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La cuarta vía

Alicante y su falta de ganas por ser una ciudad turística

El sainete que supone ver a los cruceristas enfrentarse a una subida con desniveles propios de una etapa de montaña en la Vuelta a España es un ejemplo más de la dejadez con sus visitantes

Cruceristas en la cuesta que hay que subir andando al castillo de Santa Bárbara.

¿Cómo se sube al castillo de Santa Bárbara? En el coche de San Fernando, un poquito a pie y el otro andando. La respuesta, del imaginario de mi infancia, vale para explicar el escenario de estos últimos días en los que miles de cruceristas se han encontrado con que no hay otra manera de visitar el mayor icono patrimonial y turístico de la ciudad de Alicante, y uno de los principales de la provincia. El Ayuntamiento se enreda, día tras día, mes tras mes, en la puesta en marcha de una servicio de lanzaderas mientras mantiene cerrado el ascensor del Benacantil con la excusa del covid, pese a que, afortunadamente, hasta el ocio nocturno va recuperando la normalidad. Esta misma respuesta la recuerdo de pequeño en boca de mis padres cuando el coche se quedaba en casa un sábado por la tarde y se imponía el paseo, pero también cada vez que se habla, no importa en qué década, de unos ascensores que más tiempo están fuera de servicio que funcionando. Caminar por supuesto que es saludable señor concejal Antonio Manresa, pero que el Ayuntamiento siga fallando de esta manera a la hora de planificar turísticamente la ciudad es vergonzoso. Legislatura tras legislatura, todo pasa sin que cristalice nada que no sea impulsado por la iniciativa privada. Y un mandato más, esta vez con la coartada el covid, me temo que el balance final sea, una vez más, cero.

Seis años han pasado, por ejemplo, desde que el entonces alcalde Gabriel Echávarri nos anunció el paseo litoral más largo de Europa. Anuncios que reprodujeron sus sucesores, pero ahí se quedó, en otro anuncio. Hoy no se ha traducido ni en una triste pasarela. Aunque para pasarela, la de la playa del Postiguet, embestida hace años por un camión sin que se haya hecho lo más mínimo por adecentarla, por mucho que pretendamos fardar de fachada marítima.

El inmovilismo consistorial parece estructural y ni siquiera ahora que arranca la recuperación de un nicho de mercado clave, como es el de los cruceros, se actúa en algo tan básico como facilitar la movilidad por la ciudad de nuestros visitantes. Aplicar la inteligencia artificial al turismo es fundamental con la vista puesta en el futuro, pero Alicante sigue suspendiendo en asignaturas esenciales de cursos pasados como era lograr un acceso ágil y cómodo al castillo de Santa Bárbara, que no te roben en la zona de pubs del Puerto según la hora, o que la suciedad no forme parte arraigada e indispensable del paisaje urbano. El covid no lo puede tapar todo y al margen de lo poco que se ha ayudado al sector en estos meses, la Administración ha fallado en lo básico: hacer nuestras ciudades más confortables y acordes a los tiempos que corren. No ya que se pueda comer en el suelo, que también, pues hay lugares en Europa en los que es posible, pero al menos trabajar por dignificar los centros históricos, como el de Alicante, escaparate de lo que somos y un día fuimos.

Solo hace falta darse un paseo por sus calles para ver la escena de deterioro permanente que presenta, mientras los rectores de la concejalía de Turismo desaprovechan a sus técnicos, que los tiene, y no han sido capaces ni de encontrar un gerente que coordine el área. Eso sí, a la edil Sánchez se le llena la boca de alabanzas vacías, que nos hacen dudar de si habla de Alicante o de Roma, caótica, pero Roma al fin del acabo. Alicante no tendrá dos patrimonios de la humanidad, pero el patrimonio artístico, histórico y cultural que atesora se ha de poner en valor más allá de la moda de las luces de colores que hace 20 años llegaron a todos los pueblos y ciudades y ahora invaden, e invadirán, todos los iconos alicantinos. La creatividad es el mejor antídoto para el aburrimiento, concejala, aunque pueda parecerle más divertido navegar entre fotocalls, flashes y tiros largos, incluso cuando la noticia sea una Reina recogiendo desperdicios en playas de Alicante.

Recordaba lo del paseo litoral más grande de Europa, pero el emblemático Paseo de la Explanada sigue descuidado y con parches pese al parcial lavado de cara del lateral. Y al Paseo de Gómiz, que no es de Costas, le hace falta una revisión urgente que lo traiga al siglo XXI. Pero lo triste es que parece que en el Ayuntamiento se ha acabado la iniciativa turística, si es que alguna vez la hubo, y no les voy a recordar el numerito de socorristas sí y socorristas no, según que trozo de la playa o su ubicación desde hace semanas, aunque el buen tiempo siga llenándolas cada sábado y domingo. Y si no, hagan memoria. Recuerden cuando en enero de 2020 se detectó una fuga de hidrocarburos en la playa del Postiguet y las labores de descontaminación de la playa, el mismo arenal que sale en el telediario casi todas las semanas, en lugar de llevarse a cabo durante el confinamiento, cuando algunos se aburrían por falta de quehaceres, se realizaron durante la primera parte del verano llenando de olores inaguantables, incluso vómitos, la fachada marítima de la ciudad. Negligencia de unos gestores locales y centrales –Costas, siempre Costas- que, una vez más, se cubrieron de gloria. El covid ha destrozado a muchos empresarios, muchos negocios no volverán a abrir, y la Administración ha fallado. Dejar, por ejemplo, que los soldados de la Unidad Militar de Emergencias tomaran las calles de Benidorm, como si se tratara de la Belfast de los años 70, y el aeropuerto de Alicante-Elche fue también un error garrafal. Por supuesto que había que desinfectar, pero para ello no hacía falta el desembarco de los «boinas verdes». Benidorm no era la Vega Baja de septiembre de 2019 tras la DANA. Resultado: el golpe a la imagen de la primera ciudad turística de la península fue brutal y, junto a las restricciones frente a la pandemia, la ciudad ya lleva más de un año tratando de recuperarse y se enfrenta ahora a un futuro incierto. Porque en Alicante primero se actúa, luego se piensa y el plan siempre brilla por su ausencia.

El final de septiembre ha traído los cierres de temporada de muchos hoteles que volverán a abrir a mediados de abril de 2022 cuando todos esperamos que la pesadilla del covid haya pasado casi por completo e, incluso, podamos estar despidiendo a los turistas del Imserso, porque por fin hayan llegado. La Costa Blanca tiene tirón como lo demuestra que en pleno desastre haya habido hoteles que rozaran el lleno durante el verano, sobre todo los fines de semana. Pero llega el otoño, la temporada baja, y ejemplos como el que los turistas que visitan a Alicante, o los propios alicantinos, tengan que rodear el Benacantil, cruzar un parque de la Ereta, semi abandonado, y subir cuestas con desniveles propios de las etapas de montaña de la Vuelta España no ayudan a recuperar la normalidad de una ciudad turística, por mucho que caminar sea excelente para la salud, como defienden desde el Ayuntamiento.

Desde los años 80, prácticamente todas las ciudades españolas, y del resto de Europa, se han sumado a la cruzada de convertirse en turísticas. Cualquiera que visite la otrora oscura e industrial Bilbao, Gijón, Girona, Valencia, Madrid… o los infinitos pueblos medievales perfectamente restaurados podrá comprobarlo. En Alicante, mientras, ofrecemos un casco antiguo que, pudiendo ser uno de los iconos de la provincia, luce destartalado con baldosas sueltas que provocan más de un accidente. Aún así, las terrazas se llenan, porque tenemos todo a favor para ser un referente, pese que deban compartir escena urbana con los solares convertidos en vertederos en el Barrio.

Algunos se lo atribuyen al mismísimo William Shakespeare. «Más vale tarde que nunca, pues nunca ya será demasiado tarde». Alicante debe ofrecer mucho más que la mejor iluminación navideña del planeta, que tampoco lo será pues ni siquiera llega el presupuesto para iluminar todas las palmeras que rodean Luceros. Fallar en algo tan importante como la movilidad es inadmisible, ¿o no han oído eso del envejecimiento de la población? Sobran razones, faltan ganas. El multiconcejal Manuel Villar anunció esta semana que lo de las lanzaderas al castillo está en vías de solución. Cruceristas y alicantinos se lo agradecerán.

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