La inauguración del nuevo tramo del AVE en la provincia no fue una inauguración al uso. Nada que ver. Cierto es que el acto estuvo empañado por la pandemia, como todo lo que viene ocurriendo desde hace casi un año, pero la puesta en marcha de una infraestructura de casi 1.494 millones de euros no suscitó, ni mucho menos, el entusiasmo y la algarabía que suele llevar aparejado el corte de cualquier cinta roja. Hubo restricciones de aforo, como en cualquier evento en tiempos de covid, pero el alumbramiento de la alta velocidad en Elche y Orihuela fue tan polémico que hasta se quedaron asientos vacíos, tanto en el tren como en la estación donde se organizó la puesta de largo del nuevo servicio ferroviario.

Minutos antes de las once de la mañana, el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, llegó a la estación intermodal de Alicante. No arribó en AVE. Estaba en Barcelona y aterrizó en el aeropuerto, en el Falcon. Allí mismo, en la estación de tren, el alcalde de Alicante, el popular Luis Barcala, se había comprometido a recibir al líder socialista. Pero, llegado el momento, no apareció por allí. Ni él, ni ningún otro miembro de su equipo de gobierno. Se encontraba indispuesto, alegó. La comitiva, integrada por el ministro de Transportes, Movilidad y Agenda Urbana, José Luis Ábalos, y el presidente de la Generalitat, Ximo Puig, entre otros, se desplazó en alta velocidad hasta Monforte del Cid, y de allí a Beniel (Murcia), donde tampoco acudió el presidente de la Región, Fernando López Miras (PP), tal y como anunció días atrás. Fue el segundo plantón del día. El convoy se dirigió después a Orihuela, donde el alcalde, Emilio Bascuñana (PP), sí recibió al jefe del Ejecutivo, si bien, tras descubrir una placa para dejar constancia del histórico momento de la llegada del AVE a Orihuela, declinó subirse en el tren, como estaba previsto, para asistir al acto central en la estación de Matola, en Elche. Lo justificó en que «hemos echado en falta a mucha gente, por las limitaciones de la pandemia, y, dada la situación de las medidas restrictivas que hay y el escenario que estamos viviendo, les he trasladado que declinaba la invitación y que no lo consideraran como un desaire, porque no lo es, sino que es ser consecuente con lo que se pide a la ciudadanía de no reunirnos y no transmitir este dichoso virus».

El tren siguió pues su camino hasta territorio ilicitano mientras Sánchez y Puig evidenciaban sintonía. A tenor de lo que proyectaban, parece que lejos, muy lejos, han quedado las rencillas surgidas cuando el dirigente valenciano apoyaba que Susana Díaz se convirtiera en líder federal del PSOE frente a un Pedro Sánchez que, contra todo pronóstico, acabó resurgiendo cual ave fénix. Tanto es así que en su discurso hasta se refirió a él como «querido Ximo», exhibiendo feeling.

Sobre el posible apoyo de Sánchez a Puig de cara a su posible candidatura como secretario general del PSPV en un congreso autonómico que previsiblemente se celebrará a final de año, nada se sabe. Nada porque el presidente del Gobierno no permitió ayer que ningún medio de comunicación le planteara absolutamente ninguna cuestión. Fue protagonista de un discurso sin posibilidad de preguntas y su considerable equipo de seguridad prohibió, incluso, que se capturaran imágenes cuando al terminar el acto conversaba en clave informal con algunos asistentes. Lo que no puedo evitar, sin embargo, fue la crítica unánime del PP, que, a través del portavoz en la Diputación, Eduardo Dolón, criticó su «irresponsabilidad» por organizar este evento en pleno pico de la pandemia para hacer «propaganda» y le pidió «ejemplaridad» con la ciudadanía, que soporta confinamientos perimetrales y restricciones. El PSPV, sin embargo, denunció el «boicot» del PP al acto de inauguración del AVE. Ni la alta velocidad destensó las cosas.