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Relato de un viaje épico

El Club de Regatas acoge la presentación de «Etayo y Larramendi. 500 años después», un libro que rememora la construcción de una réplica de la carabela Niña y su travesía hasta América en el quinto centenario del descubrimiento

El restaurante del Club de Regatas se quedó ayer pequeño para acoger la presentación del libro

Quisieron conmemorar el quinto centenario del descubrimiento de América de la manera más pura, construyendo una carabela fiel reproducción de la Niña y recreando en ella el viaje que hizo Colón. El empresario y abogado Ignacio Larrameni y el marino y arqueólogo Carlos Etayo protagonizaron en el año 1992 una singular hazaña, que ahora se plasma en un libro, «Etayo y Larramendi. 500 años después». La obra ha sido presentada este lunes en el Club de Regatas de Alicante coincidiendo con los actos organizados por el centenario del nacimiento de Larramendi. Amigos, familia y protagonistas de esta historia no quisieron faltar a un acto entrañable, plagado de recuerdos y anécdotas de un proyecto que nació del sueño de dos profundos amantes de la historia y de un viaje que, como el de Colón, duró 38 días y no estuvo exento de adversidades. Miguel López Barbero, presidente del Club de Regatas, fue el encargado de abrir el acto, recordando que algunos socios de la institución, entre ellos un hijo de Larramendi, participaron «en esta apasionante aventura». El acto fue conducido por Luis Hernando de Larramendi, otro de los hijos del empresario, quien recordó cómo su padre, ligado toda su vida a la aseguradora Mapfre, «era un profundo americanista y cuando se jubiló quiso hacer cosas que dieran lustre al descubrimiento».

El proyecto, reconoce, también salió adelante «gracias a que era un arrastrador de hombres». La carabela partió en agosto de 1992 de las Islas Canarias y llegó a Santo Domingo, tras navegar 38 días sin las comodidades ni equipos de navegación modernos, con el objetivo de imitar fielmente la experiencia de Colón. En el acto de este lunes, estuvieron dos de los marineros que formaron parte de aquella tripulación de doce personas. Telmo Aldaz de la Quadra Salcedo, director de «España Rumbo al Sur», recordó la amistad que unía a Carlos Etayo con su familia. «Lo veíamos como un personaje de novela y siempre quisimos participar en sus aventuras». Por tanto, cruzar el Atlántico a bordo de la carabela con apenas 20 años «sin duda fue un sueño cumplido». De la Quadra Salcedo recordó la figura de Etayo y cómo fue un auténtico líder en esos 38 días en el mar. «Nos hizo sentir como parte de la familia, como uno más. Era una persona que debatía, era padre de todos. Te fiabas de él». También a bordo de la carabela viajaba Miguel Ramos, experto navegante, quien recordó algunos de los episodios de este viaje y cómo «desde el primer momento todos sintonizamos e hicimos equipo». Cuando la carabela llegó a Santo Domingo, ésta fue puesta a la venta para tratar de sufragar los gastos generados en este proyecto.

Entonces la adquirió el Cabildo de Gran Canaria y la Fundación Mapfre Guanarteme y hoy en día se exhibe en un parque de Las Palmas de Gran Canaria. El acto de ayer también contó con la presencia de Ignacio Baeza, vicepresidente primero de Mapfre y presidente de la Fundación Mapfre Guanarteme. Para Baeza, el viaje de la Niña «es más que una historia de navegación, es una historia de vida y un homenaje a uno de los hechos más importantes de la historia». Baeza tuvo unas entrañables palabras para los dos protagonistas de esta historia. «Don Ignacio, capitán del proyecto, en tierra y Carlos Etayo, capitán y quien lo ejecutó en el mar, se unieron para hacer historia y tras 30 años seguimos recordándola con orgullo y curiosidad». El libro ha sido escrito por Alejandro de la Vega de Orduña, quien contó a los asistentes cómo se fraguó la obra, tras largas horas de entrevistas a los protagonistas y más horas de ordenar la información. También hizo un recorrido por el proyecto, desde que surge en la mente de Etayo hasta la adquisición de la embarcación por el Cabildo de Gran Canaria y por las muchas dificultades que atravesó para poder obtener los permisos para navegar. Para De la Vega, de esta aventura se obtienen muchos frutos «como el de soñar a lo grande, el liderazgo, la aventura y la valentía».

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