Las maniobras del acusado para intentar despistar a los investigadores y sus contradicciones le convirtieron en el sospechoso de la muerte a golpes de un octogenario en su casa en el barrio alicantino de San Blas. El juicio con jurado popular arrancó ayer con la declaración del procesado y de los policías que investigaron el crimen, cometido el 6 de septiembre de 2014. El acusado es un peluquero conocido en el barrio, Antonio C. M., y cuyo local frecuentaba la víctima hasta tres veces por semana para afeitarse. Antonio siempre se ha declarado inocente de los hechos y no llegó a estar en prisión preventiva tras su arresto. La Fiscalía pide 13 años de cárcel por homicidio y la acusación particular, 25 por asesinato. La defensa reclama la absolución y plantea que todo se basa en sospechas sin una sola prueba.

La víctima de 81 años fue encontrado sin vida en su casa por unos familiares con 50 golpes en la cabeza, posiblemente causados con la empuñadura de uno de los bastones que guardaba en el recibidor y que desapareció de la vivienda. El hombre llevaba años alternando su residencia entre Francia y Alicante, pero se estableció en la ciudad tres meses antes a raíz de haber enviudado. La investigación apunta a que el móvil pudo estar relacionado con 4.000 euros que el fallecido había prestado al acusado.

«Jamás le he puesto a nadie la mano encima», aseguró ayer Antonio C. M después de que el abogado Joaquín de Lacy que ejerce la acusación en nombre de la familia del fallecido le preguntara abiertamente si cometió el crimen tras un tenso interrogatorio. El procesado aseguró que el dinero se lo prestó para que su hija se comprara un nuevo equipo fotográfico, ya que ella se dedicaba a ello profesionalmente, pero que no llegó a gastarlo y se lo devolvió el 3 de septiembre tras tenerlo guardado en el tambucho de la persiana. Según explicó, el día del crimen estuvo un momento en casa del fallecido entre las 13.00 y las 13.30 horas para darle un presupuesto por un trabajo que había encargado a su hija. Estuvo diez minutos y luego volvió a su peluquería, donde atendió a un último cliente antes de cerrar y volver a su casa a comer con su familia. Esa misma mañana, la víctima se había afeitado en su local y es en ese momento donde, según explicó, pudo haber tenido lugar la transferencia del ADN del fallecido que la Policía localizó en una pulsera del acusado.

Los agentes le reclamaron las ropas que llevó puestas aquel día, algo que éste hizo. Aunque les dio las prendas que llevaba por la tarde, no por la mañana. La Policía sitúa la hora del crimen entre las 14.00 y las 16.00 horas. Al pedirle las prendas, el acusado les dijo abiertamente que alguna de ellas la había tirado porque estaban viejas. A los agentes le interesaban unas alpargatas cuya huella podría coincidir con unas pisadas halladas en el charco de sangre.

Versiones cambiantes

Los policías declararon ayer que uno de los hechos que le convirtió en sospechoso fue el hecho de que fue la última persona que vio con vida a la víctima. Circunstancias que les llevaron a tomarle declaración, en un primer momento como testigo. «No sólo no colaboró con la investigación, sino que trató de entorpecerla ocultando cosas», aseguraron los responsables de las pesquisas. «Ni mencionó el hecho de que estuvo en la casa, ni la deuda de los 4.000 euros», explicaron. En un principio no dijo ni que conociera a la víctima, hecho que explicó porque los agentes le dieron el nombre real y él solo lo conocía como Pepito el Francés. «Iba cambiando la declaración conforme sabía lo que nosotros sabíamos», dijeron.

El acusado llegó a tener el teléfono intervenido, momento en que los agentes se encontraron con que recibía llamadas de hasta 18 entidades diferentes para reclamarle dinero. Antonio por el contrario sostiene que su situación económica era buena, con ingresos de más de 3.500 euros al mes.

El juicio proseguirá hoy con las declaraciones de la familia del acusado y del fallecido, así como de los vecinos y gente de su entorno.