Hace justo un año, antes de que el covid-19 removiera todos los cimientos de la sociedad, apenas el 4,8% de los españoles teletrabajaba. Eso reflejaba la última Encuesta de Población Activa prepandémica. Una cifra alejada de otras realidades europeas, como el 14,1% de trabajo en remoto de Países Bajos y de Finlandia. Sin embargo, el forzoso confinamiento domiciliario que se decretó a mediados de marzo impulsó, a un ritmo impensable, la implantación del teletrabajo en España. Las herramientas, en general, estaban disponibles. Faltaba voluntad. Luego todo se precipitó.

De hecho, las cifras se dispararon a partir del segundo trimestre del pasado año. Así lo recoge una encuesta a la que hace alusión el informe «Impulso del teletrabajo durante el covid-19», publicado por el Instituto Valenciano de Investigaciones Económicas (Ivie), que incide en que el teletrabajo durante la irrupción de la pandemia se disparó hasta el 34% de los trabajadores. Ese incremento, en apenas dos meses, generó situaciones de estrés, como insisten los autores del informe, pero también obligó a abrir una vía casi inexplorada en España. Una situación sobrevenida que da pie a que las empresas y también las administraciones avancen hacia el teletrabajo con la vista puesta en la etapa poscovid.

Casi un año después de que el teletrabajo pasara, en un abrir y cerrar de ojos, de ser un anhelo para muchos (hasta un 74,% de los trabajadores consideraban que su trabajo le permitía teletrabajar, según la Cámara de Comercio) a convertirse en una fuente de tensión para demasiados por falta de planificación de las empresas, expertos del ámbito laboral y profesionales con experiencia abogan por la implantación progresiva del sistema remoto cuando la pandemia permita elegir, cuando se instale una normalidad alejada de aforos, distancias de seguridad y espacios ventilados. Y no sólo eso, sino que coinciden en que el teletrabajo se convertirá, poco a poco, en un aliciente que ofrecerán empresas en busca de atraer talento deslocalizado (con sus ventajas económicas) y, por otro lado, en un requisito que exijan aquellos con capacidad de elección en el mercado laboral.

Y el litoral alicantino, en ese escenario que se abre en un futuro tan próximo como que ya es realidad para algunos, debería tener mucho que decir. Algunos, esos alumnos aventajados, defienden la combinación ya desde su experiencia personal. «Yo trabajaba en Tailandia. Y negocié para volver a España, con el propósito de teletrabajar desde Alicante. Iba buscando calidad de vida», explica Diana Carrasco, una informática de 45 años, residente en Gran Alacant y madrileña de nacimiento. «No creo que la situación de teletrabajo vaya a cambiar en España de un día para otro, pero creo que se avanzará. Se ha descubierto que puede haber confianza en el trabajador. Se ha demostrado que el empleado puede ser, si cabe, más productivo», añade Diana, quien incide en las oportunidades laborales que abre el teletrabajo, al permitir la deslocalización del empleo, con ventajas para ambas partes: «Es una oportunidad muy enriquecedora. No hace falta irte a una gran ciudad para seguir creciendo profesionalmente. A mí, el teletrabajo me ha permitido volver a España, a la ciudad que quería (Alicante), pero sin renunciar a una carrera internacional».

Diana Carrasco vivía en Tailandia y negoció volver a España para teletrabajar en desde Alicante

Diana, por aquello de mitigar uno de los inconvenientes del teletrabajo, como es la falta de relaciones sociales, intenta acudir con cierta asiduidad a un «coworking» próximo a su domicilio. Allí coincide con Juan Ruano, un licenciado en Empresariales que trabajó en Londres hasta que quiso volver a casa, junto a su esposo británico, sin renunciar a su carrera. «Llevo cinco años en una empresa americana con sede en Londres. Tenemos a gente trabajando por toda Europa. Mi pareja y yo pensamos en venir a Alicante porque lo tiene todo: buen clima, buena calidad de vida, buenas conexiones en materia de transporte». La decisión la tomaron el pasado verano, tras el confinamiento domiciliario. «Nadie en mi empresa ha notado que ya no estoy en Londres, que ahora teletrabajo desde Alicante», apunta. Eso sí, tras años de experiencia con el trabajo en remoto (en Londres ya lo practicaba), reconoce sin titubeos la cara «b» de este modelo laboral: «Al principio me sentí muy aislado. En casa fui incapaz de establecer límites, ni en horarios ni en espacio físico». Ahora, con los años, asegura haber encontrado el equilibrio. La receta no es exclusiva.

Juan Ruano teletrabaja para una empresa estadounidense con sede en Londres

De hecho, desde el Colegio Oficial de Psicología de la Comunidad Valenciana han publicado una guía para sacar todo el partido al teletrabajo, minimizando los efectos negativos, que los hay. El informe se divide en cuatro grandes bloques (Prepara tu mente, Organización y Productividad, Comunicación y cohesión de equipo y Gestiona la ansiedad y el estrés), donde se habla de aspectos como el espacio de trabajo, los rituales de descansos y la organización de las tareas. «El trabajo en remoto facilita la flexibilidad temporal, la conciliación familiar, pero obliga a tener los espacios limitados. Hay que establecer normas. De lo contrario, llegará la ansiedad», explica Juan Carlos Marzo, profesor de Psicología del Trabajo en la Universidad Miguel Hernández, quien también subraya la importancia del aspecto físico en la respuesta psicológica: «No es recomendable teletrabajar en pijama, aunque no hace falta llevar corbata. Hay que saber, para ti y para aquellos con quienes convives, cuando estás trabajando y cuando no». Y en esa mirada psicológica, el factor social es clave. Así lo destaca Fernando Coloma, profesor de Sociología en el Grado de Relaciones Laborales y Recursos Humanos de la Universidad de Alicante: «Las empresas no son edificios, son las personas que las forman. Y las relaciones son muy importantes para el resultado final del trabajo. Sin esa interconectividad, se pierde potencial».

Ante ese escenario, hay empresas que trabajan en potenciar las relaciones entre sus empleados para mitigar una de las desventajas del sistema. «Nosotros teletrabajamos antes de la pandemia, pero se realizaban encuentros periódicos presenciales. Ahora no se puede. Y se nota. La falta de sociabilizar es lo peor, por lo que se intenta hacer un esfuerzo para mantener esos vínculos. Impulsamos eventos sociales telemáticos, con dinámicas de ocio, porque esas relaciones son la pasta que mantiene unido todo equipo», señala Álvaro Yuste, un joven ingeniero, que teletrabaja desde Alicante para una empresa de Madrid. «Nunca tuve la intención de mudarme, ni por razones personales, ni económicas ni de calidad de vida», puntualiza.

Álvaro Yuste teletrabaja para una empresa con sede en Madrid

La virtud del término medio

Susana Soler teletrabaja con Londres desde Alicante

Susana Soler, un ingeniera informática de Alcoy, sí vivió fuera de la provincia durante varios años. La pandemia la trajo de vuelta a casa. Fue por «imperativo» del banco en el que trabaja. En Londres, el teletrabajo no le era ajeno. En su entorno, era habitual algunos días a la semana. Ahora, prácticamente, es su único modo de trabajo. «Llegaremos a un término medio, que es donde está la virtud. Es saludable y más económico. Y además abre las oportunidades de trabajo. Ya no es necesario vivir en otro país por trabajo, al menos en algunos sectores. Nosotros trabajamos con proveedores de la India, la ventaja está ahí». De que no es necesario residir en un país para trabajar para una de sus empresas o instituciones da buena fe Luis Berenguer, director principal de Comunicación de la Oficina Europea de Patentes, con sede en Múnich. «Llevo en Alicante desde diciembre porque mi oficina nos permite teletrabajar desde cualquier estado miembro. Más del 85% de los compañeros trabajamos desde casa, y según encuestas que hemos hecho parece que con un resultado muy positivo», afirma, mientras reconoce ser un privilegiado: «Trabajo en un ambiente internacional, pero desde casa, que encima está en Alicante. Pocos sitios mejores. La ciudad, por todo lo que es, tiene un potencial brutal para el teletrabajo, ahora falta que se lo crea y avance en ese sentido».

Luis Berenguer teletrabaja para la oficina europea de patentes con sede en Munich

Para trabajar en remoto, tal y como subraya Carmen Viqueira, catedrática de Derecho Laboral de la Universidad de Alicante, se deben tener muy presente las obligaciones del trabajador y también las relativas a la empresa: «Tiene que existir igualdad de derechos de las personas que teletrabajan con los trabajadores que prestan sus servicios en los locales de la empresa y, a su vez, la empresa tiene de proporcionar los medios necesarios para desarrollar el trabajo y la obligación de abonar o compensar los gastos relacionados con el desarrollo del trabajo».