Pedro es médico en el Hospital Comarcal de la Marina Baixa. Un día, después de un turno de 12 horas, salió del centro y nada más entrar en su coche estalló en un llanto inconsolable como no había llorado en muchos, muchos años. Lloró durante todo el camino a casa y, antes de entrar y ver a los suyos, tuvo que permanecer un buen rato en el coche hasta recomponerse y poder actuar como si nada hubiera pasado. Pero ese día había tocado fondo. En el siguiente turno volvió a ocurrirle. Hasta que la tercera vez que las lágrimas le desbordaron supo que o hacía algo para poner remedio a esta situación o no habría vuelta atrás.

La pandemia de covid-19 que se prolonga desde el pasado mes de marzo está pasando una altísima factura entre el personal sanitario de la provincia, cuyas consultas por problemas de salud mental se han disparado de forma del todo alarmante y amenazan con dejar secuelas, en algunos casos, que tardarán mucho tiempo en curarse. Así lo reconocen decenas de facultativos, enfermeros, auxiliares y otro tipo de personal que trabaja en la primera línea de fuego contra el coronavirus y a los que esta crisis sanitaria no solo ha desbordado a nivel profesional y ha sobrecargado con jornadas de trabajo maratonianas, sino que también ha supuesto un duro golpe a nivel personal y psicológico: les ha aislado durante meses de familiares, amigos, seres queridos, aficiones,...; en definitiva, de sus principales vías de escape, por miedo a exponer al resto a un posible contagio. También han visto la muerte de cerca; muchas muertes y muy de cerca, de pacientes a los que poco o nada pudieron hacer para evitar que el virus acabara por quitarles la vida. «Todo esto genera una frustración, una tristeza, una rabia, una impotencia difíciles de gestionar. En la mayoría de los casos no acaban derivando en una patología grave, pero sí se manifiestan de distintas formas que se pueden tratar: angustia, paralización, llanto, pesadillas, insomnio, cansancio extremo, bloqueo, nerviosismo,... », explica Álvaro Beltrán, psicólogo del Hospital ubicado en La Vila Joiosa.

El Departamento de Salud de la Marina Baixa fue pionero durante la primera ola en poner en marcha un servicio de apoyo psicológico a sus trabajadores de primera línea, que ha recuperado hace apenas diez a la vista del dramático cariz que estaba tomando de nuevo esta tercera ola. «Detectamos que teníamos mucho personal al límite, agotado mentalmente y al que le empezaba a pasar factura toda esta situación, que en marzo era todavía tan incierta y que no sabíamos hasta dónde podía llegar», explica la gerente del Departamento, Rosa Louis Cereceda. A los pocos días de decretarse el estado de alarma, junto al jefe del servicio de Psiquiatría del Hospital, Alberto Gadea, acordaron organizar un equipo de psicólogos, con la participación de los seis residentes de Psicología Clínica del equipo de Salud Mental de la comarca y comandados por Álvaro Beltrán, que comenzó operando en Urgencias, UCI y Medicina Interna, pero que al final acabó trabajando con personal de todo el Hospital. Entre sus servicios, se incluyen consultas individuales, terapias grupales de relajación y «mindfulness» y también apoyo telefónico para sanitarios de baja o en cuarentena por un posible contagio.

La UCI de un hospital de la provincia. Pilar cortés

«Aquel fue un momento que se vivió con un nivel de angustia muy alto, la gente no sabía cómo manejar una situación que era totalmente desconocida, veían que muchos de sus compañeros estaban cayendo, que no sabían cómo tratar a los pacientes que no paraban de ingresar,...», recuerda el responsable del servicio.

El volumen de sanitarios que llamaron a su puerta para solicitar ayuda se fue incrementando, hasta llegar a atender a una media de 33 profesionales al día. La mayoría de ellos, con ansiedad, estrés, sintomatología o rasgos de depresión o problemas de insomnio severos: «Hemos visto casos de personas que no han logrado dormir en 24 horas más que un par de horas al día por el nivel de nerviosismo interno que estaban acumulando. Cuanto te pasa eso un día detrás de otro, llega un momento que empiezas a dejar de rendir en tu vida, en tu trabajo, que el agotamiento es tal que no puedes continuar», explica este profesional.

La curva menos visible

«Muchas veces he tenido miedo a la hora de tener que irme a trabajar, cuando piensas qué te vas a encontrar cuando llegues, si se te morirán en el turno muchos pacientes,... Es un sentimiento que te bloquea y que te hace ir a trabajar sin ganas. Una vez allí, vas otra vez al 100% y lo das todo por los pacientes y por tus compañeros; lo duro es el momento de tener que salir de casa cuando lo único que te apetece es meter la cabeza en la tierra como si fueras una avestruz», relata una auxiliar de Enfermería que prefiere no revelar su identidad.

Existen ya numerosos estudios que identifican estos trastornos de salud mental como otra de las curvas de la pandemia; en este caso, las menos visible. Y aunque su incidencia está afectando a la población general más que en cualquier otra crisis, se ceba especialmente con el personal sanitario. Un proyecto de investigación realizado en 18 hospitales de seis autonomías, entre ellos varios de la Comunidad Valenciana, refleja que durante la primera ola de la pandemia un 28,1% de los sanitarios sufrieron depresión; un 22,5%, trastorno de ansiedad; casi uno de cada cuatro, pánico; el 22,2%, estrés postraumático; y un poco más del 6%, abuso de sustancias. Y los expertos apuntan a que en cada oleada de contagios, los niveles tienen de nuevo a subir. Llevamos tres.

«Nuestra mente no está acostumbrada a tener que soportar una situación tan traumática, de manera ininterrumpida, durante tanto tiempo. Al final, se va minando la salud: la física, por el agotamiento, y también la mental», explica el psicólogo Álvaro Beltrán.

Hay algo todavía peor: no encontrar salida a una situación que cada día parece más complicada, a pesar de que en un principio todo el mundo la minimizó. Y, además, cuando diez meses después parece que prácticamente hayamos vuelto a colocarnos en la casilla de salida. «La gran diferencia de los compañeros que pedían apoyo en marzo y los que están acudiendo en esta tercera ola es que antes tenían miedo, angustia,... y ahora muchos sienten rabia al ver cómo crecen y crecen los contagios, sobre todo después de las Navidades, cuando era una situación previsible que se podía haber evitado». Evitemos que venga la cuarta.

Víctimas Enfermos y familiares también demandan ayuda

Además de a los profesionales del propio Hospital, el servicio de apoyo psicológico del Marina Baixa también ha sido requerido en este tiempo por enfermos que estaban hospitalizados por covid-19 y que tenían terror por lo que les podría pasar, así como a familiares de muchos de estos pacientes. Mayoritariamente, entre quienes perdieron a un ser querido o quienes veían cómo pasaban los días prácticamente sin información sobre la evolución de los suyos, una tensión que les acabó minando psicológicamente. «Recibimos muchas llamadas de familiares que no saben cómo gestionar esta situación y a los que intentamos calmar, ofrecerles algo de información,... Cuando uno está en esta situación, toda ayuda es buena», relata el doctor Álvaro Beltrán.

Jaume, en mitad de un ejercicio de relajación. David Revenga

Enfermero de medicina interna que atiende enfermos covid desde el mes de marzo

Jaume Mayor: «A veces es imposible conciliar el sueño, te invaden el nervio y la pena»

«Todos los compañeros, en algún momento, hemos llorado, hemos sentido miedo, nos hemos visto desbordados por esta situación». Jaume Mayor es enfermero de la planta tercera derecha de Medicina Interna, la que acogió al primer paciente de coronavirus que ingresó en el centro y, desde marzo, se ha mantenido como planta covid en el Marina Baixa. «Yo tenía turno el día que ingresó el primer caso. A los días ya había una planta llena. Veías que esto avanzaba y que muchas veces no podías hacer nada por ayudar a un enfermo, porque el virus se lo llevaba en horas», rememora. Fuera del centro la situación también se hace dura: «Dejas de ver a tus padres, a tus abuelos, porque no te puedes permitir contagiarlos. Tampoco puedes ver a los amigos. Y la tensión te va cargando, te va cargando, hasta que un día no puedes más». A ello se suma el rechazo social que muchos otros sanitarios han sufrido a lo largo de la pandemia: «Hay amigos que prefieren no quedar demasiado contigo; los vecinos me veían en la escalera y yo notaba que se iban rápido para no coincidir». Desde el principio acude a los grupos de relajación que puso en marcha el Hospital y que le han «ayudado mucho». «A veces es imposible coger el sueño y he tenido que tomar algún relajante. No te quitas de la cabeza el nervio y la tristeza».

Conchi, con los EPIs de la primera ola. david revenga

Enfermera de una planta de traumatología reconvertida para pacientes covid

Conchi Bernabeu: «La gente se muere sola, sin familia. Tú les das la mano pero no es igual»

«Lo más duro es ver la soledad de la gente. Hay veces que un paciente fallece y tú intentas estar con ellos, darles la mano, pero tú no eres su familia, nada es igual». Conchi Bernabeu lleva años trabajando como enfermera en la planta de Traumatología del Hospital de la Marina Baixa, que tanto en marzo como ahora fue rápidamente reconvertida para atender a pacientes con covid-19. «En una planta quirúrgica, casi todo el trabajo es a nivel de huesos, tendones,... no estás acostumbrado a vivir una situación tan dura y tan dramática, con tantos fallecidos, gente tan joven, es algo que pasa mucha factura a nivel psicológico», relata. En la primera ola pasó tres meses sin poder ver a su hija, que tiene una patología que la hace especialmente vulnerable, y vivió prácticamente aislada de su marido y su hijo. «Cada vez que salía del turno, me consideraba una persona infectada, no podía arriesgarme a contagiar a mi familia». Explica que ha visto a compañeros sufrir crisis y que, aunque ella no ha necesitado apoyo psicológico para sobrellevarlo, sí ha vivido momentos duros: «Hay familiares que me han llamado para preguntar si su madre o su padre sufrió mucho, si murió solo. Necesitan oír cómo fue el final de sus seres queridos. Esa carga mental se suma a la laboral y te destroza anímicamente».