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CORONAVIRUS EN ELCHE

Trasplantes, cuarentena y covid

Dos ilicitanos cuentan su convalecencia tras someterse a un cambio de riñón e hígado durante la pandemia

Dos ilicitanos cuentan cómo ha sido someterse a un trasplante de riñón e hígado durante la pandemia

Una dificultad añadida a una situación extraordinaria como el coronavirus, del que nada se sabía y mucho se especulaba, es estar convaleciente de un trasplante de órganos. Así le ocurrió al ilicitano José Antonio Morales. A punto de cumplir los 65 años, «nunca en mi vida había estado enfermo ni me había tomado una pastilla». A raíz de unos antibióticos en 2018, comenzó «a estar cansado después de entrenar, se me hinchaban las piernas, notaba algo raro».

Decidió acudir al hospital para comentar el problema con los facultativos. Unas pruebas después le comunicaron el veredicto: «tenía los riñones al 20%. El médico me dijo la opción de llevar a cabo un trasplante. Estuve en tratamiento un año y medio, recuperé un poco de función renal» pero la alternativa del trasplante seguía latente. En la lista de espera para recibir u nuevo órgano entró en octubre de 2019, realizándose ya la diálisis peritoneal en casa.

El Hospital General de Elche le avisó un 4 de marzo de 2020 de que había un órgano disponible para él. La operación fue «muy bien, a los ocho días ya estaba en casa». Pero, llego el coronavirus y comenzó la doble cuarentena.

De carácter jovial y «muy dicharachero» estuvo en casa hasta julio «subiendo y bajando escaleras una hora al día por la mañana. Subía al sexto piso y bajaba. El médico me dijo que había que moverse y al no poder salir de casa y haber cuarentena, había que amoldarse a las circunstancias y ser positivo». Aunque poca cosa para quien ha dedicado su vida a hacer maratones y jugar al fútbol, los peldaños los combinaba con unas pocas salidas al supermercado.

La recuperación «fue excelente», las revisiones han ido espaciándose y las pastillas menguando, cada ocho meses y cinco comprimidos al día. Y, desde el pasado julio, mascarilla y gel hidroalcohólico para seguir realizando su pasión: el deporte, al que ha dedicado toda su vida, sobre todo al equipo Celtic Elche, del que es su presidente desde hace 22 años. «Voy caminando a todos los lados, hago senderismo y entreno a un equipo benjamín local, excepto maratones que no me atrevo».

Morales lleva «la misma vida que antes, nunca he tomado azúcares ni sal, me he recuperado y estoy en muy buena forma. Siempre he sido muy deportista y el cuerpo tiene memoria». Vacunado con la monodosis de Janssen, espera que esto termine para «poder ir a bailar los fines de semana. Solo falta eso para tener la misma vida que antes», puntualiza.

Tras el virus, trasplante

Distinto es el caso de Josefa Ferrández Redondo, de 57 años. También ilicitana, se sometió a un cambio de órgano tres meses después de haber pasado el coronavirus y que su marido falleciera por la enfermedad.

Sus problemas con el hígado fueron visibles en una analítica en 2018. La bilirrubina salió alta. Los controles mensuales comenzaron hasta que el especialista «me dijo que tenía un trocito de hígado que no me funcionaba y estaba en una situación óptima para hacer un trasplante». Las revisiones siguieron hasta que en 2019, «una mañana noté síntomas de resfriado me limpié la nariz y sangraba. El malestar seguía y devolví mucha sangre». En casa llamaron a la ambulancia y en el hospital «por suerte, los médicos consiguieron cortar la hemorragia».

Ferrández, pese a estar en lista de espera para conseguir un órgano, no se libró del coronavirus. El 31 de julio de 2020 la ingresaron en el hospital para «no tener ningún problema a la hora de operarme». La situación dio un vuelco de 180 grados cuando su marido también se contagia y, tras un mes en UCI y tres días en planta, falleció un 15 de septiembre.

Devastada y con el ánimo por los suelos, se sometió al trasplante el 20 de octubre de 2020, después de comunicarle desde el Hospital General de Alicante la disponibilidad de un órgano para ella.

«Llegué al hospital a las 18.00 horas con la ambulancia, entre a quirófano a las 20.00 y a las 24.00 salía despierta y fui la paciente número 300», señala Josefa.

A la semana de darle el alta, ya pudo retomar la normalidad en casa con mascarilla y otras dos sin salir del domicilio, en el que vive con su hijo, quien hacía la compra y llevaba sumo cuidado para no contagiarse. «Y ahora, aquí estoy perfectamente, con las dos dosis de Moderna puestas y un buen posoperatorio tras el trasplante. Tomo medicación, la herida cicatriza bien y hago mi vida normal», agrega.

Activos en pandemia

Ambos pacientes muestran su gratitud a los dos hospitales, la profesionalidad y trato durante la intervención y las revisiones periódicas para comprobar que todo sigue viento en popa.

Desde el General de Elche, centro donante y donde se realizan transplantes de riñón y córneas, el equipo de trasplantes, formado por dos médicos y dos enfermeras, sostiene que sí ha habido «un descenso importante de la actividad en las semanas más críticas de la pandemia». A pesar de la situación, «hemos realizado un gran esfuerzo para seguir ofertando el trasplante renal y de córneas a los pacientes. Ha habido momentos en los que hemos tenido incluso pocos pacientes en lista de espera, en algunos grupos, debido al buen ritmo trasplantador del centro. Ahora la actividad se ha recuperado y esperamos que este segundo semestre del año retome su ritmo habitual», destaca la enfermera Nuria Berenguer, quien da voz al equipo.

Por su parte, desde el General de Alicante ponen de manifiesto el esfuerzo y las ganas del equipo de trasplantes para llevarlos a cabo en los meses más duros del covid, cuando han continuado recibiendo donaciones de órganos y se han mantenido activos, atendiendo todos los casos urgentes que se han presentado, apuntan Carlos de Santiago y Marián Miralles, jefe del Servicio de Coordinación de Trasplantes y enfermera coordinadora de trasplantes.

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