Daniel La Parra es doctor en Sociología en la Universidad de Alicante (UA) y en la primera ola de la pandemia presentó junto a otros expertos una propuesta al Consell para el diseño de mecanismos que, desde el ámbito de la innovación social, ayudaran a hacer frente a los problemas causados por el coronavirus y a diseñar el desescalonamiento de las medidas de confinamiento. Ahora, cuando se ha alcanzado la cumbre de la tercera ola, sigue pensando que hace falta todo tipo de conocimientos, incluida la sociología, para hacer frente a la crisis.

En abril decía que si las olas se sucedían la forma de relacionarse cambiaría...

Hay ciertas pautas que pueden cambiar como resultado de esta pandemia, tampoco muchas, pero algunas cosas sí pueden trasformarse, como la digitalización. Hay bastantes aspectos que pasan a modo digital que hasta ahora habían sigo analógicos. Algunos ejemplos son el uso de las videoconferencias, la compra a través de internet o las comunidades virtuales en todo tipo de actividades.

¿Qué otros cambios cree que se pueden producir?

Otros cambios que se pueden producir, o se están produciendo ya, es la reconsideración del espacio doméstico. Era un espacio que, de alguna manera, se estaba reduciendo. Ahora vamos un poco a contracorriente en este sentido, el hogar cobra mayor importancia y hay que organizarlo de una manera en la que se pueda desarrollar la vida en él. Esto está dando pautas del ocio también en el hogar, de descubrir nuevas aficiones en él, de prepararlo para actividades como el teletrabajo.

Durante 2020 se han ido restringiendo actividades, recortando horarios..., ¿lo considera adecuado o es partidario de un confinamiento domiciliario?

Es una cuestión que deben contestar personas más especializadas. Pero sí valoro que a la hora de tomas la decisión sobre cuál es la medida más adecuada, ya que al final de lo que se trata es de evitar situaciones en las que el virus se pueda trasmitir de persona a persona, implicaría un conocimiento importante de cuáles son nuestras pautas de interacción social, y lo que entiendo que está ocurriendo es que estamos tomando las decisiones sin investigar estas pautas.

¿Qué recursos se han invertido en este sentido?

Nos encontramos en que no se ha invertido ni un euro en la producción de conocimientos sobre cómo nos estamos relacionando, sobre en qué situaciones se produce este espacio social en el que es posible la transmisión de persona a persona. Entonces estamos, de alguna manera, decidiendo medidas muy importantes sin el conocimiento que nos haría falta para poderlas tomar de una forma precisa y vamos a cuestiones «muy bastas». ¡Quedémonos todos en casa! Vale, evidentemente así no hay interacción, pero ¿no se podría conseguir el mismo resultado con algo mucho menos radical? Igual sí, pero haría falta una información más precisa de la que tenemos ahora mismo.

Vuelve a poner de manifiesto la importancia de contar con sociólogos en este tipo de decisiones...

Yo creo que evidentemente es una decisión que afecta a aspecto de todos los sentidos. Hace falta toda clase de conocimientos, desde el biomédico, por su puesto es muy necesario en cuestiones como por ejemplo la vacuna, pero no es solo la vacuna, pues incluso con ella hay cuestiones éticas y de logística. Esto es una crisis social que requiere conocimiento de toda clase, y con ello no digo que las ciencias sociales sean un aspecto prioritario, pero es otro conocimiento que podría aportar.

Los últimos cambios horarios en cierre de comercios, toques de queda...¿Podrían llevarnos a un cambio de costumbres? ¿Nos pareceremos más a otros países europeos?

Yo creo que no. Estos cambios tendrían que mantenerse mucho en el tiempo para establecer cambios en nuestro planteamiento horario de cada día. Desde luego no creo que sea algo que vaya a pasar. En el momento en el que se vuelvan a relajar las medidas volveremos a las costumbres que teníamos.

¿Qué pasa con el ocio nocturno?

Todo esto que está pasando sería una oportunidad para replantearnos temas como el ocio nocturno en España. Ya lo hicimos en los años 70-80. Fuimos ampliando el horario nocturno como una forma relacionada con múltiples procesos como recuperación del turismo. Lo de salir toda la noche de «marcha» es algo que nos inventamos en España, no es algo que estuviese en nuestras mentes, en nuestra forma social.

¿Ve posible que se produzcan cambios en este aspecto?

No creo que vaya a pasar. Las fuerzas económicas en ese campo son muy fuertes, y de hecho la industria del turismo va a reivindicar la recuperación del espacio muy pronto, lo hace incluso con situaciones de transmisión comunitaria elevadísima. Por supuesto cuando deje de haber esta situación van a querer volver, incluso van a poder presionar desde la posición de afectados por la pandemia.

El covid nos ha quitado los abrazos, los besos...¿Cree que nos volveremos más fríos?

No, no creo que esto vaya a suponer tanto cambio. Si que puede ser que en elementos más formales que pasemos de darnos besos a darnos la mano. Y eso es una tendencia que además ya se observaba para no distinguir entre hombres y mujeres.

¿Qué pasa con los niños? ¿Puede generar patrones diferentes que estén creciendo con estas pautas sociales?

Es algo muy difícil de predecir, pero la infancia quizá sea el grupo de la población que mejor se ha adaptado, y el día que cambie la situación volverá a adaptarse sin problemas. Lo que sí va a adquirir, como todos, es un nuevo bagaje cultural sobre cómo responder a una situación de transmisiones.

Se percibe cierto desánimo y desconfianza en la población...

Ha habido un juego de expectativas extraño..., algo así como que se acababa el maléfico 2020 y empezaba el maravilloso 2021, y se veía el mensaje por todos lados. Eso con la tercera ola ha alimentado una frustración grande.