Información

Información

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Cifras y letras

Cifras y letras

Pese a ser una chica de letras me he encontrado en atolladeros que me han obligado a estar pendiente de los números más de lo que me habría gustado, que es poco. En mi primera experiencia laboral en este mundillo del periodismo, por ejemplo, cuando de las prácticas lo último que importaba era el sueldo, me vi rellenando más papeles que Bárcenas en la época en que los sobres competían con las gaviotas en el cielo del PP en un intento fallido de cuadrar ingresos y gastos. En una libreta cuadriculada iba anotando con precisión de amanuense cada pellizco que le que daba a mi exiguo salario en pesetas (cuya traslación ahora en euros me hace pensar que el milagro de los panes y los peces sí que existe) para saber de dónde tenía que recortar si la cosa se ponía fea. Allí figuraba desde lo ineludible (casa, comida, gasolina y, si quedaba, ropa, calzado y derivados), hasta lo más mínimo, y lo primero en caer si los números se descuadraban, como era el café, la cerveza o el cine.

Cuál no será mi incapacidad innata para estas cuestiones que tiré de cuaderno y después de cartilla de ahorros hasta que casi despuntaba la era digital. Ahora, en cambio, ¿dónde va a parar? Es tu propio banco el que se ocupa de esos menesteres y no solo se encarga de las sumas y restas sino que te detalla en unos gráficos la mar de explicativos cómo y en qué te fundes el parné. Recuerdo con nostalgia aquellos cuadros prepandemia cuando los apartados de gastos en restaurantes, bares, viajes y combustible ganaban por goleada al resto. Ahora, en cambio, con las compras en mercados y grandes superficies, la luz y el agua el gráfico está resuelto. Así cualquiera. Hasta yo sería capaz de hacerlo.

Compartir el artículo

stats