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El último «zambombero»

Manolo Martínez lleva más de 20 años fabricando de forma artesanal zambombas que vende en su puesto del Paseo de Soto

Manolo Martínez y su esposa Francisca Segura posan en su puesto del Paseo de Federico Soto, el único que se ha plantado este año en el paseo. | ALEX DOMÍNGUEZ

Tradiciones navideñas. No está dispuesto a que esta tradición se pierda y por eso monta cada año, junto a su esposa, su puesto de artículos de Navidad en el que la zambomba es el producto estrella. Recuerda con nostalgia cuando eran muchos los puestos que conformaban el conocido como «mercadillo de la Cascaruja». Este año ha sido el único que ha montado su «paraeta» en el alicantino Paseo de Federico Soto.

Es una tradición que prácticamente se ha perdido, acercarse al mercadillo navideño con la familia, sobre todo con los más pequeños, a comprar gorros, panderetas, carracas o zambombas con los que animar la Nochebuena y entonar villancicos después de cenar. En Alicante ya solo queda Manolo Martínez, el último «zambombero».

Manolo tiene 56 años y es fontanero de profesión. Junto a su mujer, Francisca Segura, monta cada año su puesto el día 20 de diciembre en la zona de arriba del Paseo de Federico Soto, junto a la Plaza de los Luceros, y allí permanecen hasta el día de Nochebuena, cuando recogen y vuelven a casa a cenar con la familia tras cinco días en los que incluso duermen en el puesto. «Es que no nos merece la pena desmontar y montar el puesto cada día, así que tenemos nuestras colchonetas, tapamos bien todo con los toldos y aquí pasamos la noche», explica Manolo, quien asegura que, pese a lo que se podría pensar, «no pasamos nada de frío».

Manolo y Francisca, vecinos del barrio de Virgen del Remedio, mantienen la tradición heredada de los padres de ella, que ya elaboraban en casa zambombas, carracas, panderetas y gorros «que entonces se hacían de cartulina». Recuerdan que eran otros años y el mercadillo de la cascaruja contaba con numerosos puestos donde además se podían comprar turrones, pastas y los típico frutos secos, en la calle Quintana, en la Plaza del Ayuntamiento y en distintas ubicaciones que fueron cambiando.

Durante todo el año, sobre todo los fines de semana, Manolo y Francisca dedican algunas horas a ir elaborando las zambombas y carracas que luego venden en su puesto. La mayoría es material reciclado que van recogiendo, como los botes y las maderas para hacer las carracas. «Nada más pasar la Navidad ya avisamos a toda la familia que nos vayan guardando todos los botes de conservas», comenta Francisca.

Para hacer una zambomba, además del bote, se necesita piel -normalmente de conejo- y una caña. «Se pone la caña en el centro de la piel y se ata, se le da la vuelta y se estira bien la piel todavía tierna y se deja secar. Después se adorna con papel de colores y espumillón», explica Manolo Martínez, quien fabrica más de 500 zambombas cada año de distintos tamaños. Las más pequeñas las venden luego a 3 euros, y las más grandes a 10 euros.

A la hora de tocar la zambomba se requiere cierta técnica. Lo primero es humedecer abundantemente la palma de la mano con agua, para hacerla deslizar cerrada arriba y abajo por la caña ejerciendo una ligera presión que la haga vibrar y que emita ese sonido ronco tan característico con el que acompañar con ritmo los villancicos.

Además de las zambombas y las carracas hechas por ellos, en el puesto también venden gorros de Papá Noel, diademas con cuernos de reno o panderetas.

Manolo y Francisca han vuelto este año a plantar su puesto. El año pasado no lo pudieron hacer por la situación derivada de la pandemia. Y dicen que no lo hacen por el dinero, que lo hacen porque no se pierda la tradición . «No es como hace 15 años que esto era una locura, la gente que venía y lo que se vendía, pero hoy por hoy no nos podemos quejar». Por último, subrayan que «mientras que ellos puedan, Alicante tendrá zambombas cada año para celebrar la Navidad».

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