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Amparo Navarro: Ariete contra techos de cristal

Ariete contra techos de cristal

Sopesó estudiar Filosofía y Letras, pero se decantó por Derecho al convenir que siempre estaría a tiempo de escribir sobre sus ideas y pensamientos. Cuando se convirtió en abogada estaba decidida a encaminar sus pasos hacia el juzgado, pero el consejo del profesor Juan José Bayona la condujo a permanecer en la Universidad para dedicarse a la investigación y a la docencia. Al fin y al cabo, tal y como calibró al elegir carrera, siempre estaría a tiempo de ponerse la toga.

Ni en una cosa y ni en otra hubo marcha atrás, así que Amparo Navarro Faure, alicantina de Benalúa, descendiente de Tomás Navarro Casanova, director de Correos además de Secretario General de la Gestora de Hogueras y de la Cruz Roja; y de Claude Faure, ingeniero francés de una empresa de ferrocarril cuya familia veraneaba en Santa Pola; hija única del profesor mercantil José Antonio Navarro Pastor y de la madrileña Carmen Faure, encontró en el campus de San Vicente del Raspeig y en el estudio de las leyes el camino que la sedujo para enfocar su tarea hacia lo que siempre anheló: el servicio público.

Tras iniciar sus estudios en las Salesianas, Amparo Navarro recala en el Figueras Pacheco, el instituto que marca su juventud en los tiempos de la transición bajo la tutela de un profesorado joven, comprometido e innovador, que destaca en el campo de la docencia.

Allí comienza a despuntar con un brillante expediente académico que coloca su horizonte universitario en Madrid . Sin embargo, a finales de los años setenta, al conocer la creación de la Universidad de Alicante, los planes cambian. La noticia, festejada con alborozo en el domicilio Navarro-Faure, se completa con la elección de la adolescente, que concluye su etapa en el centro de Babel asistiendo a una conferencia de Pepe Asensi, un profesor treintañero que congrega la atención del alumnado para explicar en qué consiste la carrera de Derecho. Las palabras de Asensi en aquel encuentro no hacen más que reafirmar una decisión ya adoptada, así que, con 18 años, Amparo Navarro ingresa en la UA para convertirse en abogada.

Junto a otros doscientos alumnos en el aula Jorge Juan del campus de San Vicente, la joven universitaria disfruta de una carrera cincelada con el magisterio de jóvenes catedráticos como Juan José Bayona, María Teresa Soler, Javier Boix, Tomás Vives, Vicente Gimeno, José Luis Iglesias, Agustín Bermúdez, Luis Fernández de la Gándara y Juan Ruiz Manero, entre otros.

En cuarto de Derecho, siguiendo las directrices de Bayona, Amparo realiza un trabajo de investigación becado por la Conselleria sobre la economía sumergida en la provincia de Alicante. Aquella labor despierta el interés por la investigación jurídica, pero no aparta de su mente un futuro profesional en los juzgados hasta que, poco después, escucha el definitivo argumento de Bayona que decide su futuro:

-Si usted se va de la Universidad, será muy difícil que vuelva. Pero si se queda, siempre estará a tiempo de irse.

Disipadas las dudas, Navarro entra a formar parte del departamento de Bayona y María Teresa Soler, disfrutando, junto a sus compañeras Mercedes Núñez y Eva Aliaga, de la línea elegida, financiero y tributario, rama que se convierte en su verdadera vocación. En paralelo, se doctora con un trabajo sobre déficit público, supera dos oposiciones para acceder como docente titular a la Universidad y, poco antes, contrae matrimonio con José Miguel Sempere Ortells, un joven alicantino recién licenciado en medicina, de familia vinculada al Mercado Central, que destaca en el campo de la inmunología.

Sobre el camino aparece el interés por la gestión universitaria de la mano de Juan José Díez, el catedrático de Derecho Administrativo que la aúpa como vicedecana. Ahí, durante dos cursos, se empapa de administración pública y, más adelante, decide presentarse a las elecciones a decana, cargo que consigue en la etapa coincidente con la adecuación de los planes de Bolonia, rompiendo el primer techo de cristal de su carrera al convertirse en la primera mujer en ocupar el decanato en la UA.

La experiencia acumulada en el mandato del rector Jiménez Raneda le abre las puertas para entrar en el nuevo equipo del rector Manuel Palomar, que eleva a Amparo al frente de un vicerrectorado, donde, a la parte docente y académica, suma transferencia e investigación, las otras dos patas de la Universidad.

La enriquecedora labor en torno a la investigación, progreso en estado puro, coincide con la fecunda tarea de Francis Mojica, el científico que, injustamente, se queda a las puertas del Premio Nobel. Aquella más que cuestionable decisión de la Academia sueca supone una de las mayores frustraciones de Amparo Navarro, incapaz de entender que el científico que desde la ciencia básica ha descubierto CRISPR, mecanismo basado en un corta-pega genético, no complete la terna ganadora en la ceremonia de Estocolmo.

Por aquel entonces, con dos techos de cristal destrozados -primera decana y primera vicerrectora de investigación-, Amparo entra en la carrera para romper uno más: el rectorado de la UA.

La alicantina se ve suficientemente preparada para gobernar la Universidad y acepta la pugna electoral con José Vicente Cabezuelo, amigo y compañero de equipo durante el mandato de Palomar. En ese momento, nadie imagina que el proceso iniciado va a sufrir una anomalía inesperada a causa de una pandemia que obliga a decretar un estado de alarma que paraliza todo hasta el jueves 3 de diciembre de 2020, fecha en que Navarro rompe su tercer techo de cristal al imponerse en las elecciones al catedrático de Historia Medieval por una diferencia de 9,5 puntos.

Así, Amparo Navarro, la joven estudiante de Derecho que cuatro décadas antes pisaba por primera vez la UA, accedía al despacho rectoral inscribiendo su nombre como primera mujer en gobernar el centro universitario alicantino.

Alicantina hasta la médula, defiende que para conocer y comprender plenamente a Alicante hay que entender la «coca de molletes». Es el caso de esta benaluense, nieta de ilustre foguerer y madre de dos hijos, que descartó la carrera de Letras porque siempre iba a estar a tiempo de escribir. Y a fe que lo ha hecho: Ha escrito historia.

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