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Julio Armas: «Los sanitarios tenemos las ganas y la vocación intactas, pero el ánimo en números rojos»

Julio Armas, urgenciólogo en el Hospital del Vinalopó de Elche. | INFORMACIÓN

Médico de urgencias. Historia que narra, historia que personaliza los estragos del covid. Julio Armas, urgenciólogo en el Hospital del Vinalopó de Elche, se cuela cada día en la casa de miles de personas que lo siguen en redes sociales. Con demasiadas de horas en Urgencias a sus espaldas durante la pandemia, este sanitario cuenta su experiencia.

Esta pandemia ha supuesto un desgaste físico y mental, sobre todo para los sanitarios. ¿Cómo se encuentra?

Llevamos más de un año aguantando la presión de un pandemia y sus consecuencias inmediatas y tardías. Doblando turnos, aguantando jornadas maratonianas y con el estrés en límites insospechados. Hemos dado la cara siempre, con poco, a pesar de exponer nuestra propia salud y aún no vemos el fin de tanto sufrimiento. Ahora mismo estamos cansados, desanimados y un poco hartos de tanto dolor propio y ajeno. Tenemos las ganas y la vocación intactas, pero el ánimo en números rojos.

¿Cómo es su día a día siendo médico de urgencias en estos momentos tras la disminución de ingresos?

Hasta hace dos semanas los turnos de 12 horas se convertían en verdaderas trincheras, recibiendo pacientes graves cada 30 minutos, a veces varios a la vez, haciendo malabares con los respiradores y las habitaciones donde poder aislarlos, viendo familias enteras contagiadas y en situación de gravedad. Llegábamos a trabajar y después de un café largo sabíamos que no pararíamos en un buen rato, a veces teníamos que llorar un poco, otras pedir un poco de consuelo en un compañero, y otras gritar en silencio, reponerte y seguir adelante. Hoy estamos en una calma tensa, viendo cómo volvemos a cometer los mismos errores de relajar las medidas, las incoherencias de las decisiones políticas y la falta de comunicación con la población. También asistimos a la irresponsabilidad y la apatía de unos pocos, que pueden comprometer la vida de muchos.

¿Cuál es el perfil del ingresado en urgencias actualmente? Los últimos datos apuntan a un incremento de ingresos en jóvenes.

Al vacunar a la franja de edad de pacientes mayores, mejorar las medidas de protección y su cuidado la curva de incidencia se desplaza a edades más jóvenes. En la ola previa ya vimos una sustancial caída de la edad de los ingresos, así como el incremento de la gravedad y los ingresos en las unidades de cuidados intensivos. Los primeros pacientes que estamos recibiendo en este repunte son cuantitativamente más jóvenes, no vacunados y con un perfil de gravedad con progresión más rápida.

¿Nos espera una cuarta ola peor que la última vivida?

Creo que el peor repunte ya lo hemos vivido, y son varias la razones que esbozan un entorno más optimista: vacunación de grupos más vulnerables, mayores y personal de primera línea, inmunidad natural del contagio previo reciente, medidas de cierre perimetral con mayores controles y un poco más de conciencia social y de responsabilidad individual. Las cifras de fallecidos son la peor noticia de esta pandemia, hay que ponerle cara y darles voz; tanta tristeza no puede quedar escondida detrás de una número frío.

La vacuna AstraZeneca está en estos momentos en el punto de mira, ¿cree que ha sido acertado su tratamiento mediático?

Las estrategias de vacunación necesitan más transparencia y muchísima más divulgación científica, que la población sepa más y pueda elegir desde el conocimiento y no desde el sensacionalismo de lo excepcional. Los datos de eventos trombóticos y de otros efectos adversos que cada día copan titulares no son de mayor incidencia en la población vacunada, que en la población general. Estamos ante una vacuna eficaz y con niveles de seguridad dentro de los estándares que establece la Agencia Europea de Medicamentos (EMA). Todos los eventos graves asociados con la vacunación se estudian, se monitorizan y si suponen un riesgo mayor para la población se toman medidas. La única decisión posible con los estudios que tenemos en curso es vacunar, vacunar y vacunar. Las vacunas salvan vidas, no debemos olvidarlo.

Las historias de pérdida, tristeza y soledad ponen cara a este virus, que no discrimina. ¿Cuál es el caso que usted haya vivido más estremecedor?

He vivido situaciones muy duras durante el último año, tanto en el hospital como en el SAMU, pero la última que he vivido ha sido el más triste y la que más me ha marcado. Una tarde de enero, casi al finalizar el turno, sonó el timbre de la Sala de Vitales y acudimos corriendo. Se trataba de una mujer de mediana edad que trasladan en situación de fracaso respiratorio después de varios días con covid en aislamiento domiciliario. Al preguntarle, una vez estabilizada, por sus familiares nos contó que su marido y su hijo estaban en la UCI. Durante más de dos semanas una familia al completo cambió su hogar por tres camas de UCI, un pronóstico ominoso y el dolor que sufrieron en el silencio de una sedación prolongada, un silencio desolador. Ojalá te pudiera decir que cuando me quito la bata, también sacudo el dolor y el sufrimiento, que al salir del hospital olvido lo que he vivido, pero es humanamente imposible ser ajeno a tanta tristeza.

¿Qué mensaje lanzaría a aquellos que están agotados, desconfían de la vacuna y no ven el final del túnel?

Tenemos que cuidarnos más y mejor, debemos tomar medidas coherentes, alejar el debate político de la pandemia y centrarnos en la ciencia. Deberíamos construir espacios más seguros, vacunar más y destinar recursos económicos a los más vulnerables. Si seguimos llegando tarde no asumiremos olas, sino tsunamis. A todos nos va la vida en esto, la nuestra, la de nuestros hijos y cada día que pasa de irresponsabilidad y falta de empatía es un pasaporte seguro al sufrimiento. Es el momento de dar un golpe en la mesa y decir: basta ya. Un solo fallecido por covid ya debería ser motivo de duelo. El dolor miles de familias que han perdido a sus seres queridos debería abrir tertulias y todos los años de vida perdidos nos deberían hacer recapacitar, cuidarnos más y ayudar al prójimo.

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