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El impacto social del covid: la adolescencia

Generación Z: el explosivo cóctel de virus, confinamiento y adolescencia

La pandemia desata el pesimismo en los adolescentes: 8 de cada 10 afirma estar más desanimado y casi la mitad cree que su vida no volverá a ser como antes - Los docentes alertan de que su formación se resentirá por la ruptura de hábitos en el estudio

El uso de redes sociales y juegos online se ha disparado en los adolescentes; durante meses fue el único modo de socializar con sus iguales. | DAVID REVENGA

Laura I. cumplió 18 años el 6 de abril de 2020. Llevaba semanas soñando con el día que alcanzaría la mayoría de edad y, sobre todo, en cómo iba a celebrar esa efeméride con un numeroso grupo de amigos. Se había imaginado aquel cumpleaños de todas las maneras posibles. De todas menos una: encerrada en casa con sus padres y su hermano pequeño y lamentándose de todo lo que estaría haciendo de haber tenido un aniversario «normal». «Fue el peor día de mi vida», exclama sin dudarlo cuando lo recuerda. Ana M. llevaba un par de meses, desde poco después de cumplir los 12, saliendo con sus amigas los sábados por la tarde. Un cine, una hamburguesa en una cadena de comida rápida, charlar un rato con los chicos y a casa. «Empezaba a hacer algunas cosas de mayor», lamenta. Miguel Ángel F. planeaba vivir el verano de su vida tras acabar el último curso universitario. Transitar por todos los festivales de música a su alcance, ligar, salir con chicas, conocer gente, mucha playa y mucha fiesta, antes de verse «atrapado por las movidas de adultos» y de tener que sentar cabeza. Pero un nuevo virus llegado desde el otro lado del mundo truncó sus vidas y sus sueños hace justo ahora un año. Un año perdido para muchos jóvenes y adolescentes; borrado de un plumazo cuando estaban en la mejor etapa de sus vidas.

En la provincia de Alicante viven alrededor de 220.000 personas con edades comprendidas entre los 13 y los 23 años. Todos ellos forman parte de la que se ha venido a llamar Generación Z. La mitad se acaban de estrenar en la adolescencia; la otra mitad, en la primera juventud. Tienen en común que todos ellos nacieron en una sociedad globalizada y su forma de relacionarse gira en torno a internet, los smartphones, los videojuegos y las redes sociales. Son seres sociales y sociables. Toleran peor que otros la frustración y les preocupan más que a otras generaciones conceptos como el cambio climático, la pobreza o la igualdad de género.

El impacto social del covid: la adolescencia.

Ahora cojamos una coctelera. Mezclemos todo lo anterior. Y añadamos dos cosas más. Primero, la constante sensación de incomprensión y enfado que conocerá bien cualquiera que haya pasado la adolescencia: con los padres, con los profesores, con la autoridad, con el mundo,... en definitiva, con cualquier ser ajeno a su círculo más íntimo de amigos. Segundo, la crisis sanitaria del coronavirus, con la consabida obligación de quedarse el mayor tiempo posible en casa y, con ella, la suspensión total o parcial de las clases; de dar una vuelta con los colegas; de hacer deporte; de salir por la noche; de tener las primeras citas con la persona que te gusta; de las fiestas del pueblo; de ir de vacaciones; del viaje de fin de curso; y de celebrar orlas, graduaciones, cumpleaños o bienvenidas a la universidad, como hicimos todos los que lo vivimos antes. Pueden imaginar el resultado.

El 39% de los adolescentes cree que ésta nunca volverá a ser como antes del covid-19

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Menos relaciones sociales

La ruptura de las relaciones sociales con sus iguales es una de las circunstancias que más pesan a este grupo de población a nivel psicológico y emocional. Un estudio denominado «El impacto generacional del coronavirus», publicado el pasado febrero por la agencia demoscópica 40dB tras encuestar a mil personas de entre 16 y 75 años de todo, apunta que la pandemia ha disparado el pesimismo entre los miembros de la Generación Z. El 78,3% de los adolescentes y jóvenes encuestados afirmó sentirse más desanimado o pesimista que en los meses previos, mientras que el 82,4% aseguró haber dejado de hacer muchas cosas que le habrían gustado o salir de casa lo menos posible.

Hay otras conclusiones que apuntalan esta idea. Ocho de cada diez «centennials», como también se llama a los de esta generación, añoran su vida anterior. Entre ellos, el 39% cree que ésta nunca volverá a ser como antes del covid-19, mientras que sólo un 13,4% considera que sí la recuperará prácticamente por completo y el 41% dice que su vida será distinta, aunque solo durante un tiempo. Por último, aunque todos los que participaron en la encuesta se reconocieron como el grupo de edad con más problemas de salud mental y emocional a raíz de esta crisis, los adolescentes y jóvenes fueron quienes más coincidieron en esta idea: un 41%.

Las redes sociales como escape

Como ha ocurrido con los niños, el abuso de los dispositivos electrónicos es una de las consecuencias más directas de todo lo anterior. Pero, a diferencia de los más pequeños, este grupo poblacional recurre a las pantallas para seguir conectado con sus iguales. Un estudio elaborado por Qustodio, una de las aplicaciones de control parental más empleadas, apunta que el uso de las redes sociales por parte de los adolescentes durante el confinamiento creció un 170%. «Es la única manera que tuvieron de socializar», explica el consultor de marketing digital y experto en Instagram Sergio Magán, que asegura que esta aplicación de fotografías y vídeos es «la reina» entre la adolescencia y la primera juventud porque, además de para compartir contenido, también la emplean en un elevado porcentaje como canal de mensajería directo.

Conectados: Las redes sociales, un arma de doble filo para socializar

Instagram, TikTok y YouTube son las aplicaciones que para los «centennials» representan lo más parecido a la santísima trinidad. «Muchos adolescentes no tienen número de teléfono, así que a falta de Whatsapp, usan Instagram como canal de mensajería directa para mantener el contacto con los amigos; TikTok para hacer o ver memes, humor o vídeos virales y YouTube, sobre todo entre los chicos, para ver todo tipo de contenido», entre el que no faltan los vídeos de youtubers hablando de viedeojuegos, explica el experto Sergio Magán. Aunque este especialista considera que el uso con control de las redes sociales puede ser positivo en periodos como el confinamiento, cuando realmente fue su única ventana al mundo y les permitió seguir conectados entre ellos, también mantiene que pueden acabar siendo un arma de doble filo: «Por un lado les ayudan a socializar, pero por otro también desvirtualizan la forma de relacionarse: prefieren estar conectados que verse en persona. O, en el caso de los videojuegos, prefieren jugar a la ‘Play’ online que jugar entre ellos», mantiene Magán.

Además de las redes sociales, los juegos online son otro de los recursos que más emplean los jóvenes para matar los ratos muertos. Aunque eso suponga restar horas de sueño, de estudio, de compartir con la familia, y acabe absorbiendo prácticamente por completo su tiempo en el hogar. «Pueden salir y juntarse con los amigos menos que antes y, como mucho, tienen que haber vuelto antes de las diez, así que el tiempo que está en casa es ‘Play’, ‘Play’ y ‘Play’’. Como si no existiera nada más», relata Alberto García, padre de un adolescente de 16 años.

Aunque no todo es negativo. Padres de chavales de entre 15 y 19 consultados por este diario apuntan que, ahora, sus hijos no solo valoran mucho más las veces en las que vuelven a juntarse y además, debido al toque de queda, han empezado a quedar por primera vez con los amigos de día para ir a almorzar, para ir «de calitas» y disfrutar con muchos menos excesos que los que suelen ir ligados al ocio de noche. «Por ese lado, todo esto nos ha venido muy, muy bien», reconocen.

Peores currículos

Otro de los grandes cambios vitales que ha irrumpido en la vida de los más jóvenes debido a la pandemia es la nueva organización del sistema educativo, donde ha habido que estructurar aulas con la mitad del alumnado, clases semipresenciales, lecciones online,... lo que ha desembocado en un cúmulo de cambios de compañeros, aulas, horarios y hábitos que están rompiendo por completo sus anteriores rutinas de estudio. Así lo constatan muchos docentes, sobre todo entre los que dan clase a estudiantes de tercero y cuarto de la ESO. «Los de primero y segundo, 12 y 13 años, lo llevan bastante bien: sobre todo los de primero, que vienen a clase todos los días, siguen teniendo una cierta rutina y han asimilado bastante bien los cambios. Los que estudian Bachillerato también están muy concienciados, porque saben que tienen la Selectividad a la vuelta de la esquina y no se la pueden jugar», explica Ana Vaquer, profesora del IES Cabo de las Huertas, en Alicante. El mayor problema, continúa esta docente, viene en los de tercero y cuarto, 14 y 15 años, «porque son chavales que todavía no tienen la madurez suficiente para tener esa responsabilidad de estudiar y hacer los trabajos los días que se quedan en casa, muchas veces solos y sin nadie que controle si están estudiando o no, y para ellos este cambio está siendo absolutamente demoledor», añade.

Este hecho, unido al retraso que los alumnos arrastran desde los meses del confinamiento, hace que muchos docentes alerten de las graves consecuencias que todo ello puede acabar provocando en la formación de esta generación: «Son ya casi dos años donde el nivel ha bajado muchísimo y no sabemos si habrá un tercero. Y todo lo que ahora se han perdido les va a pesar mucho en los currículos».

Señalados: Lidiar con la culpa y con el miedo a posibles contagios

Aunque muchos se las han apañado de todas las maneras para burlar las normas pese a la gravedad de la situación, jóvenes y adolescentes son el grupo que más se ha visto señalado por la sociedad y al que en más ocasiones se ha culpabilizado de brotes y contagios. A veces, injustamente. El catedrático de Psicología Clínica de la UMH José Pedro Espada explica que «son muy llamativos los casos de irresponsabilidad en los contagios, pero la gran mayoría de jóvenes han seguido las medidas preventivas y asumido la responsabilidad de evitarlos». De hecho, según un estudio del grupo AITANA de la UMH sobre el confinamiento general de marzo, los adolescentes eran quienes más manifestaban preocupación por los contagios, por ejemplo, cuando los padres salían de casa, relata Espada. La profesora Ana Vaquer añade que «sobre todo en grupos donde algún compañero ha pasado el covid-19, lo pasan muy mal y se pasan el día limpiando las mesas del aula, echándose gel y haciéndolo todo a rajatabla».

La encuesta de 40dB apunta que el 74,2% del alumnado cree que la educación online ha generado mayor desigualdad entre ellos y el 81,1%, que también ha perjudicado la integración y ha empeorado las relaciones personales. «En las aulas notamos que muchos estudiantes demandan hacer trabajos en grupo, tienen mucha necesidad de socializar y de romper la barrera de las clases online», señala el profesorado.

Pocas secuelas emocionales

A pesar de los importantes cambios en sus vidas, hay lugar para el optimismo. Así lo asegura el catedrático de Psicología Clínica de la Universidad Miguel Hernández (UMH) José Pedro Espada, quien afirma que, aunque inicialmente se esperaba que los efectos emocionales de todo lo anterior fuesen muy notables y pudieran dejar secuelas en la salud mental de los adolescentes y jóvenes, «en la práctica no los estamos observando». «En el confinamiento de hace un año sí que se notó un impacto severo pero actualmente, con la marcha casi normal de la escolaridad, todo está bastante normalizado, quitando confinamientos puntuales, limitaciones, etc.», añade.

Si hay algo que se repite de manera incesante en la mente de los «centennials» son sus ganas de que todo pase. Rápido. ¿Y después, qué? Viajar y tener momentos y espacios de ocio es lo que más añoran. Celebrar la vida. Coleccionar recuerdos.

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