Información

Información

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

La mayoría de grandes ciudades pierde habitantes en el primer año de pandemia

Alicante, Elche, Torrevieja, Benidorm, Alcoy, San Vicente, Elda y otras localidades importantes ven menguar su población mientras muchos municipios pequeños crecen - El padrón aumenta en 1.874 personas en toda la provincia

Vista parcial de la ciudad de Alicante, que ha perdido habitantes en la última renovación del padrón, al igual que otros grandes municipios de la provincia. | ÁXEL ÁLVAREZ

La mayor parte de los grandes municipios de la provincia de Alicante perdió habitantes en el primer año de la pandemia de coronavirus. Los datos actualizados del padrón a 1 de enero de 2021, dados a conocer el pasado jueves por el Instituto Nacional de Estadística (INE), corroboran que la irrupción de la crisis sanitaria, y particularmente las semanas iniciales de confinamiento, dieron pie a movimientos migratorios desde entornos más urbanizados hacia espacios rurales. Eso, unido a otros factores como la mortalidad provocada por el virus, junto con la baja natalidad estructural.

Así las cosas, a lo largo de 2020 la población oficial de la provincia se incrementó en 1.874 personas, una cantidad muy baja pero a la vez muy positiva, teniendo en cuenta que España en su conjunto perdió 65.688 habitantes. A fecha 1 de enero de 2021, la cifra de empadronados en la demarcación alicantina es de 1.881.762. A escala municipal, no obstante, se observa la dicotomía entre las localidades más grandes y las más pequeñas: mientras que entre las primeras la tendencia ha sido en general negativa, muchos de los municipios menos poblados han visto cómo sus padrones crecían, aunque en ocasiones fuera en unos pocos habitantes nada más.

Prueba de ello es que, de los ocho municipios de la provincia con más de 50.000 vecinos, Orihuela es el único que ha tenido una evolución positiva entre esta renovación del padrón y la anterior. La capital de la Vega Baja ha ganado 435 habitantes, al contrario que el municipio más poblado de esa misma comarca, Torrevieja, que ha perdido 1.825. Lo ocurrido en la ciudad salinera es muy parecido a lo que ha pasado en Benidorm, hasta el punto de que se pueden establecer paralelismos entre los dos municipios turísticos costeros, simplemente a partir de las cifras. La principal localidad de la Marina Baixa ha perdido 1.332 vecinos.

Son los casos más llamativos, pero no la excepción. Y es que también Alicante ha menguado en 178 personas, y Elche en 560; Alcoy y Elda, más envejecidas, lo han hecho por su parte en 226 y 262, respectivamente. No obstante, sorprende mucho más el ligero retroceso en San Vicente del Raspeig, que tenía al inicio de este año 66 vecinos menos que un año antes. Esto supone un frenazo en seco a un crecimiento prácticamente continuo desde mediados del siglo XX. Además, la localidad se mantiene así en séptimo lugar por población en la provincia, detrás de Alcoy, cuando se daba por hecho que la iba a superar este año.

Esta regresión demográfica no se ha producido únicamente en los municipios de mayor población; en la horquilla de entre 20.000 y 50.000 habitantes también ha habido una tendencia negativa en La Vila Joiosa (-515), Villena (-130), Petrer (-232), Xàbia (-33), Novelda (-130) y Sant Joan d’Alacant (-4). Al mismo tiempo, la mayoría de las ganancias en los padrones de localidades de este tamaño han sido exiguas: Dénia ha crecido en 126 habitantes, Crevillent en 181, Calp en 204 y Almoradí en 196, cifras algo destacables comparadas con las que se han registrado en El Campello (83), Mutxamel (34), Ibi (88) o Altea (99).

El único entre los 20 municipios más poblados de la provincia que ha tenido un crecimiento importante en el primer año de la pandemia ha sido Santa Pola, que ha ganado 845 habitantes. Otras localidades mayores de 20.000 personas con incrementos significativos, dentro de lo que cabe, han sido l’Alfàs del Pi (453), Aspe (284) y Pilar de la Horadada (250). En la franja de 10.000 a 20.000 habitantes también ha habido resultados dispares; La Nucia, Rojales, Monóvar y Cocentaina han perdido población, mientras que Callosa de Segura, Guardamar, Albatera, Teulada, Benissa, Castalla y Pego han crecido, pero de manera discreta en cualquier caso.

Lo más llamativo de esta actualización del padrón está en la parte baja, ya que de los 65 municipios que el año pasado tenían menos de 2.000 habitantes, 50 han ganado población; uno de ellos, Jacarilla, incluso ha superado ese listón. Se ha corroborado lo que ya apuntaba la estadística de variaciones residenciales, como publicó este periódico el pasado mes de julio: un incremento de los empadronamientos en las localidades de menor tamaño. En este sentido, ha tenido mucho que ver la búsqueda de espacios menos masificados y con más posibilidad de contacto con el aire libre, a raíz sobre todo del confinamiento de la primavera de 2020.

Hay algunos aumentos de población especialmente destacables, como los de La Torre de les Maçanes y La Vall de Gallinera, que suman 45 y 30 habitantes y ascienden a 681 y 557, respectivamente. También Benigembla y Murla ganan 40 y 42 empadronados, alcanzando cifras respectivas de 507 y 483. Otra subida importante es la de Aigües, que suma 65 personas y vuelve a sobrepasar el millar de vecinos. O la de Llíber, con 53 más, hasta los 883. La más alta ha sido la de Benidoleig, que pasa de 1.078 a 1.166 habitantes.

Algunas subidas, aun siendo numéricamente más bajas, tienen mucho simbolismo por producirse en municipios con muy poca población. Es el caso de Tollos, que sigue como farolillo rojo de la provincia pero pasa de 35 a 37 habitantes. O de Gaianes, porque los 26 vecinos nuevos permiten superar los 500 empadronados. En algunas de estas localidades, incluso, la ganancia supone aumentar la población en un porcentaje significativo, como en Almudaina, Benasau, Alcosser, el Castell de Guadalest y Gorga, entre otras localidades; o se producen después de un largo periodo de bajada, como en Agres, Alcoleja, Benilloba, Penàguila, Planes y Tàrbena, entre otras. Una recuperación que, de todos modos, no ha llegado a todas partes; 14 de los municipios menos poblados han perdido habitantes en este año.

1.875 menos en Torrevieja: Fuerte descenso demográfico en la ciudad salinera

La pérdida de habitantes ha sido significativa.


845 más en Santa Pola: El mayor incremento entre las localidades más pobladas

El municipio pesquero ha supuesto una excepción en la evolución del padrón.

A través de los datos de la estadística de variaciones residenciales ya se pudo constatar que el incremento de habitantes produce sentimientos encontrados entre los vecinos de los municipios más pequeños. Así, cabe recordar que, por una parte, la llegada de nuevos habitantes se ve positiva de entrada, por lo que implica de la posibilidad de mantener servicios básicos como la escuela y la aspiración de conseguir otros. Sin embargo, también se hace una lectura algo más escéptica, de cierto temor a que este fenómeno sea puntual y estos nuevos habitantes, tal y como han llegado, vuelvan a marcharse en poco tiempo.

Así lo explicaban a este periódico responsables del Ayuntamiento de La Vall de Gallinera y del colegio de La Torre de les Maçanes, dos de los municipios cuyos aumentos de población, a la postre, han resultado ser de los más significativos en el último año. En ambos lugares, el optimismo se entremezclaba con el recelo a que, al final, se estuvieran utilizando los pueblos más como una vía de escape temporal que como un nuevo proyecto de vida.

Esta es una disyuntiva que, no obstante, en otras localidades ni siquiera han podido plantearse; en 14 de los municipios con menos de 2.000 habitantes la tendencia ha sido negativa. Se trata, por lo general, de pueblos con un acceso más difícil por su ubicación, o cuya población se encuentra especialmente envejecida. La Vall d’Ebo, Benimassot o Quatretondeta son algunos de ellos. En otro más, Famorca, el padrón no se ha movido y sigue en 45 habitantes.

Los pueblos, entre la satisfacción por el repunte de habitantes y el recelo a que sea algo puntual

Varios municipios con una peor accesibilidad o población muy envejecida siguen perdiendo vecinos

A través de los datos de la estadística de variaciones residenciales ya se pudo constatar que el incremento de habitantes produce sentimientos encontrados entre los vecinos de los municipios más pequeños. Así, cabe recordar que, por una parte, la llegada de nuevos habitantes se ve positiva de entrada, por lo que implica de la posibilidad de mantener servicios básicos como la escuela y la aspiración de conseguir otros. Sin embargo, también se hace una lectura algo más escéptica, de cierto temor a que este fenómeno sea puntual y estos nuevos habitantes, tal y como han llegado, vuelvan a marcharse en poco tiempo.

Así lo explicaban a este periódico responsables del Ayuntamiento de La Vall de Gallinera y del colegio de La Torre de les Maçanes, dos de los municipios cuyos aumentos de población, a la postre, han resultado ser de los más significativos en el último año. En ambos lugares, el optimismo se entremezclaba con el recelo a que, al final, se estuvieran utilizando los pueblos más como una vía de escape temporal que como un nuevo proyecto de vida.

Esta es una disyuntiva que, no obstante, en otras localidades ni siquiera han podido plantearse; en 14 de los municipios con menos de 2.000 habitantes la tendencia ha sido negativa. Se trata, por lo general, de pueblos con un acceso más difícil por su ubicación, o cuya población se encuentra especialmente envejecida. La Vall d’Ebo, Benimassot o Quatretondeta son algunos de ellos. En otro más, Famorca, el padrón no se ha movido y sigue en 45 habitantes.

Compartir el artículo

stats