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Vacunación Ricardo Martín Vicedecano de Enfermería del CEU y enfermero gestor en el Raval (Elche)

«Los días de vacunación acabo llorando por la tensión acumulada durante meses»

El final del estado de alarma da paso a un nuevo escenario, ante el que muchos sanitarios alertan para que no se baje la guardia frente al virus

«Los días de vacunación acabo llorando por la tensión acumulada durante meses»

¿Cómo definiría la situación en la que nos encontramos?

Estamos en el mejor momento sanitario desde que empezó la pandemia, mejor incluso que en agosto del año pasado, que fue un mes aceptable. Nos ha ayudado mucho que la Comunidad Valenciana cuente con un elevado porcentaje de vacunados. El calor también contribuye. No elimina el virus pero su efecto es negativo para él. Aunque hay gente que no respeta las normas, la mayoría sí lo está haciendo. La suma de todos estos factores nos ha llevado a una situación mejor.

¿De qué manera viven los enfermeros la vacunación?

Para nosotros es emocionante, se nos pusieron los pelos de punta cuando empezamos a vacunar a los mayores de 90 años. Vimos que estábamos abriendo la puerta que nos va a llevar al final de esta situación. Hay días de vacunación en los que acabamos llorando por la tensión que hemos ido acumulando durante meses. En dos semanas vamos a vacunar a las personas de entre 50 y 60 años y eso demuestra que seguimos por buen camino, pese al déficit de dosis que arrastramos.

¿Les sigue llegando gente con dudas sobre la vacuna?

El problema es que algunas noticias generan mucho escándalo. En bastantes foros se ha publicado que los efectos secundarios de la vacuna son menores que los de cualquier fármaco que tomamos, por lo que la alarma es exagerada. La única solución y salida para la pandemia es la vacunación, hay que hacerlo. Se está poniendo el foco en sus efectos secundarios cuando no se trata de algo significativo porque los beneficios son superiores.

¿Qué le parece que las restricciones caigan desde hoy con el fin del estado de alarma?

Las restricciones son las que nos han llevado a estar bien. La apertura de las condiciones debería haberse retrasado, al menos, un mes. Aunque se amplíen los horarios, tenemos que seguir comportándonos correctamente. No podemos creer que estamos en la nueva normalidad porque no es así. Pensar que desde hoy comienza una nueva fase supone un error. Sé que la salud mental ha empeorado por las restricciones pero todavía tenemos que recorrer mucho camino.

¿Cómo valora el comportamiento general de la población?

Como conjunto de la sociedad nos hemos comportado correctamente, así lo refleja la situación de la Comunidad Valenciana. Hay casos puntuales en los que no se respeta ese comportamiento. Afortunadamente, no dejan de ser puntuales, si no, no estaríamos así. La gente se comporta en los supermercados, las farmacias, las panaderías... Se respetan los aforos, no hay conflictos por ello y todos sabemos que nuestra salud está en juego. Hay que agradecer esa actitud.

¿Qué han aprendido del virus con el paso de los meses?

Al principio era algo desconocido y su aparición supuso un choque que provocó miedo e incertidumbre. Poco a poco hemos conociendo el comportamiento de la infección y la forma de prevenirla. Queda mucho por aprender, al igual que sobre la vacuna. En nuestra profesión siempre hemos sabido protegernos frente a las infecciones y eso nos ha ayudado. Tenemos incertidumbre por saber si esa protección es suficiente. El déficit de material que hubo al principio de la pandemia fue otro gran problema.

¿Cuáles son los casos más llamativos que ha encontrado?

Ha habido situaciones de todo tipo, algunas muy conflictivas. Personas mayores que cuidaban sus hijos y que, al contagiarse, se quedaron sin protección, gente joven que llevaba una vida normal y que después de estar en la UCI ha tenido secuelas importantes y pérdida de su calidad de vida... Esto arrastra a las familias a vivir una nueva situación, muchas han tenido que cambiar totalmente su forma de vida. El caso de los pacientes ancianos encamados que han perdido a sus cuidadores ha sido realmente difícil.

¿Puede enumerar las principales secuelas del covid-19?

A muchos de los que han pasado por la UCI se les ha tenido que hacer una traqueotomía, se dan casos de dificultad en la movilidad de las piernas por el anquilosamiento de las articulaciones, se producen déficits cognitivos que dan lugar a la pérdida de memoria y capacidad mental, aparecen problemas en la ingesta, por lo que se come menos y se sufren importantes pérdidas de peso... Y también hay mucha depresión.

¿De qué manera les ha afectado la pandemia en su rutina?

Al principio de la pandemia, al restringirse los accesos, los crónicos que recibían educación sanitaria dejaron de venir al centro. La mayor parte de nuestros trabajos como enfermeros continuaron, como las curas o las extracciones de sangre. Ahora ya estamos actuando prácticamente con normalidad. Tratamos a los crónicos, hemos retomado el programa de atención a niños, seguimos con las visitas a domicilios en los que viven pacientes inmovilizados... En breve estaremos al 100%.

¿Qué lecciones vamos a extraer de todo esto en el futuro?

Hemos aprendido que la situación global del mundo hace que aparezcan virus que no conocíamos, como ocurrió con la gripe aviar o la porcina. Este virus es realmente grave y, probablemente, no será el último. Tiene una gran capacidad de convivencia y permanecerá con nosotros, al igual que sucede con la gripe.

¿Volverá la vida anterior?

Tardaremos bastante en prescindir de la mascarilla en espacios públicos. Lo que entendemos por normalidad no llegará hasta el próximo año, como mínimo. Y hay muchas incógnitas que se tienen que resolver, como la efectividad de la vacuna, si nos tendremos que inocular todos los años, si se conseguirá que el virus desaparezca por completo... Lo cierto es que su comportamiento no es nada habitual.

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