Después de seis meses marcados por las grandes restricciones impuestas para tratar de frenar el avance del coronavirus, la de ayer fue para muchos una jornada de retomar costumbres que había sido imposible seguir durante este tiempo, o con personas a las que había sido imposible ver. La Comunidad mantiene unas limitaciones notablemente más duras que la mayoría de autonomías, pero aun así el decaimiento del estado de alarma hace posible, entre otras cosas, reunirse con más personas, ir a otras comunidades y estar en la calle hasta medianoche. Y todo eso se dejó ver ayer, de una u otra forma.
Una muestra palmaria de ello eran las terrazas de los bares. En torno al mediodía, en el centro de Alicante era fácil observar a grupos de entre seis y diez personas, que hasta ahora no habían podido juntarse. Carlos Estrada, vecino de la capital, aprovechó esta circunstancia para tomar un aperitivo con sus amigos del grupo de fútbol tras el partidillo del domingo. «Antes acabábamos y nos íbamos a casa, pero hoy hay que celebrarlo», afirmó. Eso sí, manteniendo las medidas de prevención, con sus mascarillas.
Escenas similares se repetían por toda la geografía, como en las zonas turísticas de la costa, y eran también muy bien recibidas por los hosteleros. Para Joan S., que trabaja en uno de los restaurantes de l’Arenal de Xàbia, «poder abrir hasta las once y media ha supuesto un auténtico alivio porque los bares lo hemos pasado mal, muy mal». También subrayó la importancia del fin del cierre perimetral: «Clientes de Madrid son muy importantes para nosotros».
En el interior la diferencia respecto de la situación previa se notaba también con una gran afluencia a los pueblos. Un pequeño incidente en Benifallim así lo demostró: hacia las dos de la tarde el paso de una carrera ciclista generó en apenas 15 minutos un llamativo atasco en la carretera CV-785, que se disipó tan pronto pasaron los corredores. Muy cerca de allí, el mercadillo dominical -que ampliaba su aforo máximo al 75%- atrajo a muchos a La Torre de les Maçanes, que además celebraba la festividad de San Gregorio y el popular Pa Beneït, aunque sin poder realizar el tradicional y vistoso desfile. «Hay gente, sí, pero no es un desmadre», comentaba con ironía un vecino.
Y si por el día se sentía alivio, el atraso del toque de queda a la medianoche no fue menos. «Es fenomenal esa sensación de poder pasear por la calle sin necesidad de estar mirando el móvil para ver si es la hora de irse a casa». Sonia Pérez, de Alicante, quedó ayer por la tarde con sus amigas en un bar del centro y se retiró en torno a las 22.30 horas, sin miedo a que se le pudiera hacer tarde por primera vez en seis meses.
No obstante, algunos no ocultaban una cierta preocupación. Vicent Cardona, de Dénia, teme que pueda ocurrir como el verano pasado, cuando con la apertura del turismo se dispararon los contagios. Eso sí, pretende aprovechar las nuevas medidas: el próximo fin de semana, contó, «al fin nos reuniremos toda la cuadrilla, somos cuatro matrimonios y nos iremos a cenar todos juntos después de tanto tiempo».