María José Moya se ha convertido en una figura clave en la Universidad de Alicante, donde ocupa el puesto de coordinadora del Grado de Ingeniería Civil. Desde esta posición trata de impulsar el acceso de la mujer a unos estudios que se antojan claves para la sociedad y que volverán a ser muy demandados si se mantiene la tendencia actual.

Después de 17 años trabajando en el sector privado, María José Moya pasó a formar parte de la Universidad de Alicante (UA) en 2019 como profesora ayudante, aunque fue a partir de mayo de 2021 cuando comenzó a ejercer como coordinadora del Grado de Ingeniería Civil.

Doctora Cum Laude en Ingeniería, Moya también forma parte del Instituto Universitario del Agua y de las Ciencias Ambientales de la UA después de ejercer labores de investigación durante casi tres años.

En primer lugar, ¿cuál es su labor actual como coordinadora del Grado de Ingeniería Civil?

En la actualidad realizo labores de coordinación académica del Grado, de los diferentes departamentos con docencia en él y de los 230 estudiantes que tenemos, atendiendo a las necesidades que puedan surgir en el día a día en la titulación.

¿Hay mucha diferencia entre el número de alumnos y el de alumnas?

Como bien es sabido, nuestro grado tiene una mayor presencia masculina en las aulas, tanto en el profesorado como en el alumnado. Un ejemplo de ello es que las alumnas que se han matriculado en el primer curso en 2021-22 suponen únicamente el 31%. La presencia sigue siendo baja, aunque no tanto como en la época en la que yo estudié.

¿Podría comentarnos qué recuerda de la época en la que realizó sus estudios? ¿Qué diferencias encuentra con respecto a la actualidad?

La primera diferencia es que en aquel entonces el porcentaje de estudiantes era más alto. Nuestra titulación suponía un importante motor para la propia escuela y para la universidad. No en vano, la Escuela de Ingeniería Técnica de Obras Públicas fue el germen de la Universidad de Alicante.

Con el tiempo y la crisis que se vivió en la construcción, el panorama ha cambiado, porque cuando empecé a estudiar éramos unos 250, mientras que en la actualidad solo hay 75 alumnos en el primer curso. Obviamente, esto se debe a que la demanda disminuyó. Sin embargo, actualmente parece que va reflotando. Este último año incluso hemos tenido una lista de espera muy amplia (hasta 300 solicitudes).

Así pues, todo lo que nos llega son signos de recuperación del sector y pensamos que vamos a seguir en la misma línea. Además, esperamos que el impulso que estamos dando desde la Coordinación se vea reflejado en ese aumento de la demanda y en que el alumnado se sienta confortable en el grado de Ingeniería Civil.

Entonces, ¿se prevé un futuro halagüeño para los ingenieros civiles?

Los alumnos que llegan a los últimos cursos se encuentran con una recuperación del sector que demanda profesionales. Muchos de ellos están saliendo a las empresas incluso sin terminar el trabajo fin de grado. Son profesionales que vuelven a estar muy demandados.

Asimismo, hay que tener en cuenta que el sector de la construcción ahora abarca más, como es el caso de la fotovoltaica, de nuevas profesiones relacionadas con la topografía, de los drones… A esto hay que añadir que nuestras competencias se acercan al tema de la sostenibilidad, los recursos renovables, la gestión del agua... Por lo tanto, somos una pieza clave, pues la ingeniería civil no es solamente construcción.

¿Por qué la labor de los ingenieros civiles es clave en el desarrollo de una sociedad?

Porque en todas las infraestructuras de la sociedad ha participado un ingeniero: transporte, instalaciones portuarias, carreteras, aeropuertos, edificaciones, obras marítimas, presas, obras hidráulicas... La ingeniería civil lo es porque está al servicio de la sociedad. Nuestro trabajo contribuye a su desarrollo. De hecho, ahora mismo estamos contribuyendo en la sostenibilidad y la economía circular.

¿Qué papel juegan en estos momentos en los que hay tantas incertidumbres?

Estamos frente a mil retos. La pandemia ha supuesto un desafío crucial para la ingeniería, no solo la civil. Hemos tenido que contribuir a que la sociedad mantuviese su desarrollo y su estructura; y que no se parase. Aparte, la pandemia ha marcado un cambio en los hábitos de las personas.

Por otro lado, el tema de la guerra entre Rusia y Ucrania también supone un reto porque vamos a ser claves en la gestión del gas licuado. Las infraestructuras que tenemos en España son muy importantes para suministrar dicho gas, que sería la alternativa a los gasoductos que no se pueden utilizar por la guerra. Será un gas más caro, pero al servicio de la sociedad. Y España tiene mucho que decir ahí porque podremos suministrar a Europa y actuar como distribuidores.

¿Cómo preparan a los alumnos y alumnas del Grado para afrontar esos retos?

Volver a las aulas como profesora con la experiencia laboral de 17 años, me ha dado una visión muy especial cuando hablo con los alumnos. Les transmito que tienen que seguir como hasta ahora: siendo resilientes. Esta generación de estudiantes a la que tanto le está costando llegar hasta el final (desánimo por pandemia, sector decreciente…) cuenta con una capacidad de resiliencia que va a jugar a su favor, pues son más versátiles y tienen mejores habilidades informáticas. Por eso les digo que son personas muy preparadas, porque además tienen a su disposición a un profesorado altamente cualificado.

¿Cómo cree que hay que potenciar que haya más alumnas en las carreras STEM?

La Ingeniería Civil es muy vocacional. Debemos saber discernir entre fomentar en las niñas esa vocación y no forzarla. Nuestro sector es eminentemente masculino y la visión que tienen las niñas es esa. Por eso hay que despertar su inquietud por las carreras tecnológicas y hacerles ver que están excelentemente capacitadas y que son altamente competitivas. Para apoyar este mensaje organizamos numerosas visitas de institutos y la Escuela Politécnica Superior de la Universidad de Alicante puso en marcha el programa “Quiero ser Ingeniera”.

Para finalizar, ¿podría comentarnos su experiencia profesional en el sector privado?

Empecé en una empresa de ingeniería muy conocida como ayudante de jefe de obra, el puesto más bajo dentro de nuestra titulación. Entonces solo había una jefa de obra y me pusieron con ella. Poco a poco fuimos sembrando y haciendo más importante la presencia femenina en Alicante y Valencia. Mi carrera siguió evolucionando y pasé por los puestos de jefa de producción, jefa de obra y finalmente jefa de grupo, la única de la empresa a nivel nacional.

Hemos de impulsar que haya presencia de mujeres en cada uno de los puestos. En mi empresa, por ejemplo, ni con mi primera jefa de obra ni conmigo se pudo romper el techo de cristal, de modo que no hubo una gerente -y a día de hoy sigue sin haberla-.

Creo que es clave que se rompan esos techos de cristal, puesto que, aunque pueda sonar algo muy manido, es real. Por mi experiencia he de decir que las mujeres tenemos que superar tres hándicaps:

el acceso a los puestos de dirección.

• que los sueldos sean realmente equiparables, pues en muchas ocasiones no lo son.

• la conciliación cuando tenemos hijos (yo misma tengo dos hijas), una barrera que algunas estudiantes se plantean antes de llegar al mercado laboral.

Más información:

Colegio de Ingenieros Técnicos de Obras Públicas

Dirección: C/ Jose Abascal 20, 28003, Madrid

Teléfono: 91 451 69 20

Email: consejo@citop.es