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Transexuales y asociaciones LGTB apoyan la Ley Trans de Irene Montero porque «aboga por la igualdad real»

Dos personas trans afirman sobre el umbral de los 16 años que «si lo tienes claro, cuando antes se haga la reasignación de sexo mejor» - La falta de informe médico «sí puede desatar al arrepentimiento»

Transexuales y asociaciones LGTB apoyan la Ley Trans de Irene Montero porque «aboga por la igualdad real»

El borrador de la nueva ley ‘Trans presentado por el Ministerio de Igualdad ha generado controversia y diversas opiniones públicas en varios sectores de la sociedad. Para Toño Abad, presidente del colectivo Diversitat Alicante «es una demanda del colectivo LGTBI, queremos que se garanticen los derechos, que están reconocidos y se puedan ejercer». Para él, «es una norma muy esperada y necesitada por un colectivo tradicionalmente muy marginalizado, como son las personas transexuales».

El proyecto permite la libre autodeterminación de género, por el que cualquier persona menor de edad, que cuente con 16 años, puede cambiar su nombre y género en el registro civil, sin necesidad de informe ni tratamiento médico. Tomando esa edad como referencia para decidir acerca de los tratamientos hormonales. Al respecto, Abad remite «a la Ley de Autonomía del Paciente y otras normativas sanitarias que establecen ese umbral de los 16 años para determinadas cuestiones de consentimiento. Cuando hablamos de menores, en España y en la Comunidad Valenciana, no se les somete a cirugías ni a ningún tratamiento de cambios de sexo. Es falso. Lo que se trata es de despatologizar y no tratar a las personas transexuales como enfermas», señala.

La misma opinión tiene Rosa Morlesín, presidenta de la asociación LGTB de Crevillent. Ella «está totalmente de acuerdo con la norma. Sí se quiere tener una igualdad real, la ley la defiende».

Aunque poco dadas a salir en medios, dos personas transexuales, ambas de Crevillent, han expresado su opinión «según sus vivencias durante su proceso de cambio» respecto al borrador de la nueva norma.

Una de ellas, María José Egea, sabe que «cuando lo tienes claro no importa la edad. Estás encerrado en un cuerpo que no es el tuyo. Es muy duro. El camino a recorrer no es fácil, sobre todo en el colegio. Yo sufrí mucho bullying. Es importante en estos casos contar con el apoyo familiar necesario, para mí, mi madre fue mi ángel». Por ello, está convencida que «cuanto antes te hagas la reasignación de sexo menos problemas tienes». En cuanto a la ausencia del informe, «es un poco libre albedrío que puede llevar al arrepentimiento posterior pero si la persona está definida, será firme su decisión».

Su cambio de hombre a mujer fue hace 25 años, cuando tenía 18. «Desde pequeña ya era una niña aunque soy un perfecto caso de hermafrodita: tengo próstata y ovario, me quedé con un pene muy pequeño que no valía para nada. Fue una operación complicada y dura».

El proceso hormonal tampoco fue fácil. «Tras tanto tiempo tuve problemas en el hígado y en el riñón. El efecto rebote cuando lo dejas es atroz, a la larga son perjudiciales en muchos aspectos. A día de hoy no me las volvería a tomar, hay muchos adelantos a nivel de cirugía y estética».

El bagaje emocional es grande «siempre he tenido muy claro lo que quería y era. El colegio fue horrible, me pegaban y hacían bullying, lo tuve que dejar en la ESO y ponerme a trabajar en el bar de mi padre. Ahora soy feliz. Fue como pasar de oruga a mariposa».

El miedo a exteriorizar que quería ser un hombre siempre estuvo presente en la vida de Alejandro Carreres. Hasta que con 21 años, en 2018, decidió llamar al psicólogo y, de allí, le derivaron al endocrino para realizarle un análisis específico hormonal y en la segunda cita «me recetaron las hormonas». El proceso continuó y en 2019 comenzó a diario con el gel de testosterona. Confiesa que tras dos años hormonándose, pronto tendrá el DNI cambiado y afirma con rotundidad que «no me voy a operar».

Su infancia «la viví siendo un hombre aunque no lo exteriorizara y me trataran con el sexo asignado al nacer . Fue mala conmigo mismo, con mi miedo, era culpa mía no exteriorizarlo».

Este pensamiento le hace ver «que el nuevo proyecto del ley es óptimo, porque nuestra realidad es muy dura. El sufrimiento que vivimos por no poder cambiar el sexo en el DNI es duro. Un proceso de cambio de papeleos, presentar el certificado del endocrino para la disforia de género. Es un calvario».

Preguntado sobre la madurez para cambiar de sexo a los 16, contesta con vehemencia: «no se suele dar el paso y luego ir hacia atrás. Si una persona dice que se siente del género opuesto al que le asignaron al nacer, deberá ser escuchada y tratada hasta que se encuentre bien consigo misma».

Sociedad binaria

«La nueva ley nos aporta seguridad, protección y una ampliación de derechos humanos que deberíamos tener desde hace años. Me parece bien que si unos padres no quieren ayudar al menor, se le preste un apoyo legal para que sea quien quiera ser», expresa un joven de género fluido residente en la provincia de Alicante.

Este joven va «fluyendo con el paso del tiempo» entre distintos géneros. «Te puedes sentir chico o chica durante un tiempo, luego sentirte los dos o ninguno. La gente no lo logra entender. Vivimos en una sociedad de binarismo: eres chico o chica».

Esta persona, además, pide a todos los partidos políticos «ponerse de acuerdo y defender a todas las personas por igual. Tienen que pensar que las personas con identidades de género distintas existimos y sigue habiendo transfobia».

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