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Gent de la Terreta
Nito Manero Presidenta de APSA

Aquella hoja de hiedra

ilustración de María Vicente Taboada UMH, Bellas Artes de Altea

Fue Margarita Borja, fundadora de la Sociedad de Conciertos y a la sazón presidenta de la Asociación de Disminuidos, quien la convenció un buen día para visitar El Alba, un centro dedicado a la atención de niños con deficiencia psíquica, para que tomara conciencia del problema y de la necesidad de incorporarse para añadir manos a una función que precisaba de mucha ayuda. Durante aquella visita, uno de los niños se pegó a la invitada, Nito Manero, con una mano en su cintura y sosteniendo con la otra una hoja de hiedra, sin articular palabra hasta que abandonó el centro, momento en el que, a modo de despedida, el pequeño se atrevió a romper su silencio: «Esto es para ti», articuló con dificultad mientras hacía entrega de la flor.

La escena, cargada de una emotividad que quedó grababa para siempre en su memoria, se convirtió en la rúbrica de un autocontrato moral que la ató de por vida a una misión que, medio siglo después, todavía mantiene en beneficio de una sociedad alicantina que la respeta y adora a partes iguales.

Nito, cuarta y última hija del juez y fiscal Juan Manero y de Elisa Pérez, nació en el Palamó. El nombre de Isabel, elegido para una niña que tardó en comenzar a hablar, le duró hasta que sus padres salieron un día de Villa Lourdes, su finca en Villafranqueza, para llevar a sus hijos al cine a entretenerse con la película «Blancanieves». En aquella sesión, Elisa reparó que el enanito mudo con orejas grandes del cuento que aparecía en la gran pantalla le recordaba a su hija pequeña, a la que a partir de entonces todos llamaron Nito, un apelativo cariñoso formado por las últimas cuatro letras de aquel enanito mudo de enormes orejas.

Nieta de Evaristo Manero, el prestigioso médico todavía citado en Alicante cuando alguien padece una enfermedad incurable («no te salva ni Manero»), y de Eladio Pérez del Castillo, ingeniero de Hacienda y presidente del Hércules, Nito estudió en Jesús María y se casó joven, con 18 años, enamorada de Sergio Campos, un valenciano ocho años mayor al que conoció a los 16, cuando este fue destinado como ingeniero al Puerto de Alicante, institución que con el paso de los años acabó presidiendo.

Su vida, dedicada en cuerpo y alma a la familia -tiene cinco hijos, cuatro varones y una chica- solo se adentró en el mundo empresarial tras unas vacaciones en el barco de los Bono -Manchi y Merche, sus íntimos amigos- donde tuvieron la ocurrencia de crear Doñana, un local en la calle San Fernando destinado a bailar sevillanas, beber fino jerezano y degustar jamón de elegante corte. El éxito de la empresa llegó a ser de tal calibre que, durante un tiempo prolongado, gran parte de la sociedad alicantina fijó allí su centro de ocio y diversión, coincidiendo con el boom de ese singular arte andaluz que tanta tajada sacó a comienzos de los años noventa con la aparición de los Cantores de Híspalis y algunos otros.

Las ofertas por comprar aquel negocio no tardaron en llegar, hasta el punto de que el buen juicio de los propietarios -los Campos y los Bono- aconsejó vender Doñana cuando estaba en la cresta de la ola y crear otro al lado -Caipiriña, más tarde Sausalito- con otro sello diferente, pero que ya gestionaron sus hijos.

Aquella fue la única incursión en el mundo empresarial de Nito Manero, una mujer que siempre puso por delante a sus dos familias: la propia y la que encontró en el camino cuando se cruzó con Apsa, una ONG dedicada a mejorar la calidad de vida de personas de todas las edades con diferentes capacidades durante su ciclo vital.

El camino descubierto con Margarita Borja la introdujo en la junta de la Asociación cuando esta atendía a unas treinta personas. Hoy, medio siglo después, con Nito en la presidencia, Apsa es todo un referente que da cobertura a tres mil necesitados y 340 empleados tras una ardua tarea de concienciación que ha involucrado a buena parte de la sociedad, tanto privada como institucional.

El camino, iniciado en Terramar, un centro cercano al aeropuerto dedicado a la función ocupacional para mayores disminuidos, prosiguió con otro en Ciudad Jardín, donde comenzaron a acoger a niños de corta edad necesitados de atención temprana. Se contrataron psicólogos especializados de Madrid y se abrió un piso en la calle Álvarez Sereix para atender esa nueva sección, labor que se extendió en San Vicente y La Vila Joiosa, entre otras localidades.

La búsqueda de recursos, con cenas benéficas, recolectas, mesas petitorias y aportaciones varias, encontró su primera gran recompensa al presenciar cómo un niño con problemas de deficiencia dedicaba la primera sonrisa de su vida a su madre en una sala de efectos especiales creada en uno de sus centros.

Bajo su presidencia y rodeada de un ejemplar equipo profesional formado por quince personas, Apsa no ha dejado de crecer gracias a la colaboración público-privada, con nuevos locales en Alicante (Zarandieta y avenida Salamanca) y, sobre todo, con la residencia en la zona del hospital de San Juan, todo un ejemplo de dedicación y amor por el desvalido.

En ese medio siglo dedicada en cuerpo y alma a la asociación, a Nito le tocó hasta ser madrina de boda de una pareja de pacientes empeñados en contraer matrimonio. Así lo quiso Pepi, enamorada de Luis, que, tras tanto tiempo conviviendo en la residencia, acabaron encontrando algún lugar secreto, oculto a la vigilancia monjas y cuidadoras para profesar su amor. El asunto burocrático, dada la peculiaridad del caso, se resolvió con una boda como pareja de hecho en la que Nito ejerció de madrina en una entrañable ceremonia que acogió la Casa de las Brujas, con posterior convite en Terramar. Y por allí sigue la pareja.

La anécdota sirve para ilustrar el cariño que despierta Nito entre todos los miembros de Apsa, a los que tuvo que presentarse por videoconferencia durante la pandemia para tranquilizarles y hacerles ver que el virus no le había rozado.

Hoy sigue en las mismas, centrada en esa labor imparable que va a proporcionar, con la colaboración del Ayuntamiento, un nuevo centro ocupacional de la asociación en el barrio de San Gabriel, que, a su pesar, llevará su nombre: Nito Manero. No podría ser bautizado de mejor manera.

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