbia y el resto, por su dificultad para asumir otras opiniones. Pero lo tenía y lo sigue teniendo claro: eso es lo que ella tiene que ofrecer a los periodistas para que informen y ya pueden darse con un canto en los dientes.

Está claro que el covid-19 sigue generando una cantidad de información, y de contrastar información, para la que difícilmente tiene capacidad de gestión Sanidad. En esta crisis, el único que ha caído ha sido su jefe de gabinete sin que el modelo haya variado porque su objetivo era y sigue siendo que, como le pasaba cuando era alcaldesa en un municipio de 9.800 vecinos, la información no circulara sin su conocimiento. Y menos capacidad tendrá Sanidad para canalizar las preguntas si Barceló no quiere que se conozca aquello que ella cree que no les interesa saber. ¿Tiene sentido contar solo con tres periodistas para atender a los medios de la Comunidad que han volcado sus recursos en informar sobre un virus que condiciona a todos los sectores de la sociedad?. No, pero su gabinete ha sido y es una especie de embudo y estos tres responsables de comunicación tienen sus móviles que echan humo desde primera hora. Esta situación ha sembrado el hastío entre periodistas que se dicen cansados de intentar contrastar informaciones para las cuales casi nunca van a poder tener respuesta, y menos en los tiempos que quieren. Y sí, en muchos hospitales hay gabinetes que de forma amable atienden, otra cuestión es que accedan, por ejemplo, a los datos locales porque, directamente, «no se dan» y justifica una fuente: «Hay días que la gente habría entrado en pánico».

Algunos alcaldes la han criticado porque tampoco han obtenido información para saber cómo afectaba el covid a sus vecinos. Dicen que en diez meses sólo han recibido órdenes y no explicaciones. Al alcalde de Elche, Carlos González, por ejemplo, en una comparecencia hace tres semanas se le preguntó si había hablado de la crisis de la residencia Altabix con la consellera, tal y como aseguró en noviembre que haría, y no, no lo había podido hacer.

Barceló ha blindado, como en su día hizo en su pueblo, a su segundo y a su tercer escalón para no dar otra información que los consabidos mensajes de prudencia. Directores de hospitales y responsables de Salud Pública no comparecen para dar explicaciones sobre su gestión y si lo hacen es en medios amables, como À Punt. Y ese vacío que genera cientos de preguntas sin respuesta ha terminado por conseguir introducir el término «oscurantismo» -eso asegura la oposición- en lo que no es ni más ni menos que un modelo de gestión de la información, el modelo Barceló.

El Consell respalda esta política porque los tiempos, recuerdan, los marcan ellos y no los medios que se tienen que acostumbrar, como le pasaba al perro de Pavlov, al toque de la campana. La elección de las horas para las comparecencias, muchas veces vespertinas, cuando la presión informativa y la capacidad de difundir los datos se reduce, no es algo gratuito. El hecho de que muchas cifras no estén actualizadas en la web y que no haya respuestas a preguntas sobre promesas incumplidas no es culpa de su gabinete. Forma parte de esa política, como el hecho de que el pasado domingo 24 para Barceló lo más importante del día fuera anunciar la presentación de una querella contra una representante del colectivo médico; a la sazón, una de las personas que más crítica ha sido con su gestión.

Y mientras ustedes se preguntarán si lo que conocen del virus está bien o mal o si les parece suficiente o no la información que reciben de la Conselleria de Sanidad, a Barceló nadie le da ya el desayuno.