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Un hombre pide ayuda, con un cártel, en la principal calle comercial de Alicante, esta semana. | ÁXEL ÁLVAREZ

Análisis

La ordenanza de mendicidad y prostitución, ¿de Vox al PSOE?

Los cambios que Ciudadanos pretende incluir, con el aval del PP, pueden provocar un vuelco en los apoyos necesarios para su aprobación definitiva

¿Y ahora, qué? ¿Hay margen para que Ciudadanos recupere parte de esas toneladas de crédito perdido en ese papel de perrito faldero ejercido desde que accedió al gobierno municipal? ¿O, hagan lo que hagan, ya es terriblemente tarde para la formación naranja? ¿Será Vox, de nuevo, el grupo de la oposición que dé los votos necesarios al bipartito para aprobar definitivamente el documento? ¿O irrumpirá en escena el PSOE, como sucedió hace un año, pero en este caso para que la calificada por la izquierda como «ordenanza de la vergüenza» se asemeje al borrador de la Federación Española de Municipios y Provincias?

Tras la controvertida aprobación inicial de la ordenanza de mendicidad y prostitución, ahora llamada Ordenanza de Convivencia Cívica, la tramitación sigue adelante en el Ayuntamiento. Tras el obvio apoyo del PP (como proponente), el esperado de Cs (como socio dócil) y el previsible de Vox (como firme defensor), el documento se expondrá ahora al público para recibir recomendaciones, sugerencias y alegaciones durante un plazo de treinta días. Es decir, propuestas de cambio. Se espera que no sean pocas las iniciativas que se registren, dado el rechazo que ha generado en el tercer sector (incluyendo Cáritas Diocesana, nada sospechosa de formar parte de la izquierda más radical).

Todas esas propuestas, como explican desde el gobierno municipal, serán valoradas por los técnicos de la Concejalía de Seguridad, área promotora sobre el papel de un documento con ADN de Alcaldía. En este caso, las peticiones no se someterán a la votación punto por punto de los grupos políticos, como sí sucedió en el trámite anterior, el de enmiendas. A la comisión llegará un nuevo borrador de la ordenanza, donde ya se habrán incluido las alegaciones que superen el corte a juicio de los técnicos (seguidos de cerca por el gobierno), también encargados de rechazar las que no consideren apropiadas. Pese al informe técnico no vinculante de la fase previa de enmiendas, que fue de signo contrario para las de Cs (que finalmente ni se debatieron por entrar tarde -un año, en concreto-), se da por hecho que, en esta ocasión, si los naranja presentan finalmente sus propuestas de cambio (y lo hacen en tiempo) serán aceptadas. Tonterías, las justas, que para eso existe un pacto entre socios.

Así, que los grupos políticos no tengan voz ni voto en la inclusión o rechazo de las alegaciones ofrece un nuevo escenario. Si todo va por el camino esperado, que tratándose del Ayuntamiento de Alicante puede acabar discurriendo por el menos lógico de todos, el documento que llegue al Pleno debería ser menos antisocial que el actual, simplemente con que se acepte la media docena de propuestas que Cs redactó hace unas semanas. Ajustes que pueden provocar un giro de 180 grados. Desde Vox ya han advertido que se opondrán al texto que acaban de bendecir si llega «descafeinado», en alusión a los cambios que manejan los naranja, que buscarían incluir intervención social hacia los más vulnerables y reducir las multas a las mujeres víctimas de la prostitución. ¿Preferirán la nada a un texto más social, pero que mantenga multas de 3.000 euros por practicar la mendicidad? Si Vox finalmente decidiera dar la espalda a la ordenanza, posicionándose en el «no» del que no se espera que se muevan ni Unidas Podemos (que amenaza con tribunales) ni Compromís, el bipartito de Barcala y Sánchez necesitaría, sí o sí, al PSOE. Con una abstención bastaría para la aprobación definitiva.

A la espera de una directriz, en entornos socialistas no se descarta nada, tampoco volver a negociar con un Cs necesitado, como hicieron para el Presupuesto de 2021 (un acuerdo, por cierto, incumplido en casi sus veinte puntos). Los de la vicealcaldesa, que con su actitud en este asunto han generado malestar en despachos nobles del partido, necesitan dar un volantazo, romper el atronador silencio del pleno, con cabezas gachas y votos con sordina. Y ahí no van a encontrar a Vox. Los socialistas, por los pasillos, no ocultan su deseo de suavizar el texto para que se asemeje al de la FEMP, para lo que no les quedaría otra que volver a entablar negociaciones con Cs, con los que firmaron un acuerdo hace un año que quedó en nada. ¿Apuntarse el tanto de una redacción más social o mantenerse en el «no» político? Los que manejan los hilos socialistas, lejos del Ayuntamiento, tendrán que decidir. Aunque a este paso, como ya se habla por el Ayuntamiento, con tanto «no», con Vox apartándose por Cs y la izquierda por Barcala, todavía el PP se queda sin la ordenanza que tanto añora y que, todo apunta, tan poca utilidad tendrá.

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