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La Cuarta Vía

Disfrutemos del verano, pero con cabeza. El virus sigue ahí

El levantamiento de casi todas las restricciones ha devuelto a calles y playas conductas irresponsables, aumenta el riesgo de un nuevo cierre hostelero y, lo peor, de una quinta ola

Un grupo de chicos y chicas en una zona de botellón en Alicante. | RAFA ARJONES

Quince meses se han cumplido esta semana de aquel infausto 15 de marzo de 2020 en el que España entró en estado de alarma por el avance descontrolado del covid. La economía de la provincia agoniza desde entonces en muchos de sus sectores, con el turismo como máximo exponente de la sangría. Prácticamente nos hemos quedado sin los turistas británicos este verano y, sin embargo, no hemos aprendido nada. Quince meses han pasado, insisto, y en el primer fin de semana de «libertad» -este que estamos aún disfrutando se saldará con balance parecido- nos volvimos a echar a las calles sin control. Las distancias se difuminan, han vuelto los botellones, algunos de hasta cuarenta irresponsables, y la mascarilla empieza a ser, pese a que todavía es obligatoria, un elemento vintage que sólo utilizamos cuando compramos en un supermercado o vamos a sellar la Primitiva. Cierto es que quince meses después la vacunación avanza, incluso a la velocidad de crucero que nos prometieron, cierto es también que gracias a las inoculaciones -dolores de cabeza y fiebres secundarias aparte- la mortalidad relacionada con el virus ha descendido un 60%, y no parece que vayamos a volver a las sobrecogedoras cifras de los meses más duros. ¿O sí? Nadie puede asegurar nada desde el punto de vista sanitario, pero parece que nos da igual.

Los más de 80.000 muertos en España (7.500 en la Comunidad Valenciana) empiezan a figurar en una estadística que parece no va con la mayoría, y ahí es donde debemos profundizar en el análisis. Si bajamos la guardia, como la estamos bajando, nadie puede prever qué sucederá cuando llegue una quinta ola porque, si bien en Europa el desorden parece estar en vías de solución, en el resto del planeta la pandemia continúa desbordada y desolando muchos países. Proliferan las variantes, el virus tiende a reforzarse y ningún experto se atreve a asegurar que todo está bajo control total ni con las vacunas. Y si hace más de un año el bichito, ese cuyo nombre está a caballo entre el de un exoplaneta y el de un detergente de moda, se expandió desde China y conquistó el mundo, quién sabe si la evolución del mismo volverá a cruzar el mundo desde, por ejemplo, un pueblo remoto de la India, donde, hay que recordarlo, cientos de millones de personas siguen sin la vacuna. Pero ese riesgo, en Alicante, o en cualquier autonomía española, parece darnos igual pese a que, aunque más o menos bien de salud, haya todavía miles de personas en ERTE o en el paro directamente y, por ejemplo, el 30% de los establecimientos turísticos no vayan a abrir en esta temporada alta. Ese periodo que arranca en diez días en medio de la crisis turística más grave de la historia que ha hecho, incluso, que expertos y empresarios comiencen a replantearse en serio cambiar el exitoso modelo vigente en los últimos 50 años, pero hoy muy tocado, pese a los brotes verdes del mercado nacional.

Nada es infalible, y menos un plan o un pronóstico. Un médico de los que estaba al frente del operativo sanitario a inicios del pasado verano, cuando todavía sin las vacunas nos anunciaron que lo peor del virus ya había pasado y volvimos a pisar las calles como si no hubiera un mañana, me aseguró, ahora hace justo un año, en junio de 2020, que en la provincia era ya casi imposible que volviéramos a sufrir un caos sanitario como el provocado en las primeras olas del covid. Pues bien, cinco meses después el Consell cerraba la Comunidad para que la cosa no se desmadrara como terminó desmadrándose. Aquel experto me había convencido y estoy seguro que pronosticó avalado por la experiencia y los datos, pero al final todo saltó por los aires. Por eso, al observar las conductas irresponsables de los de casi siempre, y no sólo en los botellones, resuena en mi interior con fuerza el viejo refrán español que nos recuerda que el hombre (en esto la mujer también nos supera) es el único animal que tropieza dos veces en la misma piedra en ese camino del aprendizaje de la vida. Esa que, según decía John Lennon, pasa mientras hacemos planes. Los 80.000 muertos que se ha llevado el covid ya no pueden hacerlos.

Recordaba unas líneas atrás que el covid ha sacudido con fuerza nuestra economía turística y aunque en España estemos ya todos en la calle, nuestro principal motor económico sigue gripado y presionado por los precios. Se ha bajado tanto el listón en los últimos años que ya no son solo los turoperadores los que presionan a la baja los precios, sino que hasta los departamentos comerciales de muchos hoteles tienen que pelear el euro con los potenciales clientes, que intentan regatear como si de un mercadillo se tratara. El modelo está en cuestión y algún empresario valiente ha dicho ya bien alto y claro lo que todo mundo piensa, pero no se atreve a lanzarlo al aire en público. Además, en la Costa Blanca tenemos otro problema añadido. Este verano va a ser difícil, pero el próximo invierno, si no se reactiva el Imserso, puede ser catastrófico, como el que pasamos hace unos meses. El balance de la supresión del turismo del Imserso fue letal para la provincia con cien millones de euros en pérdidas, 5.000 trabajadores en ERTE, 250.000 turistas perdidos y 65 hoteles cerrados. En la Comunidad Valenciana el programa operaba con 65 hoteles de Benidorm, Calp, Dénia, L’Alfàs del Pi, Gandía, Guardamar, Xàbia, Peñíscola, Alicante, Torrevieja y Vinarós. La patronal turística ya ha trasladado al Gobierno que debe apostar por un programa mucho más ambicioso, tanto en las plazas -de 900.000 a 1,5 millones en toda España de las que unas 450.000 corresponderían a la provincia de Alicante- como en presupuesto, que debiera rondar los 100 millones de euros, por los 63 millones del último proyecto. Los hoteles que participan recibían, hasta ahora, 21 euros por persona y día con alojamiento, pensión completa y bebidas incluidas, así como toda una serie de servicios de animación y entretenimiento y estos planteamientos nos obligan a trabajar por debajo del precio de coste. Es necesario realizar los estudios necesarios y aprovechar la crisis para romper dinámicas y planteamientos obsoletos. Es el momento de la renovación y de la negociación de lo que debe ser un nuevo programa de éxito para los próximos años y un programa sostenible para la industria hotelera basado en un producto de calidad, de servicio y de reposicionamiento. Pues bien, el Ministerio de Asuntos Sociales sigue sin mover ficha y desde el sector se vuelve a mirar al Consell y su exitoso Bonoviaje. No es un mal planteamiento el de la patronal Hosbec, pero el problema real, como siempre, está en Madrid, esta vez no hay que mirar a Valencia. Y es que al frente del Ministerio de Derechos Sociales actual hay personas para las que el turismo no es una prioridad, pese a que tomar vacaciones es necesario para templar la mente en estos tiempos tan convulsos, también para ellos. Esta semana se ha movido algo en el Consejo de Ministros pero seguimos sin pliego de condiciones para ponerloe en marcha. Ya le vale ministra Belarra.

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