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El impacto psicológico del virus

Hartos de hablar del coronavirus

Los psicólogos advierten que la situación de ruptura con nuestro estilo de vida desde hace un año por el covid genera fatiga pandémica y que hacer alusión constante a la crisis sanitaria no ayuda

El estrés crónico generado por la crisis sanitaria puede provocar insomnio o sensación de cansancio.

Es apenas perceptible, pero nos acompaña día tras día desde hace un año. En el límite con lo inevitable, el coronavirus que nos organiza la vida y aparece omnipresente en informativos y noticias directa o indirectamente, nos deja otro tipo de sintomatología un año después: estrés por no ver el fin.

«Cuando salgamos de esto» ha pasado de ser un concepto empleado para anunciar un próximo y feliz futuro a convertirse en una medida de tiempo indefinida. Es la incertidumbre como rutina, la inseguridad como elemento de la vida diaria. La excepcional situación sanitaria provocada por el coronavirus que protagoniza una buena parte de las noticias y la información desde hace un año tiene ahora una nueva extensión en forma de cansancio psicológico. La fatiga pandémica es el resultado de estar sometido a un estrés crónico en el que se produce una ruptura con nuestro estilo de vida durante un tiempo indeterminado, pero más largo de lo que nos gustaría o podemos sobrellevar. Así lo describe Francisco Peñalver, psicólogo de la Fundación Adiem Sentit.

La prolongación en el tiempo de la pandemia -por un plazo indefinido y lleno de incertidumbres- es un factor que «juega en nuestra contra, pero podemos mantenerlo a raya si nos cuidamos y cuidamos de los demás. Es como si estuviéramos conduciendo por una carretera larga en la que, cada pocos metros, hay un semáforo que siempre está en rojo. La meta parece no llegar porque ni siquiera alcanzamos a verla», explica Peñalver, psicólogo de esta entidad alicantina.

Una derivación de esa situación de estrés es además la desmotivación de la población para cumplir con los comportamientos protectores y las medidas de seguridad recomendadas por la administración sanitaria. El especialista señala que «hablar continuamente de la pandemia puede ser un combustible para la fatiga. Hacemos hueco en nuestra vida a la frustración, la impotencia y a un miedo excesivo. Nos retroalimentamos y nos agotamos mentalmente, no nos permitimos ese espacio de desconexión que necesitamos». Y eso es lo que más «nos quema». No poder hacer todo aquello que nos gusta y llena nuestro tiempo más apreciado, el tiempo de ocio, como viajar, estar con los amigos, salir, o tomar una cerveza... «nos pasa factura a todos», queramos o no, indica Peñalver, aunque no afecta de la misma forma a todo el mundo. «Mantener la mente ocupada -explica-, ayuda a combatir la fatiga pero, además, debemos enfrentarnos a lo que sentimos. Luchar contra los pensamientos para intentar eliminarlos conlleva un gran gasto de energía, mientras que si aceptamos la situación podemos canalizar esa energía en reinventarnos».

Uno de los talleres desarrollados por Fundación Adiem Sentit en Torrevieja. | ADIEM SENTIT FUNDACIÓN

¿Cómo esquivar ese estrés crónico generado por la pandemia? Nada que no pase por un poco de sentido común en la mayoría de los casos, pero el especialista nos marca el camino, «gestionar ese cóctel de emociones para poder redefinir nuestros hábitos», según explica el facultativo desde Adiem: «Aprovechando espacios en casa para hacer actividad física, estructurando horarios o descubriendo nuevas aficiones». Las personas, aclara, «disponemos de multitud de habilidades y capacidades para adaptarnos a cambios radicales» aunque «a veces nos infravaloremos y nos sintamos desbordados». Sin embargo, también hay personas más vulnerables, o con condicionantes vitales especiales, a las que este estrés crónico con un origen bien definido en la situación pandémica, les provoca lo que los psicólogos definen como problemas funcionales, y requieren un abordaje terapéutico que se está produciendo ya en las consultas.

Este estrés ligado a la crisis sanitaria da la cara como otros, con despistes, la dificultad para prestar atención y concentrarse, estar a la defensiva, tener problemas de sueño, sensación de cansancio o la sobreingesta de alimentos, pequeñas señales de alerta «que nos indican que algo no va bien», según el especialista de esta fundación alicantina, con una larga trayectoria en el respaldo a las personas con enfermedad mental y a sus familiares.

Enfermedad mental

Si para todos este periodo de tiempo está siendo especialmente duro de afrontar, para las personas con problemas de salud mental también ha sido un reto. Ana María Escalera, usuaria de la Fundación Adiem, asegura que ha desarrollado estrategias para sobrellevar la situación, tales como pasear o mantenerse en contacto con los suyos gracias al teléfono móvil.

Sin embargo sigue echando de menos poder abrazar sin preocupaciones, aunque no pierde la esperanza y espera que en un futuro todo vuelva a la normalidad. «Hay gente muy humana y solidaria dispuesta a ayudar en todo momento», comenta cuando hace balance de este año. Asegura que la pandemia le ha enseñado a «ser más sensible» y a dar valor al aquí y ahora. Los profesionales de Adiem reciben una serie de pautas y recomendaciones en el marco de la campaña Contagio 0% para que puedan disfrutar de su tiempo tanto dentro como fuera del trabajo.

La fatiga pandémica, nueva dolencia de la sociedad

La fatiga pandémica, nueva dolencia de la sociedad Vídeo: Agencia ATLAS | Foto: EFE

Descrito por la OMS

Esta fatiga pandémica no es un síndrome difuso más en psicología. Ya ha sido descrita por la Organización Mundial de la Salud (OMS) como «la desmotivación para seguir las conductas de protección recomendadas que aparece de forma gradual en el tiempo y que está afectada por diversas emociones, experiencias y percepciones, así como por el contexto social, cultural, estructural y legislativo», a la que se suma ese estado de ánimo provocado por el estrés.

El mismo organismo de referencia explica que el covid, además del enorme impacto sanitario, ha provocado un incremento lógico y comprensible de la incertidumbre en la ciudadanía, no sólo por su propio estado de salud, sino por sus condiciones y medios de vida. Es lógico que, tras meses afrontando una situación imprevista que ha condicionado, cuando no cancelado o cambiado radicalmente, las vidas de todos, la ciudadanía muestre signos de cansancio.

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