El Renault 11 aguardaba cada día con el motor en marcha a las puertas del Blanquinal, colegio público de Altea. Al volante, Ana María, paciente y lista para enfilar sin pérdida de tiempo hacia Alicante por la carretera nacional, fiel al guión que ella y su marido, Pepe «El Moreno», habían marcado en la educación de su hijo, a quien trasladaron desde la cuna su pasión por la música. De hecho, el pequeño Josep ya se desenvolvía con soltura a los siete años con el bombardino y la percusión en la Filarmónica Alteanense, así que acudir diariamente al Conservatorio Óscar Esplá al salir de clase, lejos de ser un sacrificio, resultaba una aventura placentera. Nada extraño puesto que de casta le venía al joven. Además de tener padres melómanos, el gen musical se remontaba al abuelo, Vicent «El Xinelo», cofundador de la banda de Altea La Vella. Así que, con oído y madera de sobra en el ADN, la pasión y la constancia hicieron el resto: Cum laude y Premio extraordinario Óscar Esplá para despedir el Conservatorio Superior, que dio paso a la oposición de la Joven Orquesta Nacional de España y a una beca Europea del Ministerio de Cultura que marcaría el despegue.

Con 19 años, Josep Vicent aterriza en Holanda, donde estudia su postgrado y da los primeros pasos con la Dirección, como músico también, con la Jeunesses Musicales World Orquestra, el Concertgebouw y la Dirección Artística del Amsterdam Percussion Group, recorriendo los cinco continentes hasta 1998. Por esa fecha asume la dirección de la World Orchestra tras los pasos de maestros como Zubin Metha, Igor Markievich, Franz Paul Decker, Kreizberg...Junto a esta orquesta global, formada por instrumentistas de sesenta nacionalidades distintas, el alteano recorre el planeta en 15 giras internacionales que, pasando por algunos de los mejores y más prestigiosos auditorios de Europa -París, Londres, Viena o Berlín (a ambos lados del muro)- le lleva a descubrir gentes y tierras inimaginables en Asia, Sudamérica y África; en medio de la nada en el desierto de Zacatecas para deleitar a una audiencia que iba llegando a caballo o ante refugiados de guerra y comunidades reprimidas de Sudáfrica... Toda una labor diplomática reforzada años después por su designación como «Artista por la Paz» de la Fundación Cultura de Paz, concedida por Federico Mayor Zaragoza, cargo que resume la misión que le estimula: poner la música al servicio de la sociedad.

Su carrera empieza pronto a adquirir una velocidad de vértigo en el paisaje sinfónico europeo. Si antaño los directores salían de las filas de los violinistas, en las últimas décadas son los pianistas y percusionistas los que toman posición en el foso. Y, entre estos últimos, aparece la figura del alicantino, que va dejando su enérgica impronta en algunas de las orquestas más importantes del mundo. Así queda expuesto a través de la London Symphony, la Paris Chamber Orchestra, la Liverpool Philharmonic, la Royal Philarmonic Orchestra, la Orquesta Nacional de España, Kiev Symphony, la Belgian National Orchestra o la WDR de Alemania. Entre estos, aparecen conciertos mágicos con la Sinfónica de Chile en el incomparable Teatro del Lago, el primer e inolvidable concierto de World Orchestra en la Philharmonie de Berlín o en la nueva Philharmonie de París que le resonó en el cielo. Actuaciones éstas que compagina con proyectos escénico-musicales en el Teatro Real, Opera de Leipzig, Theatre Royal de la Monaie, el Liceo de Barcelona, el Teatro La Maestranza o dando alas a su talento ecléctico con la Fura del Baus, Cirque du Soleil y con creadores de la talla de Iannis Xenakis y Michael Nyman.

Entretanto, suma hitos. Su «Consagración de la Primavera» de Stravinsky es «Best Classical Album 2009»; recupera la Integral de Oberturas de Martín i Soler y realiza estrenos de obras, entre ellas la versión escenificada de «María de Buenos Aires», ópera de Piazzola.

En España crea y dirige Festivales de Música que han sido emblemáticos, como Nits de la Mediterrània o Festival Xenakis, dirige Orquestra de les Arts o Orquestra de València y es director titular de la Simfònica de les Illes Balears, hasta que accede a la dirección artística y musical del ADDA de Alicante en 2015.

En su mente anida la creación en su tierra de una orquesta sinfónica de talla internacional y con plantilla estable, misión que encuentra el respaldo político.

Esbozado el plan, inicia un trabajo de selección entre casi tres mil aspirantes procedentes de todo el mundo, interesados en formar parte del proyecto bajo su dirección. Durante la tarea selectiva acaba reclutando a muchos alicantinos repartidos por el planeta, aplicando, eso sí, rigurosos criterios de calidad, alejados de toda práctica nepotista, lo que vino a confirmar el enorme talento musical que esta tierra, cuna indiscutible de músicos, ha exportado en los últimos años.

Culminado el proceso, a finales de 2018 arranca la Orquesta ADDA Simfònica bajo la dirección de Josep Vicent en el auditorio de Campoamor con la quinta sinfonía de Beethoven, escogida especialmente para la ocasión por el convencimiento de que, tal y como le ocurriera a la Filarmónica de Nueva York en 1842, traería suerte.

El presagio no tarda en aportar pruebas. Esa primera temporada de conciertos se redondea deleitando a través de La Creación de Haydn, La Sinfonía Leningrado de Shosthakovich, el Concierto 75 aniversario de Nyman y distintas grabaciones de Beethoven, Prokofiev, Barber y Falla. Convencido de haber construido un «ferrari» para la música, Josep Vicent sitúa el ADDA Simfònica entre las mejores orquestas del momento, sembrando un terreno con instantes mágicos trufados de una calidad sublime.

Del mismo modo, la Orquesta saca al mercado varios discos (su álbum Ánima fue recientemente Melomano de oro 2020) y da el salto al espacio internacional con giras previstas en Asia y Europa, que suma al acuerdo de colaboración con la discográfica Warner Classics, firma que trabaja exclusivamente con artistas de contrastado prestigio, de la talla de Herbert von Karajan, Yehudi Menuhin, Zubin Mehta y Daniel Barenboim, entre otros. Sobre esta siembra, Josep Vicent convierte el ADDA en un lugar deseado por todo músico, un espacio que reúne a más de mil abonados en cada concierto, generando una estrecha relación de fidelidad con una orquesta que además de llenar auditorios recorre hospitales, un selecto grupo del que hoy se puede disfrutar , del que hoy se puede presumir.

De su mano, algo ha cambiado en Alicante hasta el punto de sustituir esa apreciación que lleva a poner en tela de juicio su coste por el orgullo de resaltar lo que aporta su excelencia.