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Así le ha afectado la pandemia a la Generación X: Adaptados pero agotados

Las personas entre 40 y 54 años son las que afirman haber llevado mejor la pandemia, las menos pesimistas y las que creen que afectará menos a su salud mental - Siete de cada diez mantiene su empleo, aunque muchos gracias a los ERTE

El salón de casa de una familia «gen X» reconvertido en gimnasio y oficina para teletrabajar. | DAVID REVENGA

De la noche a la mañana se convirtieron en maestros, animadores, amos de casa y compañeros de juegos. Asumieron a tiempo completo el cuidado de los hijos, hasta entonces muchas veces compartido con maestros, extraescolares y abuelos. Y también ejercieron, sobre todo en las primeras semanas, de padres de sus padres: «No salgáis», «Tened mucho cuidado», «¿Estáis bien?», «¿Qué necesitáis del súper?». Organizaron su casa para poder teletrabajar o se vieron por primera vez en su vida sin poder ir a trabajar, tras haber sido incluidos en un ERTE. Lloraron a escondidas. Y a veces todavía lo siguen haciendo.

Junto a ellos, otra mitad, fundamentalmente quienes no tienen otros familiares a su cargo, acogió la obligación de quedarse en casa como algo parecido a unas vacaciones. Aprovechó para dormir, para cocinar, para leer, para ver series, para hacer videollamadas, cursos online, para dase largos baños, hacer deporte y aburrirse, mucho, algo hasta entonces inimaginable por el estrés y las prisas con las que vivimos nuestro día a día. Para encontrarse consigo mismos. Y también lloraron y se preocuparon por lo que estaba por venir. Un año después del estallido de la crisis sanitaria provocada por el coronavirus SARS-CoV 2, la gran mayoría de ellos afirma que el confinamiento les permitió ganar el tiempo que antes no tenían para estar con los suyos o con uno mismo. Y, en general dicen estar adaptados a la nueva normalidad pero sobrepasados en muchos aspectos, hastiados de la pandemia, agotados de ver pasar los días sin ver que llega el final o tristes porque la vacunación no acaba de despegar. Lo llaman fatiga pandémica.

En la provincia de Alicante residen algo más de 453.000 ciudadanos con edades comprendidas entre los 40 y los 54 años, clasificados con el apelativo de Generación X. Son el grupo de edad más numeroso. En su día, también les denominó la Generación de la Llave por ser la primera que creció con una menor supervisión de los adultos en comparación con otras generaciones anteriores, debido a la mayor participación de sus madres en el mercado laboral; o Generación MTV, pueden imaginar por qué. Fueron los primeros menores en tener acceso a ordenadores personales en casa o en la escuela; eran niños o adolescentes cuando el sida comenzó a hacer estragos; encumbraron a Nirvana; se empaparon de cine independiente y se sintieron uno más de la pandilla de Winona Ryder en Reality Bites. Aunque en su primera juventud se les consideró holgazanes o indiferentes con su entorno, al crecer acabaron siendo definidos como personas activas, felices, emprendedoras y con gran capacidad para lograr el equilibrio el trabajo y su vida privada. Hasta que el covid-19 hizo que todo lo anterior saltara por los aires.

El confinamiento obligó a muchos padres a hacer de maestros y compañeros de juego. | DAVID REVENGA

Menos tristes, más estresados

Resulta del todo complicado hacer un solo patrón para saber cómo ha impactado la crisis social y económica provocada por el coronavirus entre los ciudadanos de esta generación. Se trata de un grupo voluminoso y muy heterogéneo, por lo que prácticamente cada experiencia difiere un mundo de la de otros. La mayoría de encuestas y estudios que se han realizado para conocer los efectos sobre la población los señala como la generación que mejor ha sobrellevado las restricciones por la pandemia: no les costó en exceso quedarse en casa, se adaptaron mejor que los más jóvenes a las nuevas normas y se cuidaron más del virus para poder cuidar de los suyos.

Una encuesta a más de 3.000 personas sobre la salud mental de los españoles en esta etapa, publicada estos días por el Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS), apunta que ocho de cada diez «gen X» está bastante o muy preocupado por la situación actual de la pandemia; que dos de cada diez se sienten deprimidos o decaídos todos o bastantes días; y que la mayoría teme más por la posibilidad de que un familiar muera o se contagie de covid que por un contagio propio.

Ahora bien, de ellos muy pocos se libran del estrés. Seis de cada diez consultados en esta encuesta afirmó sentirse estresado con frecuencia, algo que para la psicóloga Marisa Richelle tiene una explicación sencilla: « Antes de la pandemia, el estrés ya era un acompañante, pero te podías desvincular temporalmente de tus roles quedando con amigos o desconectando con hobbies o aficiones. Ahora, está todo concentrado en casa: con limitaciones perimetrales, horarias y durante mucho tiempo encerrados con todos los miembros de la familia, que también tienen sus necesidades generacionales no cumplidas». Por eso, según la psicóloga los niveles de estrés entre los «gen X» han subido de categoría: «Cada vez más se sufre de una constante preocupación por el futuro, por los nuestros, por el trabajo, por la economía, por contagiarse,... lo que a la larga puede desembocar en ansiedad, insomnio, miedos, adicción o depresión».

El teletrabajo y los ERTE han marcado laboralmente a esta generación durante la pandemia. | TONY SEVILLA

Entre pedir ayuda y ganar tiempo

Sin embargo, la mayoría de personas de este grupo poblacional confía en no acabar padeciendo ninguno de los anteriores trastornos. De hecho, otro estudio elaborado por la agencia demoscópica 40dB señala que la Generación X es, de todas, la que en menor grado cree que la pandemia acabará pasando factura a su salud mental —25,3%—; y la menos pesimista con respecto al futuro —el 60% cree que su vida volverá a ser como antes de la crisis sanitaria—. También, la que menos perjudicada se ha visto a nivel económico y laboral: el 73,6 por ciento afirmó que había mantenido el empleo sin ver reducida su jornada laboral y el 82,3%, que sus ingresos no habían mermado por la crisis o lo habían hecho, pero sólo temporalmente.

Siempre hay excepciones. Ángela y Antonio, una pareja de alicantinos de 45y 47 años de edad y con un hijo, se ha visto por primera vez en la necesidad de pedir ayuda puntual a sus padres para llegar a fin de mes. Ella tuvo que cerrar durante varios meses la pequeña peluquería que montó hace años y afrontar muchos pagos sin obtener ingresos; él, camarero, lleva prácticamente un año entrando y saliendo del expediente de regulación de empleo (ERTE) que presentó su jefe y tardó cinco meses en empezar a cobrar la prestación. «Empezamos tirando de ahorros, pero nos vino el seguro, la comunidad, el alquiler del local que seguía todos los meses, y llegó un momento en que no pudimos con todo, no teníamos ni para hacer la compra. Menos mal que la familia nos pudo ayudar», relatan tras haber logrado estabilizar su situación.

En el lado totalmente opuesto se encuentra Aila. Empleada de un hotel en Benidorm sin hijos, desde hace un año tan solo ha trabajado los tres meses de verano, después de encadenar un ERTE y de volver al paro porque tiene un contrato de fija discontinua. Relata que, a pesar del golpe económico y emocional que la pandemia ha provocado a nivel general, en su caso el balance es positivo: «He estado cobrando prácticamente lo mismo, sin retrasos, y casi no he gastado, porque no hay ocio, no puedes salir, viajar». También afirma no haber tenido miedo y haber aprovechado el tiempo para volver a conectar con los suyos.

Lo mismo le ocurrió a Jose, que es comercial en la ciudad turística. Antes de la pandemia, salía de casa a las ocho de la mañana y pocas veces regresaba antes de las ocho de la tarde. Veía a sus dos hijos pequeños apenas un rato antes de llevarlos a la cama. Tras un ERTE y hacer teletrabajo, destaca que estos meses le han permitido «ganar mucho tiempo para ver crecer a los niños, aunque siga siendo una locura organizarse en casa y me muera de ganas por que todo sea otra vez como antes».

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