Maria Dolores Jiménez y Roberto Hernández de 53 y 29 años no tienen trabajo a causa del covid. Como muchas otras personas, con el estigma añadido de pertenecer a la comunidad gitana. Ella se dedicaba al sector de la limpieza y él, a la venta ambulante de ropa y complementos. A ella la despidieron y en el caso de él, la venta es mínima debido a las restricciones sanitarias.

Ambos quieren trabajar y están en búsqueda activa de empleo. Hernández no se cierra puertas, está haciendo cursos como la formación Mercaemprende del Programa Acceder de la Fundación Secretariado Gitano en Alicante y un curso de carretillero. “Quiero trabajar, en lo que sea”, afirma. Además, explica que si tuviera un trabajo le encantaría formarse y ser trabajador social, “trabajar ayudando a otros”, compaginar su formación con un empleo. 

Maria Dolores Jiménez también busca un oficio, “me gusta estar activa, tener una rutina y no estar en mi casa trabajando”. A su hija y nietos les inculca la importancia de estudiar y formarse, “es la principal herramienta para que el día de mañana tengan las mismas posibilidades que otros chiquillos. Durante el confinamiento, lo bueno es que en casa había wifi y desde aquí nos dejaron un portátil para poder seguir las clases online. La tablet de los colegios tardó mucho”, señala.  

Las reuniones familiares son un bastión en su educación y cultura, así como el respeto al mayor, pero estas fiestas “no las hemos tenido, por precaución y protección a los más mayores. Hemos estado con quienes convivimos en casa. Ya habrán años para celebrar. Las normas hay que seguirlas, eso es quererse uno y a los suyos”, declaran.

Sobre este fenómeno, habla el sociólogo y profesor titular de la Universidad de Alicante, Daniel La Parra. “La familia en España actúa como un gran mecanismo de solidaridad, en el caso de la población gitana, todavía tiene mayor papel debido al menor acceso a otras redes de protección y a su papel esencial en las estrategias de supervivencia del pueblo gitano. En el caso del covid-19 de nuevo ha sido la principal fuente de solidaridad, debido al fallo sistémico de todos los otros medios de protección, como el Ingreso Mínimo Vital o las ayudas municipales. Lo intentaron las asociaciones gitanas, eso sí, pero con muy pocos medios a su alcance y teniendo que vencer las barreras que ha construido la propia administración, por ejemplo, no considerarlos trabajadores esenciales, o cerrar los centros sociales durante largos períodos”. 

La crisis del covid “ha retrocedido en todos los avances que la comunidad gitana ha alcanzado en las últimas décadas. Ahora, el 86% de las familias gitanas viven por debajo del umbral de la pobreza y, casi el 50, en una situación de extrema pobreza. La crisis está disparando estas cifras”, señala Alejandro Novella, coordinador de la fundación. Allí, articularon el Fondo de Emergencia Social, “surtido de donaciones de empresas, fundaciones y particulares, del que se han beneficiado casi 5.000 familias”. El covid está ampliando una brecha digital que ya existía y “trabajar para reducirla es prioritario, al igual que la mejora de oportunidades de acceso al mercado laboral para la población gitana más joven. Hay una nueva generación de gitanos jóvenes que reclaman más oportunidades”. 

Para La Parra, en el ámbito educativo se han producido varios mecanismos simultáneos. “Uno es el de la brecha digital, otro la pérdida del mecanismo de igualación que supone el propio espacio del aula, en especial de marzo a junio de 2020, y una tercera brecha por el modelo comunicativo entre escuela y familia durante dicho período y posterior, que fue insuficiente primero para cubrir las necesidades educativas durante el confinamiento y después para crear las condiciones comunicativas que generasen la suficiente confianza en la seguridad del sistema educativo”.

Así, manifiesta que “las instituciones siguen pensando que no son racistas. Son como esos tipos de bar que te dicen ‘yo no soy racista...’. Sin embargo, para no serlo, hace falta actuar de forma activa cuando se detectan situaciones en las que de forma sistemática un grupo social resulta perjudicado con respecto al resto. No ha habido tal respuesta activa”, sentencia.

Asignatura pendiente

Respecto al impacto del coronavirus en la población gitana, Daniel La Parra califica a la salud comunitaria como la “gran asignatura pendiente de nuestro sistema sanitario”. En este sentido, enfatiza el funcionamiento de los centros de salud “tienden a tener una orientación muy clínica, funcionan mejor de puertas adentro, en la consulta, que de puertas afuera, en el barrio”. Para completar la explicación, cita al facultativo Javier Segura del Pozo quien segura que “el modelo debe cambiar de las batas a las botas”. Y concluye afirmando: “las experiencias que ya existen, pocas y aisladas, en este sentido demuestran el enorme potencial de este tipo de acción comunitaria”.