El 9 de Octubre es la festividad de nuestra Comunidad Valenciana, y lo es así de forma oficial desde que nuestro Estatuto de Autonomía de 1982 así lo estableció, recogiendo una tradición de siglos.

El 9 de Octubre conmemora la entrada, en el año 1238, del Rey Jaime I de Aragón, El Conquistador, en la ciudad de València, capital entonces del Reino taifa de Valencia. La completa conquista del reino de Valencia culminó entre los años 1.304 y 1.305 con la firma, respectivamente, de la Sentencia Arbitral de Torrellas y el Tratado de Elche, por el que se estableció la delimitación del reino taifa de Murcia, y el reparto de tierras entre la Corona de Aragón y la Corona de Castilla.

En cuanto a Alicante, como parte del Reino de Valencia, fue conquistado su castillo el día de Santa Bárbara (4 de diciembre) del año 1248, por tropas castellanas al servicio del Rey de Aragón comandadas por el entonces Infante de Castilla, y posterior Rey, Alfonso X El Sabio, quien otorgó los primeros Privilegios Rodados, adquiriendo posteriormente su estatuto de Ciudad el 26 de julio de 1490, de mano del rey Fernando El Católico.

Esa es nuestra Historia, y ese es el legado que recibimos. La conquista, pues, del Reino de Valencia fue una empresa militar primero y diplomática después, en la que los reinos de Aragón y Castilla, con el pacto postrero del rey de Granada, contribuyeron de forma conjunta y definitiva a la configuración de lo que, a lo largo de los siglos posteriores, fue esta Comunidad.

Como el resto de las Comunidades Autónomas, la Valenciana tiene su fecha conmemorativa asociada a un hecho histórico determinante para establecer su identidad propia y característica. El 9 de Octubre es la nuestra. Nuestra historia, nuestras tradiciones y nuestras señas de identidad configuran nuestra realidad, establecen y fijan nuestras raíces y determinan nuestro futuro.

Alicantinos, valencianos y castellonenses configuramos una Comunidad Autónoma que no es apéndice ni sucursal de nadie, que no forma parte más que de un país real que es España y que está muy lejos de otros países imaginarios que ni existen, ni han existido nunca.

Tenemos una lengua común a todos, el español, y una lengua propia, el valenciano. La protección de nuestro territorio histórico y de nuestras señas de identidad, incluida nuestra lengua, es la misma defensa que cada uno, a título particular, haría de su propio patrimonio: se cree, se ama y se usa, pero no se impone. Toda imposición de un derecho atenta directamente contra la libertad de ejercitarlo y eso es incompatible con un pueblo que, históricamente, ha hecho bandera de su libertad.

Porque somos alicantinos, somos valencianos. Y porque somos valencianos, somos españoles. Por derecho, por legado y por destino. Por propia voluntad, sin imposiciones y sin intermediarios. Así fue, así es, y así seguirá siendo.

Sintámonos, pues, orgullosos del legado histórico que hemos recibido, de nuestra tierra y de nuestras señas de identidad; y sintámonos responsables de así conservarlo y transmitirlo, engrandecido, a nuestros hijos. ¡Feliz 9 de Octubre!