La pandemia de coronavirus ha cambiado algunos hábitos como el de persignarse con agua bendita al entrar a una iglesia. La crisis sanitaria forzó que la Conferencia Episcopal le pidiese a los sacerdotes que retirasen las pilas a la entrada de los templos para evitar el contacto entre personas. Como alternativa, dos parroquias de la provincia han incorporado dispensadores de agua bendita que se activan con el pie mediante un pedal para garantizar la seguridad y devolver a los fieles la posibilidad de santiguarse.

Este servicio se ha incorporado en la parroquia María Asunta de Castalla y en la iglesia de Nuestra Señora de la Asunción de Santa Pola. Según explica Lucas Galvañ, párroco de este último templo, lleva años pensando en incorporar un sistema que resultase más higiénico que el uso de la pila, y la pandemia finalmente ha hecho que sea una realidad. Los dispensadores se inauguraron en la villa marinera hace una semana «y al principio la gente estaba extrañada porque lo confundían con gel hidroalcohólico, hasta que pusimos carteles. Estéticamente tiene forma de pila, no es feo ni ostentoso», indica el párroco.

El suministro de los equipos lo ha realizado la empresa especializada AquaSanctus, desde donde apuntan con se trata de los primeros dispensadores que llegan a la provincia, a pesar de que algunas parroquias de la Comunidad Valenciana y otras comunidades ya lo han incorporado, así como el Santuario de Nuestra Señora del Rosario la Virgen de Fátima, en Portugal, y el Santuario de Nuestra Señora de Lourdes, en Francia, apuntan.

Ceremonia cambiada

La pandemia también obligó a modificar ayer la ceremonia del Miércoles de Ceniza que marca el inicio de la Cuaresma. El sacerdote, después de limpiarse las manos y con la mascarilla puesta, tomó la ceniza y la dejó caer sobre la cabeza en silencio sin tocar la frente de los asistentes. Las modificaciones vienen de Roma, de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos